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Philip K. Dick: El arte de la paranoia

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/foto:AFP

En el caso de Philip K. Dick, autor de la novela El hombre en el castillo, la paranoia llegó a ser materia prima de una forma suprema del arte literario.

 

Es historia sabida: luego de ganar la guerra en 1947, los nazis y los japoneses se dividieron el mundo. De lo que fue Estados Unidos, la costa oeste quedó para los segundos; la este para el Reich alemán, y al centro una franja de indefinición dejada a su suerte. En Europa prosperó, como estaba previsto, el proceso supremacista puesto en marcha por Hitler y los científicos del exterminio, y las poblaciones eslavas fueron arrinconadas en el corazón de Asia; ya que Ucrania funcionó óptimamente como el granero del mundo, lo siguiente fue desecar el Mediterráneo y convertirlo en campos de labranza, gracias al uso agrícola de la energía atómica, que también sirvió para propulsar la conquista del espacio: alcanzada la Luna, a mediados de los años cincuenta, lo lógico fue que una nave alemana se posara en la superficie de Marte con el fin de colonizar. Una reedición de la “solución final” se puso en marcha en África y consiguió sus objetivos en menos de quince años. El emperador japonés nunca renunció a su divinidad, el primer Führer pasó a retiro poco antes de convalecer en un sanatorio y morir tranquilamente —si bien aquejado por una imprecisa senilidad derivada de una sífilis—, y aunque sus sucesores demostraron ser tan incompetentes como mezquinos (especialmente Goebbels y Goering, disputándose el poder a ladridos tras la muerte del Reichskanzler Bormann), ya después de 1960 nada había que amenazara el nuevo orden, ni siquiera las tensiones crecientes (la “guerra fría”) entre Alemania y Japón.

Hacia 1962 comenzó a circular clandestinamente un libro que pronto ganó notoriedad, quizá por lo descabellado de su propósito. Su título: La langosta se ha posado. Firmado por Howard Abendsen, un misterioso autor de ficción que vivía prácticamente atrincherado en Wyoming, uno de los pedazos que quedaron de lo que fue Estados Unidos, ese libro contaba que la guerra en realidad concluyó antes, cuando los estadunidenses derrotaron a los japoneses —antes de que éstos llegaran a atacar Pearl Harbor—; que los italianos se unieron a los Aliados cerca del final y que Berlín capituló ante los británicos, que previamente habían liberado Stalingrado del asedio alemán. Una fantasía, en todo caso: tan ridícula como pensar que hubieran sido los rusos los primeros en llegar a Berlín —¡por no hablar de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki!

¿Algo está fuera de lugar en este resumen de la historia reciente? Eso parece, y que lo afirmemos se debe al acuerdo inquebrantable que sostenemos con una versión de la realidad que acaso no tenga más sustento que el consenso: todos sabemos que no fue así. Ni tampoco del modo en que lo imaginó Abendsen (a fin de cuentas un escritor imaginario): nazis y japoneses perdieron, los Aliados ganaron, la bandera soviética ondeó triunfal sobre las ruinas del Reich, etcétera. ¿Estamos seguros? Dudarlo puede ser un exceso de paranoia. Ahora bien: en el caso de Philip K. Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, California, 1982), autor de la novela El hombre en el castillo (y creador, por tanto, de Abendsen, el novelista que supone ahí, en un libro dentro de otro libro, un mundo improbable pero muy parecido a lo que admitimos como realidad), la paranoia llegó a ser materia prima de una forma suprema del arte literario. “Los dos temas que me despiertan fascinación”, escribió para una conferencia que dictaría (y canceló) poco antes de su muerte, “son ‘¿Qué es la realidad? y ‘¿Qué constituye al auténtico ser humano?’”. Nada menos.

En pos de responderse esas preguntas, desde joven Dick se dedicó exclusivamente a escribir, enfrentado siempre a la adversidad económica al tiempo que su personalidad se deslizaba por un interminable tobogán de delirio: a raíz de una revelación, aseguraba que era un habitante de Judea, en el Imperio Romano del año 50 d. C., llegado quién sabe cómo al siglo XX (y que lo acosaban la KGB, el FBI y los extraterrestres). Publicó más de 100 cuentos y más de 30 novelas, una de las cuales dio pie a la película que más contribuyó a su celebridad: Blade Runner (basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?). Y El hombre en el castillo es considerada la pieza central de una obra que suele ubicarse en los estantes de la ciencia ficción, pero que desafía las clasificaciones al ocurrir en territorios absolutamente inusitados para la imaginación literaria. “La realidad es lo que no se esfuma cuando dejas de creer en ello”, llegó al fin a responderse Dick en 1972. Y también se dijo: “Si me fuerzo a ser racional y razonable, y todas esas cosas buenas, debo admitir que la existencia de Disneylandia (que yo sé que es real) prueba que no vivimos en Judea, en el año 50 d. C.”. Tal vez eso mismo sirva para confiar en que no vivimos en un mundo donde triunfó el nazismo. m

 

Algunos libros de Philip K. Dick

:: Valis (Minotauro, 2007)

::El hombre en el castillo (Minotauro, 2008)

:: Cuentos completos (Minotauro, 2011, cinco volúmenes)

:: Ubik (Minotauro, 2011)


¿Ya tiene todo lo necesario?

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Se hacen llamar preppers (preparadores), neologismo que engloba a una amplia porción de estadunidenses —nación muy proclive a producir histerias colectivas para beneplácito del sistema de consumo: ¿recuerda la “crisis cubana de los misiles”?— que se alistan desde hace años para “el fin del mundo tal como lo conocemos” (con permiso de la banda R.E.M.).

 

Hay gente que sencillamente no prevé: personas a las que en el peor momento se les puede terminar el papel de baño, y solamente les quedará maldecir y lamentar no haber ido al supermercado un día antes.

En el otro extremo hay personas a las que nada ni nadie pescaría desprevenidas: ni tornados ni tsunamis ni profecías mayas ni el mismísimo Apocalipsis. Como no les gustan las sorpresas, incluso ya están enseñando a sus hijos de ocho años a dispararle a ese ser humano poco previsor que en medio del más absoluto caos les quiera arrebatar sus alimentos. Y es que, ¿quién nos asegura que en 2013 seguirán abiertos los Wal-Mart o la tienda de la esquina?

Se hacen llamar preppers (preparadores), neologismo que engloba a una amplia porción de estadunidenses —nación muy proclive a producir histerias colectivas para beneplácito del sistema de consumo: ¿recuerda la “crisis cubana de los misiles”?— que se alistan desde hace años para “el fin del mundo tal como lo conocemos” (con permiso de la banda R.E.M.).

Si el fin del mundo está tan cerca como millones de personas creen, usted tal vez no duraría mucho en este planeta. Tormentas solares, terremotos, maremotos, colapso financiero, inundaciones, revueltas, saqueos, falta de electricidad y combustibles, plagas y demás catástrofes dejarán a la Tierra a merced de la anarquía, porque la comida escaseará, el dinero, el oro o las bolsas de Prada no valdrán nada, y tendremos que adaptarnos y ser autosuficientes para sobrevivir. Algo que los preppers ya están haciendo.

Cultivan sus propias frutas y verduras, ordeñan cabras en sus jardines, crían peces en sus albercas, aprenden a hacer fuego, purifican sus reservas de agua, construyen búnkers rudimentarios y los llenan con latas de comida, linternas, máscaras antigás, utensilios de limpieza... La era del progreso ha terminado para ellos, y vuelven a confiar en las habilidades de la humanidad primigenia.  

¿Obsesión? ¿Locura? ¿Pesimismo exacerbado? ¿Adelantados a su tiempo? Las razones de los preppers para cambiar religiosamente sus hábitos de vida y consumo podrán parecer desorbitadas, pero finalmente son individuos —y en algunos casos comunidades enteras— que se independizan de un sistema económico basado en la especulación; en ese sentido, su conducta podría ser ejemplar para cualquier ciudadano que desee ahorrar dinero o comer más sano, sin importar que crea o no en la inminencia del fin del mundo. “Hemos de pensar de manera distinta; cuidar de nosotros mismos, ser verdaderamente autosuficientes”, dice uno de ellos, padre de familia.

“Si hay hiperinflación, la gente desesperada hará cosas desesperadas; gran cantidad de gente se quedará sin trabajo, los precios se dispararán, nadie podrá comprar nada y los barrios más seguros dejarán de serlo. Llevamos a nuestros hijos a disparar una vez al mes, a veces dos, si hace buen tiempo”, añade un ama de casa de Phoenix.

Por lo pronto, y mientras aún tienen internet, los preppers se organizan por medio de sitios web, Facebook o Twitter; protagonizan documentales de National Geographic y no se cansan de advertirle a la confiada humanidad que, si no se alista, sufrirá lo indecible cuando esto llegue a su fin. m

 

Para ver

::Preppers, serie del canal NatGeo.

::Los modernos supervivencialistas.

En internet

:: Una extensa red de recursos, noticias, organizaciones y educación para reaccionar ante la catástrofe.

:: No sólo en Estados Unidos toman medidas:

En Italia.

En Australia.

::¿Las diez cosas que necesita un supervivencialista? ¿Cómo construir calentadores solares, bombas de agua o rifles en casa? ¡Todo eso y más en Practical Preppers!

::Observa. Prepárate. Sobrevive.

Rómpase en caso de Armagedón

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Cuando uno es quien espera la muerte, se despide de los seres queridos, resuelve asuntos, prepara un epitafio que apuntale con justicia el recuerdo de los vivos; pero cuando todos esperamos juntos la muerte simultánea, nada de eso tiene sentido.

Para que el mundo pueda acabarse necesitamos que su final tenga nombre. Es lo bello del Apocalipsis: sabemos de lo que trata con pasmosa exactitud, con jinetes, resurrección de los muertos y Juicio Final incluidos. Pero no es el Apocalipsis lo esperado, sino un confuso “fin del mundo”. ¿Qué significa? Si el tema fuera la destrucción del planeta, sería clarísimo. Si dijéramos: “la extinción de la especie humana”, estaríamos del otro lado. Pero ¿“mundo”?, ¿“fin”?, ¿“del”? ¡Qué dilema de vaguedad! Y lo que no se anuncia con precisión, no puede tener orden del día: del fin del mundo no sabemos si esperar un desastre climático, una guerra devastadora o el surgimiento de una nueva era de percepciones extrasensoriales —y de los tres panoramas, el tercero ni siquiera es temible; prepararse para ello es como alistarse para las rebajas de enero—. Asumamos mejor la guerra o el mal tiempo como posibilidades de lo que sucederá el 21 de diciembre del año en curso a las 11 de la mañana con 12 minutos.

Antes de hacerlo, considere que, cuando uno es quien espera la muerte, se despide de los seres queridos, resuelve asuntos, prepara un epitafio que apuntale con justicia el recuerdo de los vivos; pero cuando todos esperamos juntos la muerte simultánea, nada de eso tiene sentido. Conviene preguntarse: ¿quiero intentar sobrevivir, o quiero pasarla bomba el tiempo que queda? Si ha respondido sí a lo primero, lo felicito, pues tiene un instinto de supervivencia pleno y en activo; en tal caso, debemos desear que el fin del mundo se refiera al enloquecimiento climático, pues si el esperado viernes se desata una guerra nuclear, ahora es tarde ya para construir el búnker necesario; sin embargo, si el clima es el problema, debemos estar preparados contra terremotos, erupciones volcánicas (incluidas la lava y la incómoda ceniza), maremotos, tsunamis, ríos desbordados y huracanes. Pero siempre tenga en mente lo que dicta el sentido común: aunque sean simultáneos, no todos lo van a golpear a usted. ¿Dónde estará? ¿En la ciudad de México? Ningún tsunami lo acechará, pero su equipo para terremotos debe estar a la mano ¿Vive en la ciudad de Colima? No le quite la vista al volcán, aunque el maremoto será noticia distante. ¿En Guadalajara? Habrá inundaciones más fuertes que las de cada año, pero no lava y ceniza. El caos climático no puede ser “alegre y repartido como el pan de los pobres”.

Ahora bien: respondió que prefiere pasarla bomba el tiempo que queda. También lo felicito, su loco y suicida amor por la vida contagiará a propios y extraños. Lo primero que debe lograr es que adelanten los días feriados decembrinos con su respectivo aguinaldo. Morir alegre es caro. Es momento de tirar la casa por la ventana antes de que ya no tenga casa. Haga lo que siempre quiso hacer, pero seleccione sus impulsos: matar a su jefe o cobrar alguna venganza sólo lo desgastaría y le quitaría un tiempo único. Recuerde que todos nos vamos a morir, y pronto. Besar a la vecina, bailar desnudo en la calle o bañarse en una fuente céntrica tendrá mejores resultados en su ánimo. Nada como una autodestrucción masiva para fortalecer la autoestima e intentar la proeza de ser auténtico. Disfrútelo. m

Jis y Trino: moneros trabajando

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El Santos y la Tetona Mendoza tomaran por asalto las pantallas de cine este fin de año/foto:D.R. © Ánima Estudios S.A. de C.V. & Peyote Films S.A. de C.V., 2012

La llegada al cine de El Santos contra la Tetona Mendoza representa un logro más en la fecunda carrera de Jis y Trino, el dúo de dibujantes más popular del país. Su colaboración creativa comenzó hace más de 25 años, cuando eran estudiantes del ITESO y editaban un periódico que, en palabras de sus críticos, era “poner en papel lo que estaba escrito en las paredes de los baños”.

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Una tarde de 1978, José Trinidad Camacho, a quien sus amigos llamaban Trino, tomó la decisión de acercarse a José Ignacio Solórzano, quien pese a su juventud ya era conocido en el horizonte nacional de la caricatura como Jis. Un amigo de ambos le contó que “conocía a un cuate que hacía monos y era muy famoso”, y Trino se presentó en su casa y golpeó a la puerta. He aquí el relato de aquel encuentro, aparentemente intrascendente, pero que marcaría el destino de los dos: “Agarré mi bonche de monos y llegué a la casa de Hidalgo. Su mamá me recibió y me dijo: ‘José Ignacio está arriba, en su cuarto’. Allí estaba. Le enseñé mi material y le dije que era súper fan de él. Y entonces lo vio en súper chinga. ‘Qué chido, maestro. ¿Y qué más haces?’, preguntó. ‘Toco en un grupo de rock que se llama Doll’, dije. Yo tocaba el bajo. Tocábamos a los Ramones, a los Kinks, a Judas Priest y hasta cosas de UFO. ‘Bueno, maestro, que te vaya bien’, dijo enseguida. ¡Luego luego me bateó! Yo agarré mis monos y pensé: ‘Pinche mamón’. Él cerró la puerta de su cuarto y yo no sabía ni cómo salir. ¡Ni siquiera me acompañó! Su mamá apareció y dijo: ‘Ay, José Ignacio, qué bárbaro, ni siquiera te llevó a la salida. Ven por acá...’. Y al fin salí. Me cayó muy bien la señora, pero Jis me cagó la madre”.

“Ya ha fabricado una cosa horrenda”, clama Jis acerca de esta anécdota. “Le encanta narrar, modificada a su favor, esa historia”, agrega. “Dice que lo llevaron hasta mi habitación, como a la habitación de un reyecito, y que yo me porté mamoncísimo”.

No obstante el interés que ambos manifestaron por la caricatura, no fue ésta la razón de sus siguientes acercamientos, sino otra de sus pasiones compartidas: el rock. “Por azares del destino nos empezamos a ver más”, recuerda Trino. “Nosotros, el grupo Doll, le abrimos un concierto a Plasmodia”. Plasmodia era el conjunto de rock progresivo en el que tocaban Jis, su hermano Juan y otros amigos. En otras palabras, su intensa amistad se trabaría tiempo después.

Foto: © Michel Amado

Llegar al mono

“Supongo que fue en una tarde de abril”, espeta Jis al ser interrogado acerca del momento en que comenzó a dibujar. Acto seguido, su chispeante humor asoma en sus palabras: “Como soy monero viejo, son datos que se pierden en la noche de los tiempos”.

Diana Solórzano, la mayor de sus cuatro hermanos, evoca los días en que Jis comenzó a obsesionarse con el lápiz: “Tendría diez años. Los primos hicieron una revista, según ellos. Se llamaba Revista David, porque acababa de nacer otro primo que así se llamaba. Eran monitos jugando futbol. Fue la época de México 70, y todos eran muy futboleros: Jis, Betini, y no sé quién mas. Y unos empezaron a tener más talento que otros”. Betini era el apodo del artista plástico Roberto Rébora. “Nos juntábamos él y yo a copiar revistas donde salían caricaturas para ver a quién le quedaba mejor el mono”, recuerda Jis. “Había una serie de cómics relacionados con el fut, como Pirulete y Borjita. Y después un primo me dio los primeros Mad. Mis jefes en alguna navidad me regalaron una colección de Astérix. Y pronto llegarían los primeros cómics underground”.

Por su parte, los pininos de Trino en el dibujo se dieron más o menos a la misma edad: “Desde que era muy chavo hacía monitos. Mi mamá tiene guardados Astroboys y Agentes S5 que yo dibujaba”, cuenta. “En tercero de primaria gané un premio. Hice un buzo y me dieron mi caja Prismacolor, de esas que tenían terciopelo y 36 colores. Desde entonces dije que me dedicaría a esto”.

Jis fue el primero en destacar en la caricatura, cuando era adolescente, luego de ganar el concurso Caricatura Revolucionaria, organizado por la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG). Meche Cárdenas, su amiga cercana y quien ha colaborado con él en distintos proyectos, recuerda aquel momento: “En el jurado estaban Naranjo, Rius y Magú. Jis les encantó y se lo llevaron a Cuba, se fue con Rius a un concurso de caricatura política, sin ser nada político. Rius lo adoptóy pronto publicó en La Garrapata”.

Foto: © Michel Amado

Un trío revolucionario

En 1981, Jis y Trino volvieron a coincidir cuando cursaban la carrera de Ciencias de la Comunicación en el ITESO, y fue allí donde comenzó su duradera complicidad. Junto con un grupo de inquietos estudiantes fundaron una revista para dar rienda suelta a su gusto por el humor. “Cuando los conocí, les propuse hacer una revista”, rememora el cartonista Manuel Falcón, “e hicimos unonoesninguno. Y recuerdo que lo que detonó su cierre fue una caricatura de Jis donde un tipo estaba masturbándose, y el semen, los espermatozoides, platicaban con él, le decían que estaban molestos porque no salían los suficientes. El director de la carrera me mandó llamar y me dijo que eso era ‘poner en papel lo que estaba escrito en las paredes de los baños’. Y que por órdenes del rector quedaba prohibido seguir circulando el periodiquito. Pero eso nos dio la posibilidad de plantearnos la salida hacia fuera, hacia Guadalajara. Y nos aventamos”.

Galimatías fue la publicación que vino a continuación y la que finalmente proyectó a Jis, Trino y Falcón como el trinomio que revolucionaría el humor en México. “El logro de Galimatías fue el de establecer un criterio fuerte de ironía con la realidad de ruptura”, explica Falcón. “¿Cómo es posible que en Guadalajara, que todo mundo dice que es una ciudad convencional, salga esto tan poco convencional?”.

Dado que Jis publicaba ya Los manuscritos del Fongus en el periódico unomásuno, fue él quien intercedió por sus amigos en la ciudad de México. “Hizo una cita con Magú y El Fisgón para que nos vieran a Falcón y a mí”, cuenta Trino. “Y Magú nos hizo sufrir: ‘A estas tiras todavía les falta’. Nos quedamos en México tres días haciendo monos hasta que le gustara algo. Eran para másomenos, el suplemento del unomásuno. Allí empezamos a publicar Falcón y yo el mismo día; en el DF empezamos juntos.”

Foto: © Michel Amado

Carlos Monsiváis fue uno más de los que sucumbieron ante su vena humorística. Su interés fue tal que él mismo los buscó. Falcón relata la anécdota: “Nos reuníamos en el departamento que yo tenía. Y una noche nos habla Monsiváis, y no la creíamos. Nos dijo: ‘Los quiero conocer, quiero que vengan a México’. Inmediatamente nos organizamos e hicimos el viaje”. Para Jis, el encuentro con Monsiváis es uno de los episodios más memorables de su carrera: “Él y su grupo nos pusieron atención, e incluso fuimos uno de los temas centrales de una edición del suplemento La Cultura en México que salía en Siempre. Lo dedicaron a Galimatías. Y nos señalaban como una nueva generación”.

La década de los ochenta fue productiva en todo sentido para el trío, al que se asociaba una serie de talentos. De la mano del cineasta Guillermo del Toro hicieron la revista Cáspita. “Él la patrocinó”, puntualiza Trino. “Empezamos a hacer historieta más pacheca. Yo estaba influenciado por Blade Runner”.Julio Haro, el futuro cantante de El Personal, también se les unió, participando en Galimatías y otros proyectos. “Fernando Solana y Sergio González Rodríguez nos invitaron a La Jornada Semanal”, añade Trino. “Allí empezamos a hacer La Croqueta, con Julio. Él entró como diseñador. Era el 83…, 84. Yo hacía El Rey Chiquito, fábulas para niños... torcidas, pues”.

Fueron también años de incursionar en radio, primero en XEJB y después en Radio Universidad de Guadalajara. Allí surgió otra serie de divertidas ocurrencias, como los programas Gárgaras, El Festín de los Marranos, La Pitaya Ye-Ye y, ya en la actualidad, La Chora Interminable. Acerca de su fructífera trayectoria en ese medio —sus miles de descargas de podcasts así lo confirman—, Jis reflexiona: “En un inicio yo trataba de integrarme al modo del sketch cómico en el que se movían Trino, Falcón o el mismo Julio Haro, y me di cuenta de que era muy malo. Y fui llevando la cosa hacia algo más sencillo. Hoy nos estacionamos en este estilo de improvisación que tiene cierto encanto. En los días malos simplemente es la nada, pero tienes que plantarte ante los micrófonos a darte un goce y tratar de ver cómo salir del atolladero divagando”.

D.R. © Ánima Estudios S.A. de C.V. & Peyote Films S.A. de C.V., 2012

Estaba un día El Santos…

Trabajando para La Jornada Semanal, Magú les sugirió crear una tira de personajes. El Santos contra la Tetona Mendoza fue el resultado, y su creación más exitosa y perdurable. “Como Trino sabe mucho de cultura popular, televisiva y cinematográfica, empezó a meterse con el mundo de la lucha libre y las películas de zombis”, explica Jis. “Y a la hora de ver qué luchadores entraban en escena, se vino una etapa de verdadero frenesí depacheco”.

Lo que quizá muchos de sus seguidores no sepan es que varios de los personajes de la tira están inspirados en sus propios amigos. Trino abunda al respecto: “Yo era fan de las películas de luchadores chafas: el Solitario y el Doctor Wagner. Y propuse en un principio a El Santos,el cabo y el jefe de policía. Y Jis propuso a La Tetona y al Peyote Asesino, que es la parte psicodélica. Luego propuse a Los Zombis de Sahuayo y él a Las Poquianchis del Espacio. Así comenzamos a sugerir y luego, en conjunto, hicimos otros: que La Sirena Lupe es Sarita Valenzuela, que La Perra Fiuscia es Luis Usabiaga, que La Rata Maruca es Marisa, Susi San Ramón era Susana Sanromán. Los Cerdos Gutiérrez ya se nos fueron ocurriendo a los dos. Fuimos dándole a todo el universo Santos una amalgama de personajes ya creados por ambos”.

El impacto de la historieta no se hizo esperar, y muy pronto su humor ácido y original se convirtió en todo un éxito, especialmente en la ciudad de México. Éxito que Jis y Trino ignoraban, pero que descubrieron cuando La Jornada publicó una primera recopilación de la tira. “Por ahí del 91 presentamos el libro en el DF, en La Jornada, y había colas que daban la vuelta a todo Balderas, y nosotros no la creíamos”, relata Trino. “Nos dijeron que lo íbamos a presentar en Bellas Artes y fue un tumulto increíble. Era algo inesperado. El Güiri-Güiri nos presentó y Armando Vega-Gil salió con una máscara de El Santos. Y Jesusa Rodríguez hizo una obra de teatro en El Hábito. Y Monsiváis y Carlos Payán fueron a la presentación. Allí estaban Javier Solórzano y Carmen Aristegui, me acuerdo. Fue una onda muy loca de no saber por qué eso estaba pegando”.

Falcón, quien decidió distanciarse por intereses profesionales —el hecho de que lo suyo está más orientado a lo político—, concluye acerca de los alcances de la tira: “El Santos fue la culminación y el producto mejor logrado de todo ese grupo del ITESO que buscábamos una ruptura con lo acartonado, solemne y tieso del periodismo en Guadalajara. Hay una intención de transgredir, de tocar los temas más escabrosos en materia erótica, sexual y polémica”.

D.R. © Ánima Estudios S.A. de C.V. & Peyote Films S.A. de C.V., 2012

Química y estilo

Si bien Jis y Trino habían colaborado codo a codo en distintos momentos, tanto en publicaciones como en la radio, El Santos contra La Tetona Mendoza fue la creación que transparentó su gran entendimiento y contrastó sus estilos. Para Meche, por ejemplo, la diferencia entre ambos es simple: “Lo retorcido de Jis está en que de chavito le gustaba Crumb, mientras que a Trino, Fontanarrosa. A él, Paul McCartney y a Jis, Pink Floyd. Allí vas viendo la línea”. Falcón apunta: “Trino es el mejor historietista de México de su generación. La narración es la clave de su estilo. Él siempre ha tenido esa habilidad, quiere contar una historia. El caso de Jis es otro, porque a él siempre le gustó no hacer chistes con la caricatura. Entonces allí vienen las emociones fuertes, porque hace dibujos en los que uno se pregunta: ‘¿De qué estás hablando? ¿Cuál es el asunto aquí? ¿Tengo que averiguarlo o qué?’. Es muy desconcertante. Es extraordinaria su capacidad para el dibujo. Es el primer caricaturista surrealista”.

“Yo me defino como humorista”, admite Trino. “Si no hubiera sido monero, me hubiera encantado ser comediante de stand-up, al estilo gringo. No esta onda mexicana de que te paras y cuentas chistes que te contaron, sino hablar de tu vida, tus desgracias, de tu físico, y de eso hacer humor. A mí me gusta hacer doblajes y me defino más como humorista”. El caso de Jis es distinto: “Yo trabajo mucho con la vida cotidiana y con historias autobiográficas, y soy yo y, para su disgusto, mi esposa. Yo digo que son monos de ‘denuncia conyugal’. Mis hijos, mis amigos, ésos son mis personajes. Les pido una disculpa. Más que con personajes, yo trabajo con arquetipos: el señor en la cama, el niño con el perro, el hombre ante el precipicio, la pareja cogiendo”. Queda claro que, si en Trino el cine es una fuerte influencia, en Jis más bien parece serlo la filosofía. “El humor es como una agarradera, como un refugio”, explica.“Es el lugar ideal para el molusco tapatío que soy yo. Lo cual se convirtió en mi tema: la cuestión existencial”.

D.R. © Ánima Estudios S.A. de C.V. & Peyote Films S.A. de C.V., 2012

Pero lo que más llama la atención de su sociedad es la cohesión que tiene, así como el hecho de que su amistad continúe siendo sólida y siga llena de inspiración. “Como dice Magy, somos la pareja más estable que hemos tenido los dos”, explica Trino aludiendo a su esposa. “Y yo digo: es que vivimos en casas separadas y dormimos en camas gemelas. Es un matrimonio bien avenido, en el sentido creativo. Y de admiración mutua. Siento yo que es el drive que cierra esa parte de mi primera experiencia con él, cuando le llevé mis primeros monos, fue como algo inconsciente de decirle: ‘Tú vas a acabar haciendo esto, vas a ver...’”.

“Esa mancuerna ha sido buenísima”, apunta Diana Solórzano. “Son los mejores amigos el uno del otro. Trino, la verdad, mis respetos. Porque tiene una capacidad de venderse maravillosa que, como dice Jis, es envidiable”.

 

Envidia de la mala

¿Cómo fue que este par consiguió exitosamente ganarse el sustento echando desmadre? Las experiencias de ambos en ese sentido guardan sus distancias. Y es éste el tópico en el que ambos disienten y el que los lleva a polemizar.

“Ha sido bien duro para mí que mi colega y gran camarada sea un empresario del mono. Es una admiración y una envidia profunda, a veces de la mala”, asegura Jis, quien, a diferencia de Trino, ha hecho de su profesión una vocación que resulta placentera y frustrante a la vez. “Es un mundo que a mí se me sigue haciendo fantasmagórico, todavía no termino de descifrarlo. En lo personal, por la forma en que me he desenvuelto, me he colocado en una posición en la que siento que sí me va bien, que puedo ser fructífero, pero también es difícil porque es una especie de tierra de nadie, y hay veces en que mis monos tienen dificultad para ser aceptados, por pachecos, crípticos y obscenos”.

Diana Solórzano rememora la frustración familiar cuando Jis anunció que se dedicaría a la caricatura: “Fue una tragedia. Primero, porque no hallaba qué estudiar. Siempre fue aplicadísimo, y él dice que eso lo traumó. Cuando trató de escoger carrera, primero pensó que lo que quería era Filosofía. Se metió a la Universidad de Guadalajara, y nada que ver. Después se metió al ITESO y sólo duró un semestre. Y se dedicó a pintar. Y, la verdad, fue muy exitoso desde muy chico”.

Ha sido diferente el caso de Trino, quien, paulatinamente, fue encontrando las claves para hacer de su pasión una verdadera empresa. “Cuando me fui a vivir al DF, en el 91, empecé a diversificar mis ondas. Creo yo que ha habido pocos casos, no conozco ningún otro, de un monero que publique en dos medios diferentes a la vez. ¡Y por la mala paga logré eso!”, recuerda. “En esta cosa de empresario aprendí mucho con el Güiri-Güiri, él me dio parámetros sobre cómo cobrar. Y también empecé a hacer alianzas con gente que sabe mover tu trabajo y lo valora”.

Con relación a la forma dispar en que ambos entienden su oficio, Trino da algunas luces al respecto: “Lo que no dice Jis es que él también podría ser empresario si quisiera. Muchos proyectos que rechaza, yo los agarro. Por ejemplo, un libro de redes sociales que estaba pintadito para él, que le encanta estar en Facebook. Y dijo: ‘No, no, es que tengo muchas cosas que hacer... Soy artista conceptual’. ¡No mames! El secreto está en tener un buen manager, por lo menos en mi caso, que te haga buscar proyectos que valgan la pena, que ganes lana y le pagues para que todo mundo esté contento. Y, además, saber cobrar bien, pero sin vender tu alma al diablo.”

Luces, cámara… ¡acción!

“La película se vino a dar gracias a que conocí a Lynn Fainchtein, haciendo el arte para Todo el poder”,comenta Trino acerca de la realización del largometraje El Santos contra La Tetona Mendoza. “A Jis yo lo jalo mucho, pero luego dice: ‘Híjole, mano, nos hubiera gustado estar más en la hechura de la película’. Y yo le respondo: “No, pérate..., ¡yo sí estuve! Estuve en los doblajes. Yo sí fui a ver cómo iba la animación, yo daba el visto bueno. Él no fue porque no le gusta salir de su casa. Y para bien o para mal, si la película es un fracaso, es mi fracaso. A lo mejor, si él se quiere desentender porque casi no estuvo allí, está bien. Y si es un éxito, es mi éxito. Y él se va a colgar del éxito. Y no pasa nada. La cosa no es decir: ‘Yo no me involucro’, sino: ‘Cabrón, ¡hay que involucrarnos!’”.

Fiel a su naturaleza, Jis se toma las cosas con calma: “Yo quiero pensar que fuimos como los novelistas que entregan su obra y se hace una adaptación. En ese sentido ha sido fascinante y angustioso, porque de alguna manera ha sido un proceso de desprendernos de nuestros personajes, de que se nos vayan un poco de las manos para ser reinterpretados por un equipo. Un equipo que, afortunadamente, es muy chingón. Pero hay toda una parte de estar reconociendo a El Santos a través de la mirada de otros”.

El proceso para terminar la película fue complicado y registró muchos cambios. Cuatro fueron los guionistas que intentaron crear una historia convincente sin conseguirlo. “Entonces llegó Augusto Mendoza, que había hecho Abel con Diego Luna, por recomendación suya”, cuenta Trino con emoción. “Y es un genio. Nos oyó, le dijimos más o menos por dónde queríamos que fuera la historia: una invasión zombi; La Tetona, muy cabrona. Nos captó el rollo e hizo una historia muy padre”. De igual manera se dieron cambios en la dirección: salió Antonio Urrutia y llegó Alejandro Lozano, responsable de Matando cabos y Los sultanes del sur. “Formamos Peyote Films y tenemos socios: el gobierno y varios más”, agrega Trino. “Es una película cara, costó 29 millones de pesos... para el estándar mexicano, porque Memo del Toro, que hace cine allá, dice que nos costó una bicoca”.

Sin duda, la llegada de El Santos al cine representa un logro más en la fecunda carrera de Jis y Trino, el dúo de moneros más popular del país. Pero ello no significa que ambos hayan conseguido la paz, sino todo lo contrario.

—Éste es nuestro momento, Jis —asegura Trino.

—No, es que nos estamos prostituyendo y estamos en el mainstream —argumenta el otro, desde el habitual pasmo de la existencia en que vive.

—Pues sí es el momento, tenemos 50 años, cabrón —arremete Trino—. No puede ser que nos vayamos a quedar en el underground…m

102 fragmentos de una gran pintura llamada Guadalajara

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Para hacer buenas entrevistas hay que caminar mucho, escuchar muy bien, saber preguntar, documentarse, dejar que la charla fluya, aparcar el protagonismo a un lado y dar paso a la voz de los personajes, elegir bien las frases que reflejen sus esencias, “el espíritu de lo que dicen”, y cortar mucho, mucho material. En fin, hay que tener un profundo y genuino interés por el ser humano.

De 2004 a 2008, ese interés de Juan Carlos Núñez, académico del ITESO y actual jefe de la Dirección de Integración Comunitaria, se plasmó sábado tras sábado en el periódico Público-Milenio. Cada fin de semana Juan Carlos presentaba a un personaje de la ciudad, que respondía a todas y cada una de las preguntas lanzadas por el entrevistador. Los materiales se publicaron uno tras otro hasta sumar 202 entrevistas que construyeron un multicolor mosaico de pobladores de Guadalajara: huaracheros, chefs, sacerdotes confesores, exfutbolistas, policías, sepultureros, artistas, ambientalistas, poetas, tortahogaderos y demás.  

Un buen día, la gente le empezó a sugerir que seleccionara las mejores e hiciera un libro con ellas. Así nació Retrato hablado. Entrevistas con personajes de Guadalajara, una compilación en pasta dura con 100 de aquellas 202 piezas. Un libro, editado por el ITESO, la UdeG y el Grupo Milenio.

¿Y qué tan complicado fue desechar las otras 102 entrevistas?

Fue dificilísimo, muy doloroso. Me resistí a hacerlo porque ya tenía una relación muy entrañable con cada entrevistado, y entonces lo que hice fue pasarle el bonche de las 202 entrevistas a varios colegas y decirles: ‘¿Tú cuáles publicarías?’ Y eso me ayudó mucho, porque ellos eligieron. Había muchas coincidencias. La cosa fue buscar equilibrios, que hubiera variedad de personajes, de edades, de oficios, de género también.

Núñez subraya que las entrevistas que quedaron no son las mejores, sino las que permitían dar un panorama más amplio de lo que es la capital de Jalisco, una ciudad con un potencial que ni sus propios habitantes alcanzan a vislumbrar.

¿Qué es lo que más te gusta de Guadalajara?

La constitución de una ciudad que no se acaba de reconocer como una ciudad que vale la pena. Siempre hay como cierta tendencia a decir ‘aquí no pasa nada, aquí no hay cultura’, y yo he encontrado expertos en ratas, expertos en Kierkegaard, en matemáticas… No acabamos de reconocer toda esa riqueza. Un poco es lo que yo pretendo mostrar aquí: la riqueza de la ciudad a través de la pluralidad de sus habitantes.

La clave de una buena entrevista, afirma, es lograr que “la gente diga lo que normalmente no dice”. Para conseguir su objetivo, Núñez intenta que cada pregunta sea “precisa, concisa y maciza, como todo en el periodismo, no preguntas largas, complejas, mucha profundidad, elaboradas, sino preguntas y respuestas al vuelo, que si están bien planteadas ayudan a revelar la personalidad del entrevistado, sin rodeos. Los entrevistadores tenemos que ayudar a desatar las lenguas de los entrevistados, procurar no repetir lo que siempre se ha dicho, y eso es algo que, creo, aporta libro. No trata temas de coyuntura y busca más la reflexión a partir de vidas y oficios”.

En su trayectoria, la cual incluye el máster en Periodismo de El País, la docencia y distintos cargos en los periódicos Siglo 21 y Público-Milenio, incluido el de ombudsman (Defensor del lector), este originario de Guadalajara está convencido de que el periodismo superará su actual crisis de ventas y credibilidad si es capaz de volver con inteligencia y honestidad a sus orígenes.

“[Los periódicos] se terminarán transformando. Yo apuesto por volver al pasado en el mejor sentido. Textos largos, bien escritos, menos noticias chiquitas –porque esas ya las vamos a tener en otros lados–, sino más reflexivos, como los periódicos del Siglo XIX, con intelectuales escribiendo”, apunta Núñez.

“Un periodismo que proponga materiales interesantes puede acercar a los lectores. Si los periódicos van a estar poniendo ‘El político fulanito dijo tal cosa y el otro le dijo que no era cierto’, y nos pasamos semanas así, por supuesto que vamos a espantar a los poquitos [lectores] que quedan. Pero si apostamos por el periodismo narrativo, por las crónicas, por las entrevistas bien hechas, bien trabajadas, creo que tenemos posibilidad de sobrevivir”.  

 

Un país al que le cuesta dialogar

Y si el arte de la entrevista consiste en la confianza mutua y en saber entablar un diálogo respetuoso con el interlocutor, hacer una analogía con la situación actual del país no le cuesta mucho trabajo al periodista.

“En México hay muchos hablantes y pocos escuchas. Creo que hemos ido transitando hacia un modelo en que todos hablamos, pero casi nadie queremos escuchar… Porque luego resulta que hay más gente que hace blogs que lectores de blogs. Tenemos que ir encontrando las posibilidades para que todos podamos expresarnos, pero al mismo tiempo también sepamos escuchar”, considera.

La presentación de Retrato hablado. Entrevistas con personajes de Guadalajaratendrá lugar este jueves 24 de enero a las 19:00 horas en la Casa ITESO-Clavigero (Guadalupe Zuno 2086). Los comentarios estarán a cargo del autor, la académica María Elena Hernández Ramírez y los periodistas Vanesa Robles y Jaime Barrera, que serán moderados por Graciela Bernal.

 

Para leer más del trabajo de Juan Carlos Núñez, te invitamos a leer las cosas que ha publicado en nuestras páginas.

Un profesional excelente combina técnica y ética: entrevista a Emilio Martínez.

"La divulgación de la ciencia busca el chispazo de la inquietud": entrevista a Julieta Fierro.

Auster y Coetzee: aquí y ahora conversan sobre deportes

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Al igual que muchos de nosotros, los escritores Paul Auster y J. M. Coetzee se sienten culpables cuando “pierden el tiempo” una tarde de domingo que la pasan viendo deportes por televisión en vez de estar leyendo “uno de los muchos libros que se apilan sobre la mesa”. Esta confesión de ambos dio pié a que conversaran sobre deportes (entre otros temas) en varias de las cartas que intercambiaron los escritores y que fueron publicadas recientemente con el título Aquí y ahora. Cartas 2008-2011 (en español en forma conjunta por Anagrama – la editorial de Auster y Mondadori, la de Coetzee).

 

El libro recoge la correspondencia entre Paul Auster (1947, Nueva Jersey) y J. M. Coetzee (1940, Sudáfrica) del 14 de julio del 2008 al 29 de agosto del 2011. Auster es uno de los mayores novelistas estadounidenses en la actualidad. Ha vivido casi toda su vida en la zona de Nueva York y en sus novelas y guiones de cine retrata a personajes entrañables de esa gran ciudad como el músico interpretado por Harvey Keitel en Lulu on the Bridge, una peli de 1998. No es gratuito que La trilogía de Nueva York, compuesta por tres novelas Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada, sea una de sus obras más reconocidas. Por su parte, J. M. Coetzee ha vivido en Sudáfrica, Estados Unidos, Inglaterra y Australia. Ha publicado menos libros que Auster, pero ha ganado más premios, entre ellos el Nobel de Literatura en 2003. Sus obras más reconocidas son Desgracia (1999) y – hasta ahora – tres tomos de su autobiografía: Infancia (1998), Juventud (2002) y Verano (2009). Cada uno tiene su estilo y sus demonios particulares, pero sin duda que ambos novelistas están entre los mejores de la lengua inglesa en la actualidad y comparten el gusto por los deportes.  

Este tema podría sugerir un enfrentamiento o competencia entre los escritores, pero no, más bien sería una especie de juego cordial de inteligencia, humor y curiosidad. Por las palabras que se escriben y especialmente  el tono de las cartas (por cierto, escritas a máquina y enviadas por correo postal a la usanza tradicional)  escritas y enviadas en la a, humor y miento entre Coetzee y  Sudros, siitores y que fueron publicadas recientemente en casestá claro que los escritores son buenos amigos y que se respetan mutuamente. Hay más de una referencia a viajes junto con sus respectivas esposas y una estancia de los Coetzee en la casa temporal de los Auster en Estorial, Portugal.  

 

 

 

El origen de su interés por los deportes viene de sus respectivas infancias. Auster jugó de niño, futbol americano y beisbol, mientras que Coetzee críquet y tenis. En la actualidad ambos son seguidores frecuentes en la televisión de los deportas que practicaron de niños. Sin embargo, el significado que tiene para cada uno de ellos es diferente. Auster está centrado en la experiencia estética: “los deportes tienen un elemento narrativo: seguimos los giros y peripecias del encuentro con objeto de saber el resultado final.  Por este aspecto tiendo a  pensar en los deportes como un arte en vivo”, escribió el neoyorquino. Por su parte, Coetzee tiende a ver más la parte ética: “sigo mirando los deportes en busca de momentos de heroísmo, momentos de nobleza. En otras palabras, la base de mi interés no es estética sino ética. Es absurdo, porque del deporte profesional moderno carece de interés por la ética”, respondió. Y Auster buscó conciliar las dos posturas cuando escribió que experimentaba cierto “estupor ante el hecho de que otro ser humano sea capaz de lograr tales cosas, que nosotros (como especie) no seamos únicamente los gusanos que muchas veces perecemos ser sino que también podamos realizar milagros – en el tenis, la música, la poesía, la ciencia -, y esa envidia y admiración se funden en un sentimiento de abrumadora alegría. Y es ahí donde se fusiona lo estético y lo ético”. En este tema no hubo acuerdo, pero en otros las inquietudes fueron muy parecidas cuando se preguntaron del nulo interés que tendría un deporte de competencia entre robots o las razones de que la mayoría de los deportes que atraen multitudes y pasiones en la actualidad se inventaron a  finales del siglo XIX y por tanto lo difícil que sería popularizar un nuevo deporte físico en este tiempo en que el mercado de espectadores está saturado. La conversación entre estos escritores por supuesto que no se limitó a los deportes (ni siquiera a los aspectos que cité anteriormente); reflexionaron y citaron anécdotas sobre la amistad, la poesía, la lengua llamada materna, sus novelas en proceso, la madurez, los libros y muchos otros temas.  Aquí y ahora. Cartas 2008-2011 es un libro que se lee con gusto (tanto por el espectáculo de la inteligencia, como por el hecho de que las cartas están muy bien escritas por estos dos grandes de la literatura), pero al mismo tiempo nos invita a la reflexión.  

 


Emprendimiento: ¿es buena mi idea?

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“La idea es que entre al taller gente que tiene una idea para hacer un negocio, o gente que ya tiene uno y quiera abrir una nueva unidad, y quiera trabajar la idea que ya tiene”, dice Stella Maris González, coordinadora del Programa de Formación, Incubación e Impulso en Tecnología Intermedia del Centro Universidad Empresa (CUE) del ITESO, sobre el taller Desarrollo de Plan de Negocios, que se impartirá a partir del próximo 15 de febrero.

Una idea. Esa es la base de los proyectos que se desean emprender, por lo que uno de los factores que más se trabajan en el taller tiene que ver con la viabilidad de la misma en cuestiones financieras, de mercado y técnicas, comenta González, quien agrega que también “trabajamos bastante la parte de la persona y manejamos sesiones de autoconocimiento, para que se den cuenta si le quieren entrar o no al tema de ser emprendedor”. Dentro de los aspectos que se trabajan en la parte personal de los emprendedores hay coaching en cuestiones como toma de decisiones, gestión del tiempo y trabajo en equipo, entre otras temáticas. 

Las ideas no están escritas en piedra: durante el taller pueden cambiar. Por ejemplo, si durante el trabajo que se realiza en el taller se ve que la idea no es viable en cuestiones financieras, de mercado o técnicas, se le ayuda a los participantes a tomar las decisiones necesarias para lograr que el proyecto sea viable.

Dentro de los errores o situaciones más frecuentes a las que se pueden enfrentar las personas que buscan crear un negocio se encuentran “no checar la viabilidad, porque hay veces que, como está pensada, una idea no es negocio, pero si se cambia la estrategia lo pueden lograr. Hay proyectos para los cuales no hay mercado o no es viable desde el punto de vista financiero, pero al poner otros objetivos se puede caminar. Por ejemplo, si se quiere poner una fábrica pero no se tienen los recursos económicos, se puede primero comercializar”, comenta González. Otra de las situaciones comunes es que si al emprendedor le gusta la idea, es probable que crea que a todo mundo le va a gustar, por lo que es mejor empezar por preguntarle al mercado si consumiría tal producto o servicio.

Por otra parte, otro aspecto a considerar es el hecho de “poner socios que no van a aportar al crecimiento del proyecto”, comentó Andrés López, integrante del equipo del Programa de Formación, Incubación e Impulso en Tecnología Intermedia del Centro Universidad Empresa (CUE) del ITESO. En ese sentido, Stella Maris añade es necesario que los emprendedores “conozcan sus habilidades y fortalezas para, así, tener presentes sus debilidades y saber buscar al socio o empleado adecuado para reemplazar esas debilidades”.

Dentro de las áreas en las que se ve más crecimientos en materia de emprendimiento, ambos integrantes del programa comentaron que, según estudios recientes, destacan lás áreas de salud, moda y, en el caso de Jalisco, alimentos y bebidas y servicios.

Entre los temas a tratar a lo largo del taller, de 83 horas en 19, se encuentran el concepto del negocio, estudio de mercado, técnico y financiero y plan de mercadotecnia. Además, se desarrollarán temas y apoyos complementarios que cubren diversos aspectos como coaching empresarial, alternativas de financiamiento, panel de empresarios, simuladores de negocios, asesoría individual especializada, aspectos legales y fiscales, registro de marcas y patentes, responsabilidad social empresarial y la revisión del plan de negocios.

Las sesiones serán los sábados de 10:00 a 13:00 horas, aunque también habrá algunas que tendrán lugar los viernes. Más información sobre costos e inscripciones, puede llamar al teléfono 3669-3434, extensiones 3735 y 3845; escribir al correo electrónico emprendimiento@iteso.mx; o visitar la página web  www.jovenempresario.iteso.mx.

 

Escultor


De la fantasía a la invención

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La imaginación de los escritores ha servido de inspiración a los inventores para  crear productos innovadores que posteriormente se incorporan en la vida cotidiana. Es muy conocido el caso de las novelas de ciencia ficción de Julio Verne que han motivado la invención de productos de uso generalizado en la actualidad. El sitio de la fundación Smithsoniana publicó un texto con diez inventos que tuvieron su origen en la literatura de ficción.

 

El primer submarino, llamado “el Argonauta”, con tanques, compartimiento y periscopio para el conductor fue inventado y construido por Simon Lake en 1898. Su creador dijo que se inspiró en “el Nautilus” de Las veinte mil leguas de viaje submarino, la célebre novela de Julio Verne publicada en 1870.

El helicóptero también fue inspirado por la obra de Verne, en este caso Robor, el conquistador, novela publicada en 1886. El constructor del  primer helicóptero moderno (el VS 300 en 1939), Igor Sikorsky reconoció que de joven leyó esta novela y empezó a pensar en su diseño.  

En 1926 se lanzó el primer cohete impulsado por combustible líquido. Robert H. Goddard, su inventor dijo haberse inspirado en la lectura de La guerra de los mundos de H. G. Wells, publicada por capítulos en un periódico de 1898. 

El uso de la fuerza atómica para conseguir la paz mundial fue imaginado por H. G. Wells en su novela The world set free de 1914. El físico judío Leo Szilard la leyó en 1932 y un año después encontró la forma de producir una reacción nuclear en cadena que fue utilizada en el proyecto Manhattan para construir la bomba atómica.

Los centros de información para el combate instalados principalmente en las flotas marinas fueron imaginados por E.E. “doc” Smith en sus novelas de ciencia ficción de los años 30 sobre una futura patrulla galáctica. En 1947 la marina estadounidense empezó a incorporar estos centros de información en sus buques.

En 1940, el escritor de ciencia ficción Robert Heinlein creó un personaje llamado Waldo F. Jones que inventó un brazo mecánico. Poco tiempo después, a mediados de esa década, se desarrollarían brazos mecánicos reales y en  honor a Heinlein se llamaron “waldos”.

El diseño de primeros teléfonos celulares desarrollados por Motorola a principios de los años 70, fueron inspirados en la serie de televisión Viaje a las estrellas como lo reconoció en su momento Martin Cooper, el director de investigación y desarrollo de esa empresa.

 

Las armas usadas para inmovilizar personas o animales mediante descartas eléctricas son llamadas “taser” en honor a Tom Swift, un personaje de la ciencia ficción creado por el escritor Victor Appleton en los primeros años del siglo pasado. El físico Jack Cover,  inventor de esta arma, le puso “taser”, un acrónimo de las siglas Thomas A. Swift Electric Rifle.   

El software de Quick Time desarrollado por Steve Perlman para Apple fue inspirado por un capítulo de la serie “El viaje a las estrellas. La nueva generación.”

El Second Life , uno de los juegos virtuales más populares en la historia, fue creado por Philip Rosedale inspirado en la novela Snow Crash (1992) de Neal Stephenson. En la trama se describe una especie de universo paralelo en línea en el que los jugadores interactúan y se representan mediante personajes llamados avatars.   

Para una información más completa se puede visitar el sitio de la Fundación:

http://www.smithsonianmag.com/science-nature/Ten-Inventions-Inspired-by-Science-Fiction.html

No sólo la ciencia ficción ha inspirado a científicos e inventores, también el género de novelas de misterio está contribuyendo al desarrollo de la psicología. Maria Konnikova, periodista y psicóloga, publicó el libro Mastermind: How to think like Sherlock Holmes en el que analiza la extraordinaria capacidad deductiva del clásico detective y lo relaciona con nuevos corrientes de la psicología. Konnikova, quien tiene un blog en el sitio virtual de la revista Scientific American escribió: “aunque Sherlock Holmes no era lo que podría llamarse un psicólogo tradicional (incluso ni siquiera fue real), sus insights de la mente humana nos pueden enseñar más de cómo pensar y cómo deberíamos pensar que muchas fuentes convencionales”. El libro se publicó apenas el pasado 3 de enero.  Los imaginarios lectores que quieran saber más de este libro, pueden consultar el blog http://blogs.scientificamerican.com/literally-psyched/2013/01/03/sherlock-holmes-the-mindful-detective/

Toni Puig, la mano detrás del Modelo Barcelona

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Toni Puig recorre las ciudades del mundo para caminarlas, olerlas, mejorarlas, darles una identidad./foto:Luis Ponciano

Entrevista a Toni Puig, un gestor histriónico, hiperactivo, todo un sexagenario ataviado con zapatillas, sacos chillantes y pantalones estilo Ferrán Adrià, el chef superstar. Catalán de pura cepa que abandera el trabajo colectivo y el esfuerzo como garantías de resultados.

 

 

Por Patricia Martínez y Enrique González

 

Si observa con calma las fotos de Toni Puig (Barcelona, 1945) que acompañan este texto, verá que no es precisamente lo que se llamaría un tipo guapo, pero sin duda es todo un seductor dedicado a la gestión de las ciudades. Este enérgico y divertido “bocón” catalán ha caminado por medio mundo occidental —literalmente— para alimentar el amor de su vida: las ciudades modernas, esas que nacieron de la mano de la Revolución Industrial y en las que hoy vive más de 50 por ciento de la humanidad.

La muerte de Francisco Franco y la transición española le vinieron de maravilla a Toni Puig y a Ajoblanco, una revista contracultural que él coeditaba en los años setenta. Los políticos sufrían sus análisis y críticas hasta que un socialista, Pasqual Maragall, nuevo alcalde de Barcelona, lo invitó a que más bien trabajara en su gobierno para mejorar las cosas.

Desde el Ayuntamiento de Barcelona, Puig acuñó el concepto “marca ciudad” (aquello que la distingue de las demás, el ADN de una urbe), y desde el equipo de Maragall convenció a colegas, empresarios, oposición y sociedad civil de que la ciudad tenía un enorme potencial, era bella, única e incluso capaz de organizar unos Juegos Olímpicos.

Puig trabajó durante más de 20 años afinando el exitoso y multicitado “Modelo Barcelona” y ayudó a acuñar frases como “Barcelona Posa’t Guapa (Barcelona, ponte guapa)”, “Barcelona Batega (Barcelona late)” o “BCNeta (BCN limpia)”, además de impulsar la remodelación urbanística, ligada a los cracks de la arquitectura mundial (Norman Foster, Jean Nouvel, Frank Gehry, Richard Meier, etcétera), al turismo, al star system local (Gaudí, Carreras, Dalí, el fútbol, Ferrán Adrià) y al desenfadado, colorido, creativo y cosmopolita estilo de vida mediterráneo.

Autor de libros como La comunicación municipal cómplice con los ciudadanos o Modelo ciudad, Puig estuvo en el ITESO en mayo de 2012 como ponente en la III Cumbre Internacional de Comunicación Política.

¿Por qué Barcelona se presenta como un éxito urbanístico?

Porque no teníamos represión del Estado, y eso es muy importante, porque éramos más creativos. Las ciudades gubernamentales [las capitales de cada país] son especiales, tienen formas sociales, son más conservadoras, y las ciudades segundas y terceras somos más libres, más creativas, más informales. Esto lleva a un reto que es genial, porque tenemos que construir todo, todo es de nosotros [gobierno, ciudadanos, universidades, ong, empresas], no se nos regala nada y esto implica un esfuerzo  que es maravilloso, para la ciudad es maravilloso. Hablo de una cultura del esfuerzo.

Usted dice que para lograr cambios en una ciudad se requiere voluntad política y ciudadana. En México los organismos civiles perdieron la confianza en los gobiernos. ¿Qué reflexión hace?

No puedo contestar. No porque no quiera, sino porque no conozco, pero mi impresión de Latinoamérica, no sólo de México, es que abunda el partidismo. Cuando los alcaldes llegan a los gobiernos, parece un asalto de los partidos [políticos] a las ciudades, para estar del color de la ciudad [verde, rojo, azul,] y esto no es democracia. No es así en todos los sitios, pero es la tendencia que he observado en Latinoamérica.

Uno de los retos que tenemos en el mundo es que los partidos deben ser espacios de formación para los muchachos y las muchachas que quieren liderar las ciudades o los espacios de gobierno. En el caso de las ong, lo que han hecho algunos gobiernos es comprarlas con donaciones de dinero, y entonces callan, pero cuando esto se prolonga y la ciudad no funciona, se desencantan.

¿El problema de la gestión de la ciudad es un asunto de dinero?

No, no, no, no es sólo dinero. Es un problema de la democracia occidental, y los indignados responden a esto. El voto socialista en Francia responde a que la gente estaba cansada de Nicolas Sarkozy [presidente de Francia hasta mayo de 2012] plegado a Angela Merkel en la austeridad. Estaban hartos de sufrir austeridad. Querían otra cosa y lo han dicho.

¿Eso fue lo que le pasó a Barcelona [ciudad sumida en una severa crisis económica, laboral y cultural]?

No tiene nada que ver.

Para explicar algo semejante, ¿hay algo además de la crisis?

Barcelona no tiene nada que ver... Es más sinónimo de éxito que de otra cosa. Barcelona funciona en servicios, en desigualdades estamos más o menos igual porque hemos querido. ¿Qué ha pasado en la ciudad del 2000 al 2008 o 2012? Hay un 50 por ciento de migración... todo lo tenemos en el mismo centro de la ciudad, lo hemos tratado bien, hemos convivido, pero estamos inundados de turismo, hartos del turismo.

¿Y es el turismo que quieren?

Ésa es una pregunta malintencionada.

Es que no lo sé, ¿es el turismo que quiere en su ciudad?

Quiero el turismo que sea, pero la ciudad no está preparada para un turismo rico, porque no tenemos grandes avenidas, no tenemos grandes bulevares, todo lo encontramos en el centro de Barcelona y no da más de sí. El problema de Barcelona es que construimos una casa para 150 habitantes y ahora tenemos 15 mil. Aunque intentes hacerlo bien, esa estructura física no da. Se han hecho bien muchas cosas, pero empezamos a tener problemas en los pisos, en el suelo. Eso hace que Barcelona continúe teniendo una buena estructura de servicios, pero si la gente no ve una buena ciudad, no viene, porque la ciudad no tiene nada para cautivar.

¿Ni el Barça?

Sí, el Barça es como nuestra marca, pero Barcelona no tiene problemas de éstos. En el Ayuntamiento no estamos quebrados, tenemos dinero, pero no sabemos adónde va la ciudad.

¿Y lo sabían?

Lo sabíamos. Lo voy a tratar de esta manera: eres malo para estas cosas (se dirige a Enrique). Yo no hablo por ahí.

Es que así somos los periodistas…

Barcelona funciona muy bien —y quiero ser claro— hasta 2004, pero después viene la gran cagada, la decadencia de Barcelona [con la organización del Fórum de las Culturas.] En 1992 presentamos a Barcelona ante el mundo, en el 2000 empieza el triunfo: turismo, migración, y nos empieza a ir súper bien, pero después teníamos que posicionarnos como una ciudad linda, bonita, más cara, de marca, que había tenido unos Juegos Olímpicos. Era 2004 teníamos que ser la ciudad de los valores estéticos para el mundo. En Barcelona tenía que estar la ONU de los valores éticos [...] lo intentamos, no funcionó, y a partir de aquí empieza la decadencia de Barcelona, y la decadencia primera fue con los propios ciudadanos que, desengañados, no saben adónde vamos. Barcelona está entre paréntesis y todavía estamos esperando; la ciudad puede esperar cuatro años, no más.

Tenemos todas las reservas creativas, intelectuales, pero cuando uno está bien, puede ser una muerte muy lenta [...] porque España está en crisis.

 

Como lo que pasó en Medellín.

Es que a la ciudad le ponen acento los ciudadanos. Las ciudades se construyen a partir de procesos ciudadanos, de un proyecto de polis, de política, por lo tanto han de dar un salto para situar a las ciudades en el nivel que se espera en un mundo globalizado, que sean verdes, que se enfoquen por el talento, que traigan a jóvenes raros.

¿Qué aciertos tuvo el exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, en la gestión de la violencia de la ciudad?

Cuando llegó a Medellín, tenía a la ciudad más violenta del mundo [...] matar a un policía valía 10 dólares. Fajardo zonificó barrios, montó mejores escuelas, contactó con las mafias de la ciudad —que es la política pactada, el negociar. Vale. Aquí no saben qué hacer con la droga, tienen que pactar para que gane la ciudad. Él personalmente pacta para que haya respeto y no violencia, construyó lo que tenía que construir en tres años e hizo más; invirtió 40 por ciento de su presupuesto municipal en educación y cultura, y eso rebajó la violencia 60 por ciento, sin gastar en publicidad.

Y en el caso de México, que vivimos con miedo, ¿puede ser una clave?

Yo no me voy a meter con México porque no los entiendo... Es de los dos países que he intentado evitar hasta ahora.

¿México y…?

México y Brasil son dos países que no se entienden. Brasil para mí tiene un problema muy grande: yo no puedo trabajar con ciudades que han tenido mucho dinero durante mucho tiempo, no les creo. ¿Cómo puedes trabajar con un gobierno que está maltratando la selva? No puedo, no me siento cómodo de verdad, y me encanta el país, me fascinan ellos, son geniales.

 

¿Ha caminado en ciudades con miedo?

Sí, ciudades con desesperanza, como Nápoles; ya no hablemos de México…

Y a una ciudad con miedo, ¿cómo la siente, cómo podría rescatarla?

Qué te puedo contar… En Maracaibo sentía miedo... Las ciudades que no puedes caminar, que no atienden sus calles, sus restaurantes, son ciudades abocadas a la violencia. Ésas no son ciudades sino campamentos para el consumo.

¿Cómo desarrolla ese olfato para saber en qué municipios sí tienen esa voluntad?

Paseándome por la ciudad. Me paseo solo, sin nadie que me influya, y no te equivocas, para nada. O te equivocas muy poco. Ves a la gente, te sientas en un café, vas a la parada del autobús, lo tomas, vas a un barrio lejano, regresas, vas al museo de la ciudad, a un restaurante caro, a otro restaurante no sé qué, te sientas en un banco y en una plaza un par de horas viendo a la gente, tomas notas mentales, y si es una ciudad que te interesa, embonas. Puede que la primera impresión no sea cierta, pero te sientas con la gente que sabe de la ciudad, y escuchas y escuchas y escuchas. No hablas... Escuchas y escuchas y escuchas. Las ciudades no son tan diferentes.

¿Trabajaría con ciudades mexicanas?

No sabría cómo hacerlo en el Distrito Federal, porque igual que Brasil, me supera. En Guadalajara trabajaría por un kit de servicios públicos en cada barrio: el centro cultural, el centro social, el centro de deportes, el centro de información, escuela buena, hospital, guardería... Siete servicios públicos buenos, cercanos. En segundo lugar, plazas seguras y elegantes, cuidando los edificios, con buen equipamiento; tercero, policía de proximidad para estos espacios; después, trasporte público para unir todos estos ejes; luego veríamos qué pasa en el centro, no lo conozco; en este tipo de ciudades hay centros coloniales muy bien puestos, pero no son renovados para el futuro.

Le recordamos a Puig el megaproyecto barcelonés @22 (22barcelona.com) con el que cientos de vecinos de 22 manzanas del barrio del Poblenou, una zona industrial y de viviendas que desemboca en el Mediterráneo, fueron desplazados para instalar ahí empresas y negocios dedicados a la innovación tecnológica y la sociedad del conocimiento, iniciativa que guarda algunas similitudes con Ciudad Digital, proyecto de renovación urbana que se planea construir en los alrededores del Parque Morelos en Guadalajara.  “Los vecinos se quejaron con razón, porque subieron los precios y ellos tuvieron que migrar a otros barrios”, recuerda Puig.

¿Pero es parte de un sacrificio contemplado dentro del desarrollo?

Claro, a veces duele renovar la ciudad. Por eso debes tener una marca muy clara de hacia dónde vas.

¿Hay ciudades que se pueden replicar, como Antigua (Guatemala)?

Sí, y una marca de ciudad debe ser coherente con su ADN. Yo, como parte de un equipo, estuve trabajando diez años en la dirección de los servicios sociales en Barcelona, y lo hicimos muy bien, pero tomamos la ciudad socialmente. Estuve trabajando diez años para conocer la ciudad, convivir con los pobres, con los emigrantes, con la gente en sillas de ruedas, con los drogadictos, diez años en la misma dirección. ¿Sabes lo que es trabajar diez años cada día con la puta miseria, la pobreza, para recobrar una ciudad? ¿Trabajar con los arquitectos absolutamente divinos para remodelar una plaza?

¿En Latinoamérica hay algún modelo de renovación?

Ustedes se han tragado el modelo de Barcelona —sin cuestionarlo. ¿Saben de qué nos sirvió? No se puede criticar un modelo cuando hay una ciudad que no tiene ni idea... cuando Buenos Aires o Santiago de Chile tengan un modelo que exportar, y mientras no tengan un modelo mejor, lo mejor que pueden hacer es callarse y aprender. No hay otro modelo contemporáneo.

Vosotros sois de concepción occidental, sobre todo en el norte, donde hay pésimas réplicas de la mierda de Estados Unidos. El modelo norteamericano de las ciudades ha fracasado; esta serie de ciudades que crecieron a partir del automóvil.

¿Y ni siquiera vislumbra nuevos modelos?

No. Barcelona es un modelo de combinación de la socialdemocracia y de las izquierdas europeas... Es todo lo que la socialdemocracia intentó, todo lo que el partido comunista italiano —que tenía muy buenos pensadores— intentó, todo lo que la España de los movimientos antifranquistas intentó. Es el esfuerzo de muchos y después se estancó porque entramos en la crisis.

Berlín es otra ciudad que le encanta a Puig. Hasta viviría ahí si fuera más joven. Pero esa ciudad-Estado, esa exuberante capital de Alemania, lleva décadas endeudada hasta el cuello y es mantenida por el resto del país. Ni siquiera esto desinfla las opiniones de Puig sobre Berlín.

¿Es el triunfo de un fracaso desde la reunificación?

Empezaron a remodelar Berlín, sobre todo a partir de la parte central de la ciudad, y se dieron cuenta de que nunca podrían tener la actividad económica... que no podrían competir con Fráncfort, con Colonia o con Stuttgart, y entonces aquí viene la apuesta de ciudad: ser la capital cultural y creativa, e hicieron la ciudad más creativa del mundo. Si yo fuera joven me iría a vivir a Berlín, no me iría a Barcelona, que se me hace una ciudad anticuaria, perdida.

¿Cada ciudad tiene sus problemas?

Hay ciudades que tienen turismo, y con el turismo suben los alquileres, y como suben los alquileres, los creativos son expulsados. ¿Qué ciudad va a ser el Berlín de Latinoamérica? Tengo varias opiniones, pero no las pienso dar...

¿Medellín?

No.

¿No lo va a decir?

No. Traten de decir tres.

Seguro está pensando en Lima 

Mmm, no.

Caracas no, ¿verdad?

No, es un desastre, faltan años de adelantarse a [Hugo] Chávez. Es muy dura la vida en Caracas.

¿Rosario?

No... Podría serlo, tenía todas las condiciones.

Alguna mexicana tendría que ser. Guadalajara, Querétaro, Tijuana intentó hacer algunas cosas; Puebla... ¿Puebla?

Sí, Puebla, pero no lo van a hacer.

Oaxaca, entonces.

Oaxaca podría ser, pero les faltó, no tienen visión. Tenéis un problema en este país: dejan todo al gobierno.

¿Mérida?

Sí, está clarísimo, es precioso, pero está abandonado.

¿Vio algo en Guadalajara?

No lo sé. ¿En qué sois buenos vosotros? ¿En hacer tequila? m

Co-working: muchas mentes (y manos) piensan mejor que una

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Argel Arias y su mascota, Hackeroso, afuera de la sede de Hacker Garage./foto:Natalia Fregoso

El trabajo colaborativo o co-working está invadiendo disciplinas como el diseño, la moda, la tecnología, la arquitectura… se trata de una modalidad radicalmente contraria a la del solitario freelance: las tareas que a una sola persona pueden llevarle meses son sacadas a flote por un equipo interdisciplinario. Muchos consideran que comenzará a crear tendencia en este siglo.

 

Jorge Suárez puede levantarse y trabajar cualquier día de la semana sin quitarse la pijama. Está en su casa y lo único que debe hacer es aproximarse a su teléfono para checar cuáles de sus colaboradores están trabajando y en qué. Jorge, un treintañero con estudios en el TEC de Monterrey, es un vivo ejemplo de un emprendedor de tiempo completo que ha encontrado en el trabajo colaborativo la clave para llegar más pronto a sus metas. Y compartir el éxito.

Una nueva forma de articular el trabajo profesional corre poco a poco como un reguero de pólvora al que se le ha acercado un cerillo: ni freelances solitarios —forma de trabajo que se volvió popular sobre todo a finales del siglo pasado— ni sociedades empresariales, sino comunidades colaborativas que por lo general incentivan y provocan lo que se conoce como co-working.

No existen cifras exactas, pero las múltiples referencias en diarios, revistas y blogs sugieren que el co-working ha pasado de ser una moda a convertirse en una verdadera opción comprobable de éxito. Y crecen los espacios consagrados a promover experiencias e interacciones. Existen en el mundo más de mil de estos proyectos que están en pleno desarrollo; en nuestro país hay ya casi cien, y en Guadalajara se sabe de la existencia de al menos una decena.

De acuerdo con Jorge Suárez, director de Cloudsourceit (cloudsourceit.com), una empresa dedicada al desarrollo de apps para plataformas móviles, el co-working o trabajo colaborativo es la mejor forma de hacer las cosas. “En algún momento llegué a tener una empresa con 14 empleados, y creo que en específico en los emprendimientos tecnológicos, lo que es videojuegos, lo que es start-ups, todo lo que está en móvil… es mejor por esta vía… En la forma tradicional se vuelve más pesado; en cambio, de manera colaborativa puedes encontrar gente súper talentosa, que simplemente salta y se integra al proyecto, lo hace suyo y luego se sale de él y no hay dolor porque está configurado para que así sea. O salta y se queda ahí años. Tu negocio y tu oficina están en tu teléfono móvil”.

El co-working no es exclusivo de quien se dedica a emprender negocios en el área tecnológica, pero sí es ahí donde ha tenido más auge. Cocreador también de Karaokulta (karaokulta.com), una empresa que desarrolla planes de negocio y mercadotecnia para los desarrolladores de aplicaciones y juegos que quieren publicar en las appstores de iOS y Android, Jorge Suárez comenta: “Esto es algo relativamente nuevo, porque en la historia no se había visto nunca que existieran, no sé, 23.3 millones de dispositivos de algo que te pudiera ayudar a vender, y ahorita ya hay como 100 millones de iPads, que son como 100 millones de tienditas a las que les puedes vender, o con las cuales puedes interactuar. Igualmente, por primera vez en la historia, el talento joven es igual o mejor y más importante que el talento experimentado. Ahí es donde yo creo que el trabajo colaborativo no tiene vuelta de hoja”.

Jorge Suárez en su oficina de KaraOkulta.

Un espacio colaborativo

Para hablar de co-working, dicen las directrices que han trazado en el ámbito mundial sus promotores, es necesario tener muy presentes los valores principales que fomentan, piedra angular para que la comunidad crezca y se fortalezca: accesibilidad, apertura, sostenibilidad, colaboración y sentido de comunidad. De hecho, uno de los primeros y más fuertes pasos que dio la comunidad mundial co-working fue la de reunirse y comprar hace un par de años el dominio co-working.com. Aunque el sitio aún no está activo, se planea desarrollar uno que ligue la palabra co-working con sus principios fundamentales. Los países en los que se ha dado más desarrollo de esta forma de trabajo son Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y Alemania.

Pero no sólo el asunto tecnológico aparece cuando se hace una inmersión en el mundo del co-working. Una de las comunidades internacionales más fuertes es The Hub (the-hub.net), un ecosistema de emprendedores e innovadores sociales que en la actualidad cuenta con 31 espacios de trabajo en todo el mundo y una red profesional de más de cinco mil miembros. Su lema: “El espacio que inspira, conecta e impulsa al innovador social”.

La página web de esta comunidad en Madrid (madrid.the-hub.net), dice: “Creemos que no hay carencia de ideas para resolver los problemas de nuestro tiempo. Pero hay una carencia aguda de colaboración y estructuras de apoyo para contribuir a que éstas se lleven a cabo. El Hub nace para contribuir a solucionar esta carencia. Nos propusimos crear espacios que combinasen lo mejor de una comunidad de confianza, un laboratorio de innovación, una incubadora de negocios y las comodidades de una casa […] Espacios para el encuentro, el intercambio y la inspiración. Siempre llenos de gente haciendo cosas increíbles”.

The Hub ha logrado que se abran 25 espacios en varias partes del mundo: Madrid, Londres, San Francisco, Melbourne, Johannesburgo y Oaxaca (huboaxaca.org) son sólo algunos de los más activos.

La magia del trabajo colaborativo se da cuando se encuentran personas que tienen intereses comunes y que deciden trabajar en conjunto: mientras que en circunstancias normales podrían tardar años en levantar un proyecto, de esta forma, con la ayuda de todos, en meses podrá estar en marcha.

The Workshop, estudio de diseño de joyería contemporánea. 

¡Hackers, salven a Guadalajara!

La vieja casona de reja verde de la calle Vidrio en la colonia Lafayette (aunque los recibos de la CFE digan que se llama Obrera), en Guadalajara, no necesariamente les dice mucho a quienes pasan por ahí. No tiene letrero y hay días que incluso parece abandonada. En otros momentos es un hervidero de gente, un entrar y salir hasta altas horas de la noche.

Si uno entra en la casa y pregunta por Argel Arias, muy pocos sabrán de quién se trata. Si, en cambio, pregunta por Levhita (levhita.net), nombre que utiliza en las redes sociales (@levhita), todos le indicarán dónde está. Es cocreador, junto con Ruy Cervantes, de Hacker Garage (hackergarage.mx), el espacio de co-working más exitoso de Guadalajara. Levhita define al proyecto como un Hacker Space: lugar en el que las personas pueden reunirse para hacer comunidad, trabajar y convivir. “Es común que se realicen conferencias, cursos, talleres y reuniones sociales. Los hackerspaces nos distinguimos por una apertura extrema a las personas interesadas en participar”.

Levhita es un convencido de que no únicamente deben existir comunidades especializadas en cuestiones técnicas, como Hacker Garage, sino que las posibilidades deben expandirse a todas las disciplinas: “El principal logro es el enorme ecosistema que ha surgido alrededor y en paralelo al Hacker Garage; suelo hacer la broma de que nosotros realmente no hacemos nada, más que poner el lugar”.

Actualmente existen muchos grupos con diferentes ramales, pero el proyecto Hackers & Founders (facebook.com/hackersandfoundersgdl) sin duda es la mayor y más sólida de las comunidades que existen alrededor de Hacker Garage. Liderado por Mak Gutiérrez (@makote) y Carlos Farías (@startup_mx), Hackers & Founders es una comunidad basada en la pregunta “¿Qué necesitas?”. Simplemente hay que llegar a las reuniones que se celebran el último jueves de cada mes a las siete de la noche y conocer a los que serán tus futuros socios: aprender y emprender. Lo que uno encuentra en esas reuniones es básicamente camaradería y, de manera muy informal, bebidas que otorgan diversos patrocinadores. A simple vista parecería una reunión de amigos y, si bien entre los que visitan el lugar hay quienes lo hacen de manera constante, también hay quien lo hace por primera vez. Es cosa de socializar, contar un poco una idea de negocio, y ése será el cerillo que encontrará la pólvora entre la comunidad de hackers que ayudarán a que el proyecto se concrete.

Por lo general, luego de la socialización, se interrumpe el cotilleo para que uno o dos invitados expongan brevemente algún caso exitoso que haya empezado así, como el que apenas se está incubando. Después de algunos minutos de escucha, se vuelve a lo importante: la socialización, los contactos, la comunidad, con la que posiblemente termine asociándose quien acudió.

Hackers & Founders se ha sumado a otro proyecto de carácter mundial llamado Startup Weekend (startupweekend.org), cuyos impulsores en el capítulo Guadalajara (guadalajara.startupweekend.org) han sido, entre otros, el propio Mak Gutiérrez y Carlos Farías. El Startup Weekend es un acontecimiento alucinante para aquellos a quienes les gusta sentir la adrenalina, emprender, trabajar horas seguidas sin dormir, hacer relaciones y, finalmente, ver concretado un proyecto de negocios. En un fin de semana —de viernes a domingo por la noche—, un grupo de emprendedores, curiosos, diseñadores, programadores e incluso inversionistas se reúnen en un espacio —en el caso de Guadalajara ha sido en el ITESO y en la Universidad Autónoma de Guadalajara— para construir un proyecto tecnológico y probar si una idea de negocio es viable.

Levhita recuerda en particular dos casos bastante exitosos de proyectos que pasaron por el Hacker Garage: Wowzer (wowzer.com) y Referee Pro (siine.com/es/RefereePro.html). El primero es una herramienta de reclutamiento de personal por medio de video; el segundo es una app que simplifica el arbitraje en el futbol y que ya se utiliza en el FC Barcelona de España.

Para Levhita ha sido fundamental la participación de dos espacios un poco más virtuales en el caso de las comunidades colaborativas: SumaValley (sumavalley.mx) y The Founders Institute (fi.co), ambas impulsando fuertemente el emprendimiento en la ciudad.

Otro espacio importante es, por supuesto, el Programa para la Gestión de la Innovación y la Tecnología (Proginnt) del ITESO (proginnt.iteso.mx), que incluye una incubadora y una aceleradora de empresas de base tecnológica, servicios integrales de consultoría e inteligencia competitiva, y por supuesto, el Parque Tecnológico, que alberga a 27 empresas y tres laboratorios.

 

Nevermind espacio de trabajo de colaboración.

La joyería y la costura también dan la cara

No es raro que en el caso de Guadalajara, donde en los últimos años ha florecido el negocio de la joyería y donde se encuentra el centro joyero más grande de América Latina (el Magno Centro Joyero San Juan de Dios), exista también una comunidad colaborativa enfocada al desarrollo de esta industria, que está integrada por orfebres, artistas plásticos y diseñadores.

The Workshop Estudio (theworkshop-studio.com) nació por iniciativa de Daniela Rivera, una apasionada de la joyería contemporánea.

Es un centro interdisciplinario; funciona también conforme a ciertos códigos generales de cualquier otro co-working, con el aderezo de que ofrecen a sus colaboradores workshops o talleres dinámicos y experimentales donde las artes aplicadas y visuales convergen en el desarrollo de piezas. Igualmente, existen áreas de oportunidad para contactos, así como generación de proyectos tanto interdisciplinarios como personales y colectivos.

También la industria del corte y la confección participa con algunos experimentos colectivos: en inglés se le conoce como co-sewing (costura en común). Se trata de espacios amplios y generalmente abiertos, con maquinaria especializada, mesas de corte, agujas e hilos por todos lados y, por supuesto decenas de aficionados conviviendo con profesionales del diseño y la costura. El co-sewing comparte los mismos principios que cualquier otro co-working: apertura, conocimiento, sinergia, flexibilidad, comunidad. Y tiene el mismo origen: aquellos cafés con servicio de internet a los que acudían los freelancers para conectarse a internet o para no trabajar en la soledad de su casa. La diferencia está en que no cualquiera puede tener acceso a cierta maquinaria para coser, mientras que en los demás proyectos de co-working los equipos de trabajo (computadoras, esencialmente) son de acceso relativamente fácil.

Y aunque los espacios de co-sewing no son tantos en el mundo como los de co-working (al menos en México no hay pistas ni registro de alguno), no sería raro que en el corto plazo se abra alguno. Por lo pronto, en Madrid existe el Teté Café Costura (tetecafecostura.com), el primer espacio con este concepto en el país, nacido en 2011, y que pretende ser un punto de encuentro donde la costura y la moda sean un medio de comunicación no verbal.

La fuerza de las redes sociales

Juan Carlos Jiménez —Knito para los cuates— es un diseñador gráfico convencido de que el trabajo colaborativo ha llegado para quedarse mucho tiempo. Su hipótesis parte del hecho de que las redes sociales propician el diálogo desde la individualidad, y ello puede generar contacto con personas que comparten los mismos intereses aunque no vivan en las mismas ciudades y, finalmente, la realización de proyectos.

“De repente te encontrabas un poco aislado, en tu casa, trabajando en tus proyectos personales y, al inicio, el Facebook —quizá más que Twitter, en mi caso— me abrió la puerta para comenzar a crear cierta empatía con quienes estaban trabajando cosas interesantes. Es así: subes un diseño, te lo comentan y empieza a desmadejarse el hilo que conducirá a que en un momento dado venga la propuesta para hacer cosas en conjunto”.

Desde la ciudad de México, Juan Carlos participa en proyectos que lo han llevado por diversas partes del país, y que si bien se centran en el diseño y la ilustración, no se circunscriben sólo a ellos: pasan por la música y el trabajo colaborativo en un taller en el que se fabrican de forma artesanal piezas de autor, playeras, pósters, calendarios, lo que se pueda.

Knito está involucrado tanto en espacios colaborativos físicos como en co-working virtual. El proyecto que actualmente lo absorbe nació de uno de sus contactos de Twitter: Abril Cortés. Se trata de un calendario ilustrado por artistas de Xalapa, Puebla y el DF. El trabajo en físico, con el “pulpo” para la serigrafía, se haría en Puebla, y posiblemente se imprima en Xalapa. Todo el proyecto se ha resuelto vía Skype y correos electrónicos. Todos se encuentran emocionados con este proyecto en el que se involucran de diferentes maneras y producen algo que difícilmente podrían hacer solos. “Además está el extra de poder estar en diferentes estados, de promocionar tu obra y compartir espacio con artistas con los que te identificas y admiras […] de repente no tienes calculado hasta dónde puede llegar tu obra; a mí me ha contactado gente que no conozco para pedirme obra, gracias a proyectos como éste”, dice Juan Carlos a través de Skype.

En el caso de Guadalajara, el nombre de Linux Cabal (linuxcabal.org) aparece constantemente. Los diversos grupos de co-working reconocen este proyecto como el pionero en esta forma de trabajo. Es muy específica su área —el software libre—, pero las reuniones de co-working siguen realizándose desde hace varios años.

En cuanto a los nuevos espacios en la ciudad, es justo mencionar a D4 Reality (d4reality.com), que cuenta con dos sucursales en Guadalajara (una de ellas en el Parque Tecnológico del ITESO) y a Nevermind (nevermind.mx), un espacio pensado específicamente para arquitectos, diseñadores y profesionistas de industrias creativas.

El co-working, terreno ideal para freelances, bloggers, diseñadores, arquitectos, video-bloggers, webmasters, estudiantes, gente que inicia su proyecto de negocio y negocios pequeños, está en auge. En España existe ya incluso una publicación especializada en el tema: Cografía (cografia.es). Datos como éste nos hacen ver que estamos presenciando apenas el inicio de una historia que bien podría cambiar ciertas dinámicas de producción mundial. m

Policía Comunitaria en Guerrero: la justicia de todos

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La Policía Comunitaria actúa en doce municipios de la Montaña y la Costa Chica de Guerrero, que integran a 77 comunidades de indígenas tlapanecos, mixtecos, amuzgos y mestizos. Cien mil habitantes son beneficiarios de este sistema de seguridad y justicia./foto:Daniela Rea

Este texto forma parte del libro Entre las cenizas: historias de vida en tiempos de muerte (editorial Sur Plus), escrito por diez miembros de la red Periodistas de a Pie. En este capítulo, Daniela Rea —quien también coordinó la edición junto con Marcela Turati— revisa la historia de la policía comunitaria de la Montaña de Guerrero. Así como las comunidades indígenas se unieron para protegerse de los delincuentes, el libro recoge testimonios de ciudadanos que se organizan en todo el país para resistir a la violencia.

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Ahí vienen. Por la vereda de tierra los hombres suben hasta la cima del pueblo. Uno tras otro a pasos lentos, algunos andan descalzos. Ése, de brazos fuertes y caminar holgado, es Trinidad, quien hace unos meses intentó secuestrar a un taxista. Unos metros más allá anda el joven Raúl, de mirada altanera, aún orgulloso de haber matado a un muchacho en una riña. También se acerca José, culpable de asesinar a uno que intentó violar a su mujer.

En la cima del pueblo, bajo un árbol que extiende generoso sus ramas, aguardan otros hombres armados con escopeta o rifle al hombro. Se miran y se saludan con camaradería, mixtecos, tlapanecos, nahuas, mestizos.

“¿Cómo le va?”, se preguntan, chocan las manos, se palmean la espalda como si recién terminaran una cascarita de futbol, pero lo que ocurre aquí es el encuentro entre delincuentes y sus vigilantes, los policías comunitarios.

Cansados del silencio y la complicidad del gobierno con los criminales, los indígenas de la Montaña de Guerrero se organizaron desde hace casi 20 años para vigilar su territorio. Escogieron entre sus vecinos a los más capaces y respetados, los armaron con escopetas y machetes, y formaron su propia guardia. De manera paralela, crearon un sistema de justicia que desde entonces intenta controlar la inseguridad y la violencia en las zonas más pobres del estado, al sureste del país, ese cinturón marcado históricamente por la miseria. Son los policías comunitarios.

“Se confía en la policía porque es vecino del pueblo y se conoce bien”, dice orgulloso don Fulgencio Castro, un viejo indígena tlapaneco que apenas habla español, de dientes despostillados, exhibidos sin pudor en una sonrisa. “No necesita certificación como gobierno que paga millones y millones y no hay confianza. Aquí sí, el detenido sabe que el policía no es borracho, no pelea, cuida al pueblo, pues”.

Cerca de él, sobre las piedras o recargados en el árbol, se acomodan los hombres recién llegados del río, donde tomaron un baño.

Don Fulgencio es un campesino analfabeta, como casi todos los mayores del pueblo, que una vez a la semana acude con los presos y les lleva el consejo para no hacer mal. Estas charlas son conocidas como reeducación de los criminales. “No vuelvan a cometer error —les dice—, porque dañan a la sociedad que quiere vivir tranquila, si asaltan, si matan no conviene porque sufre la gente, su familia y ustedes también”.

Está sentado a la sombra del gran árbol. Junto a él, los policías comunitarios y los detenidos. Es domingo al mediodía y Capulín Chocolate, esta comunidad de la Costa Chica de Guerrero, descansa apacible, de panza al sol. La gente se refugia bajo los tejados mientras una carcacha circula por las calles de tierra anunciando por altavoz las promesas políticas tan desgastadas como el sistema de justicia al que dieron la espalda. Los indígenas dijeron no a la fábrica de culpables, a la compra de jueces, a la tortura como técnica de investigación, a la criminalización de víctimas para intimidarlas y obligarlas a desistir en su reclamo, a la corrupción, a la justicia que tiene precio. Como ocurre en el país entero, donde 98 por ciento de los crímenes queda sin castigo y los agraviados sin verdad.

La Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) es nombrada en asamblea y es el organismo responsable del sistema de justicia.

Trinidad, un joven de 19 años vestido con mezclilla y huaraches, llegó con el resto de los detenidos luego de pasear un rato por el río como cada domingo, su día de descanso. Lleva tres meses de comunidad en comunidad arreglando carreteras, escuelas o lo que esté feo. Su castigo es sanar con su trabajo el daño hecho al taxista que intentó secuestrar y al pueblo vulnerado por ese crimen.

Dice que prefiere este sistema al oficial, porque el dinero no compra la justicia y aquí no está encerrado todo el día. Cuando lo detuvieron no pensaba así. Estaba enfurecido. Se negaba a escuchar el consejo del campesino Fulgencio o de mujeres católicas o evangélicas que acudían a leerle la Biblia. Luego aceptó ir, nomás para no aburrirse, y de tanto escucharlos entendió que había hecho mal.

“Cuando empecé ese pleito y detención sentía coraje, pero cuando pasó tiempo sentí arrepentimiento. Estoy agarrando sentido que hice mal, pero hay que reconocer y ser gran persona para bien de nosotros, de mi familia”, platica tímido, con la mirada baja y las manos hechas nudo.

Raúl, un joven de 25 años, no piensa como él. Está detenido porque mató a un hombre en una riña. Es el segundo en su haber. Al primero lo asesinó a los 18 años y fue juzgado en el sistema oficial. Se acerca e interviene en la plática.

“Allá, si pagas a la familia, estás libre. Es más justo, porque regresas a cuidar a tu familia que no se queda sola. El dinero ayuda, pues”, dice. En realidad, libró la prisión tras corromper al juez.

Don Fulgencio presume con orgullo que ésa es la primera diferencia entre la justicia comunitaria y la oficial. La primera aspira a ser de todos. Por eso en este sistema no hay dinero ni abogados, quien defiende al detenido es su familia, los vecinos o testigos que pueden alegar a su favor. En el caso de Trinidad, fue su padre quien lo representó.

Para la Policía Comunitaria, con base en sus creencias ancestrales, si una persona hace daño a otra es porque la educación en el hogar falló y la comunidad entera debe salir al paso para que no vuelva a hacer mal. Así, cada habitante tiene tarea por hacer. En su estructura, los policías vigilan el camino y detienen a los delincuentes, otros habitantes actúan como jueces y dictan el tiempo de castigo que pasarán de pueblo en pueblo haciendo faenas. Los mayores, como Fulgencio, son los responsables de la reeducación, y las mujeres preparan la comida para alimentarlos a su paso por el pueblo. Mientras en el sistema tradicional a alguien que robó un pescado le dan un año de cárcel, en este sistema la condena es sanar con su trabajo las heridas colectivas.

“Sí, la justicia es como una red que se teje entre todos”, explicará luego Cirino Plácido, uno de los fundadores de la Comunitaria.

—Si hay uno que no teje, falta pedazo. O si teje mal, se rompe.

 

Hace 18 años, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional visibilizó a los pueblos indígenas y nos plantó de frente su dignidad, otro ejército de rebeldía se gestaba en silencio.

En la Costa Chica de Guerrero, al sureste del país, los territorios estaban minados por el olvido, la pobreza y la violencia criminal, que actuaba con la venia del Estado. Aquellos años, hombres armados solían detener las trocas de pasajeros en los caminos y robar a los indígenas los pocos pesos obtenidos de la venta de café o maíz o el apoyo del gobierno; en ocasiones, mientras asaltaban, violaban a las mujeres frente a sus padres o maridos. Abundaban los robos de vacas o de cosechas enteras, las deudas entre vecinos terminaban en riñas o asesinatos; era común ver a mujeres golpeadas por los esposos alcoholizados.

Cuando los indígenas de Guerrero supieron del levantamiento en Chiapas, escribieron a sus hermanos zapatistas una carta que, según Cirino Plácido, su redactor, decía más o menos así: “Su demanda es nuestra, después de luchar por justicia y no llega, no vamos a enloquecer y tirar al mar. El arma más importante es la conciencia y la organización”.

La resistencia corría por sus venas y por las veredas. En estas tierras nació y fue sepultado el guerrillero Genaro Vázquez, quien en la década de los setenta encabezó una lucha política y armada contra los gobiernos caciquiles del estado. Con esa herencia de rebeldía, los pueblos se organizaban para protestar por el robo de elecciones, la falta de maestros, o la estafa de los apoyos sociales que terminaban en las alforjas de los caciques.

En junio de 1995, el gobierno quiso dar una lección a los rebeldes. Policías estatales emboscaron y masacraron a 17 campesinos que se dirigían a una asamblea política en Aguas Blancas. Sus cuerpos quedaron abatidos en la tierra, junto a la camioneta de redilas donde viajaban. La sangre corrió en la Costa Grande de Guerrero, pero dolió en cada rincón del estado.

“Aprendimos que el gobierno no juega. Nos dejó claro que no puede haber confianza porque nunca va a responder las demandas de la gente de abajo. En la realidad persigue, mata”, explica don Cirino.

Cirino Plácido es un hombre de mirada chispeante, como sus ideas. Cuando apenas era un adolescente salió de la montaña de Guerrero y llegó a la ciudad de México ávido de aprender. Como indígena sólo encontró oportunidad de sobrevivir trabajando para una familia que le malpagaba con un cuarto y dos comidas al día. Hambriento, se escabullía por las madrugadas a la cocina, remojaba las tortillas duras y las tragaba a escondidas, sin hacer ruido. “Si eres pobre y eres indio, hasta cualquier perro te humilla”, aprendió aquellos años. Un empleo de ayudante de panadero lo sacó de esa esclavitud, luego fue albañil, obrero, y un día llegó a ser policía municipal en el Estado de México. No lo sabía entonces, pero ese trabajo le serviría años después para dar vida a la Comunitaria.

En 1995, apenas unos meses después de la masacre de Aguas Blancas, la crisis de inseguridad colmó a los pueblos cuando una niña de ocho años fue violada y asesinada. Entonces, don Cirino y otros compañeros de organizaciones campesinas, magisteriales e indígenas, comenzaron a pensar en opciones para abatir la inseguridad.

“Ya veníamos discutiendo qué hacer, cómo encontrar respuestas. Ya teníamos idea de lo colectivo, aunque no entendíamos eso de la autonomía. Pero entendíamos que era necesario organizarse, discutir qué hacer. Nos arrimamos varias veces al gobierno y vimos que no da solución. Y pensamos cómo recuperar nuestro derecho colectivo. El ‘nosotros’ estaba pisoteado con la idea del ‘yo’ que nos metió el gobierno”. Don Cirino da cátedra. Aunque ahora no tiene cargo en la Comunitaria, y pese a su juventud —ronda los 50 años—, es una especie de abuelo sabio al que recurren sus compañeros cuando pierden la brújula.

Ese octubre, al poblado de Santa Cruz del Rincón llegaron representantes de 22 comunidades con las ideas ya trabajadas, instalaron una asamblea general y fundaron la Policía Comunitaria.

En aquel entonces, recuerda don Cirino, eran un grupo de campesinos con sus herramientas de trabajo, machete casi todos, vigilando el territorio. Para hacerse de armas, municiones y uniformes cada pueblo se las ingenió. Algunas vendieron el solar o la parcela, otras remataron los puercos que sin dueño andaban por los corrales comiendo la cosecha. Aprendieron a usarlas. Eso no fue problema. Él, con la experiencia de policía, les dio las primeras lecciones.

“Lo difícil fue romper la sumisión. Nos hicieron creer 500 años que lo que viene de arriba está bueno. Éramos indios, campesinos, y costaba creer que podíamos agarrar al poderoso, gente importante, pesada y llevarla a rendir cuentas”, suelta aún sorprendido por la lección que dieron entonces.

Los dos primeros años, la Comunitaria sólo vigiló el territorio y llevó ante la justicia oficial a los detenidos. Pero luego éstos pagaban al gobierno corrupto y salían hambrientos de venganza. Así, resolvieron crear su propio sistema de justicia. Se creó la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, dividida a su vez en tres regiones. Cada una tiene tres coordinadores que fungen como jueces, y los consejeros, quienes dan reeducación.

Si el apoyo al EZLN los puso en el mapa de focos rojos del gobierno, la creación de la Policía Comunitaria los colocó en la mira. El gobierno no se arriesgaría a que otros rebeldes, como lo hicieron 30 años atrás los guerrilleros comandados por Genaro Vázquez, pusieran en jaque su autoridad. Y comenzó a maquinar estrategias para desactivarlos.

Algunos vienen a caballo, otros se amontonan en camionetas de redila. Casi todos andan a pie. Descalzos, con huaraches, con sus botas consumidas. Hombres, mujeres, algunos ancianos. Con los hijos en un brazo y los morrales de comida en otro. Algunos llevan hasta cinco horas bajo el sol, sedientos. Desde lejos, la fila de peregrinos delinea los cerros. Van rumbo a San Luis Acatlán, la cabecera municipal más importante en la región. La peregrinación de indígenas llega a unos 5 mil participantes.

Corre el año 2002. Cinco comisarios comunitarios están encarcelados, acusados de secuestro por el gobierno de René Juárez Cisneros. No es la primera vez que ocurre: en su historia, más de una veintena ha sido detenida, uno de ellos aún cumple una condena de 30 años. La prisión como estrategia para desarticularlos.

La organización hizo el trabajo del gobierno. Para entonces habían reducido en 90 por ciento los asaltos, homicidios y violaciones en el territorio, y de 22 comunidades extendieron sus dominios a 65 en diez municipios, con 600 policías y 100 mil ciudadanos beneficiados. El costo había sido alto. Además de las acusaciones de secuestro, dos policías fueron asesinados en venganza después de dejar su cargo.

La peregrinación de los indígenas avanza a paso lento. Desde el altavoz se escucha su reclamo: “Al gobierno duele que campesinos analfabetas hagan impartición de justicia, cuando hay gente que estudió derecho y que hace muy mal las cosas. Es una vergüenza para él, se desmorona su poder y no quiere eso”.

Se dirigen hacia las oficinas del Ministerio Público de San Luis Acatlán, donde están presos los comandantes. Bordearon cerros, ahora cruzan calles. Los vecinos de la pequeña ciudad, con tantos habitantes como los indígenas que vienen marchando, los miran curiosos, más bien asombrados. ¿De dónde salieron tantos y qué vienen a buscar? Los indígenas rodean las oficinas ministeriales, entran por sus compañeros y la policía judicial responde cortando cartucho.

“Digan cuál es el delito de nuestros compañeros”, reclaman a gritos a las autoridades. Protegidos por sí mismos, desarman a los judiciales. De un momento a otro, los militares y policías del gobierno los cercan y les lanzan un ultimátum: “¡Tienen 30 días para entregar las armas! De lo contrario va a entrar el Ejército, porque son ilegales”.

Ellos, que llevan todo el día en resguardo de sus compañeros, rechazan la propuesta y anuncian resistencia: en adelante nadie venderá agua y tortilla al Ejército, que a los tres días se verá obligado a salir de la zona para evitar conflictos políticos. Atrapado en su propia amenaza, el gobierno les ofrece liberar a los policías, certificarlos como parte del Estado y de paso enseñarles a leer.

“Ataquen las causas, no a la Comunitaria”, les dice don Cirino en alguna de las mesas para exigir la liberación de los compañeros, “la Comunitaria va a desaparecer cuando no haya secuestro, violación, asalto, muerto; que no haya pobreza”.

 

Los policías comunitarios son elegidos por la Asamblea para las tareas del cuidado y la vigilancia, por ser personas conocidas y respetadas por sus vecinos. Actualmente suman 700 elementos.

Una muralla de costales rellenos de tierra, destripados por el paso del tiempo, anuncia la llegada al pueblo de Jolochitlán. Los habitantes la construyeron para protegerse de los extorsionadores que, por ahí de 2009, comenzaron a llegar a la Montaña a exigir dinero a maestros, ganaderos y cafetaleros a cambio de respetarles la vida. Fue la primera alerta de la incursión del crimen organizado en las tierras de la Policía Comunitaria.

En la Montaña de Guerrero ha existido una relación histórica con el crimen organizado. El estado con mayor grado de pobreza del país encabeza también la lista de producción de amapola junto con Chihuahua y Sinaloa. Al menos desde el último medio siglo, los indígenas siembran enervantes entre sus milpas, condenados a una dinámica de esclavitud con los narcos. Todos lo saben, pero se tolera porque se reconoce como la única opción de los pueblos para sobrevivir.

Así fue durante muchos años. La relación se mantenía en los límites de la siembra. Pero la Montaña pasó de ser territorio de producción a zona de consumo. Ésa fue la segunda alerta para los comunitarios. En poblados vigilados por ellos, como Buenavista, comenzaron a ver jóvenes fumando marihuana. Alarmados, los vecinos intentaron resolver el problema enviando a los consumidores a la reeducación o revisando las mochilas antes de entrar a la escuela. No se encontraron soluciones. Cada propuesta escala a un mayor problema y las causas de fondo, esa miseria histórica, continúan haciendo metástasis.

Para don Cirino se trata de una nueva forma de represión del gobierno. Si antes los acusó de guerrilleros, ahora de narcos.

“El Estado ha buscado cientos de formas de represión, nos ha acusado de guerrilla, ahora de narcotráfico y como no hace nada para detener violencia, ya llegó a las comunidades. Tenemos violencia del narco y violencia del gobierno que nos dice narcos”.

El punto de quiebre ocurrió en octubre de 2011 cuando cinco hombres fueron detenidos en dos camionetas por transportar casi 600 kilos de marihuana en el territorio por ellos resguardado. Era la primera vez que se enfrentaban a un caso similar. No sabían si entregarlos al gobierno o juzgarlos bajo sus reglas, como lo hacían desde 15 años atrás con los delincuentes comunes. Se convocó a una asamblea general, llegaron 500 habitantes, coordinadores, consejeros, ancianos, hasta el secretario de Seguridad Pública estatal. Ante ellos estaban los detenidos, descalzos y amarrados de manos o pies, con el cargamento expuesto.

La primera en hablar fue la señora Hernández, madre de dos jóvenes acusados. “Estoy aquí porque quiero llegar, pues, a un acuerdo con ustedes como máxima autoridad. Pues como ven, mis hijos cometieron estos errores. Estoy reconociendo el error, pero ustedes me pueden ayudar porque yo lo que quiero es que mis hijos los suelten”, dijo en su cortado español.

El único acusado que no era indígena pidió la palabra. “Me llamo Gabriel Orozco Nieto. No vean en mí esa persona, vean en mí un ser humano como ustedes que quiere ganarse un peso, que se pierde, que me vean a alguien como un ser querido, no como lo que tratan de hacer que me vean”, es decir, un narcotraficante. Luego alegó que lo detuvieron de manera injusta y no le permitieron llamar a su familia.

Vestido de blanco lino y custodiado por sus propios guaruras, el secretario de Seguridad Pública dijo a los comunitarios que no tenían capacidad para tratar temas de tal seriedad y pidió que le entregaran a los detenidos y la mercancía.

Deliberaron de manera pública. Las manos se levantaron, tomaron el micrófono: “No tenemos el ánimo de hacerle guerra al narcotráfico, de meternos en la vorágine de esa guerra, pero no vamos a permitir conductas que afecten la armonía de nuestras comunidades”, lanzó un consejero; “dicen que hay que entregarlo al gobierno, pero el gobierno somos nosotros, y ellos parte de nuestra casa”, sumó uno de los coordinadores; “jóvenes, nosotros los queremos, pero los queremos recuperados, la comunidad no está contra el narco, más bien ellos están contra sí mismos”, dijo otro; “el culpable de todo este fenómeno de violencia social es la pobreza, la falta de educación, de oportunidades; los mixtecos no son narcotraficantes, ellos sólo siembran o la acarrean”, opinó un anciano, y otro más dijo que “ésta es una guerra de pobres contra pobres, ¿quiénes están de soldados, de policías, de sicarios? ¡Hijos de campesino! Por eso al cobarde le conviene esta guerra para dividirnos”.

Serio y malencarado, el secretario atestiguó la votación: los comunitarios decidieron procesar a los detenidos porque, igual que hace 15 años, no confiaban en el sistema de justicia oficial.

Las semanas posteriores a la asamblea, los coordinadores comunitarios recibieron amenazas por teléfono, les reclamaban a los acusados y la droga. Se negaron. Reforzaron las barricadas y aumentaron el número de policías. Aún los acusados esperan sentencia.

“El caso del narcotráfico demostró que la Comunitaria tiene fuerza y su decisión es respetada por el gobierno, fue un aliento para el sistema”, dice orgulloso don Cirino al recordar aquel episodio esta tarde. “Pero también evidenció debilidades que ya habíamos detectado”.

Las personas que cometen delitos son sometidas a un proceso de "reeducación", que consiste en trabajo social para la comunidad afectada y en recibir pláticas de los sabios del pueblo para hacerlos reflexionar sobre su conducta.

Bajo la sombra de los mangos y tamarindos y su olor que esparce el viento, un grupo de hombres con huaraches y uniformes verde oscuro atienden una cátedra. Escriben con letras torcidas, casi infantiles, en sus libretas desgastadas. Al lado, sus rifles y escopetas reparadas con alambre. Más parecen reliquias que armas de trabajo.

En San Luis Acatlán, una de las tres bases que tiene la organización en el estado, se lleva a cabo una asamblea para capacitar a los nuevos guardias y comandantes. La sede es un terreno amplio con una casa de cemento a medio construir donde están la oficina y una estación de radio comunal recién creada. Al lado, un cuarto que sirve de cárcel, tan pequeña que los seis hombres ahí detenidos se turnan para dormir. En frente, una cocina de madera y cartón donde los vigilantes en turno devoran frijoles, tortillas, a veces un poco de carne. Sólo a veces.

Gabino González Mendoza, de treinta y tantos años, voz recia y parca, simpático, está por terminar su servicio como policía. Desde la cárcel, donde hace guardia, escucha la plática con arma en mano.

—¿Usted cree que esta policía podría funcionar en todo el país?

Gabino frunce el ceño y se ajusta la escopeta a la espalda.

—La verdad que a pensar mío siento que no, todavía le falta, tiene mucha necesidad, estamos con sufrimiento, le falta recurso. Pero ahí está la caminada, así poco a poquito a ver hasta dónde.

Cuando a Gabino lo escogieron para el cargo por tres años, él y su esposa tuvieron una repentina alegría. El nombramiento era reconocerlo como un hombre trabajador, en quien se puede confiar. Luego se pusieron un poco tristes. ¿De dónde iba a sacar dinero para mantener a sus hijos? Su esposa tendría que trabajar el doble, en la casa, la cosecha y la leña, mientras él daba servicio cada ocho días. Una tarde, cuando no había ni tortilla ni quelite para comer, la esposa le reclamó: “¿Por qué no ganas?, tu hija necesita comer, salte”.

—Yo le digo que no, que espere, ¿quién va a cuidar a mi pueblo? —asume serio su responsabilidad.

El trabajo como policía comunitario, comandante o consejero es voluntario, pero si el elegido no acepta es sometido a reeducación durante un año. Valentín Hernández, asesor mestizo de la organización, sabe que si pudieran rechazar el cargo, la mitad lo haría por la falta de pago y seguridad. Están expuestos a ser detenidos, baleados y no tienen salario ni atención médica, menos un seguro laboral. Hoy, por el déficit de personal, 50 detenidos no reciben reeducación.

En la asamblea las manos se alzan sobre la punta de los fusiles. Quieren hablar. “En los años de inicio de esta lucha se daba apoyo a policías”, “el policía arriesga su vida y no tiene un seguro ni doctor”, “por qué a coordinador se le paga y a policía no”.

El tema se ha discutido a lo largo de varios años. Recibir dinero del gobierno sería someterse a sus órdenes. Sin embargo, los coordinadores tienen un salario de 5 mil pesos al mes en un lugar donde el ingreso promedio de toda una familia indígena no llega a los mil pesos. La desconfianza merodea.

¿Cómo mantener una relación con la autoridad si ésta es la que somete, corrompe, humilla? Es un punto que la Comunitaria aún no resuelve. En abril de 2011 el gobierno estatal reconoció a la organización autónoma en la Ley de Costumbres Indígenas, pero los golpes bajos continúan: entregó en concesión a una minera extranjera un pedazo del territorio indígena, la corrupción mantiene a la región como la más pobre del país, los asesinatos y desapariciones de líderes sociales permanecen impunes.

En la asamblea, las quejas continúan. No hay medicina para los detenidos, las celdas parecen pequeños calabozos, la justicia se hace a medias porque se detiene al malo y se olvida a la familia, ya empezaron otra vez el robo y el asesinato, y algunos policías han sido señalados por abuso de autoridad. Y hasta por tortura.

—No podemos decir que somos blancas palomitas, tenemos algunos errores por no prevenir —reprende uno de los coordinadores a los comunitarios. En un rincón del patio, una señora descalza con sus hijos a medio vestir sigue la reunión desde hace un par de horas.

—Quizá haya errores —continúa el coordinador—, los policías a veces dicen: “A mí nadie me molesta porque soy el chingón de este pueblo”. Es un error muy grave porque no somos judiciales ni del ejército, los que torturan, los que golpean y obligan la gente que a fuerza diga su culpabilidad aunque no sea su culpa.

Paciente, Constantina Mendoza escucha la clase de los nuevos policías y deja a su hijo, el más pequeño que llora de hambre, exprimirle los senos ya sin leche. Cuando la reunión va a terminar se acerca a los coordinadores y, como ha hecho cada domingo desde hace tres meses, les pide liberar a su esposo.

—Lleva tres días que ya no come, duele mano, está enfermo. No le dé golpe que mi marido no es un Jesucristo —les reclama. Ella no se siente representada en este sistema comunitario. 

Silvino Encarnación, su esposo, está acusado de ser cómplice de matar y decapitar a un hombre. Lo inculpó el autor confeso del crimen, Celso, que luego se retractó. Era la única prueba en su contra. Ante la asamblea de este domingo, la esposa del muerto pide justicia, pero de la buena.

Constantina, en cambio, acusa a la Comunitaria de haberlo torturado y de no darle atención médica ni permitirle ver a un doctor por las migrañas que padece. El último día del año 2011, unos 20 policías a bordo de dos camionetas llamaron a la puerta de su casa y entraron por él. Eran policías comunitarios y policías primitivos (como llaman a la Policía Municipal Preventiva) trabajando en coordinación.

—Le echaron bolsa en la cabeza de mi esposo y le echaron agua negra en un pocito, daban mucho golpe, grita bien feo mi esposo que le dieron tanto golpe —dice refiriéndose al método de tortura de sumergir a la persona en agua. Como prueba, la mujer guarda el pantalón, la camisa y los calzones que vestía ese día, sucios, acartonados por las aguas negras.

La asamblea la escucha y se queda sin argumentos. Al final, una de las coordinadoras le dirá que su marido será liberado cuando lo decida su comunidad, porque son sus vecinos quienes lo conocen de toda la vida y saben si es hombre de bien.

La mujer se va a casa llorando con los chiquillos alrededor y la reunión termina. Ahí, le pregunto a Pablo Guzmán, uno de los coordinadores, sobre lo ocurrido. ¿Quién los vigila de cometer abusos? ¿Quién protege el debido proceso?

—La ley cuadrada de allá [de las ciudades] lo soltaría porque no tiene pruebas contra él, pero ha hecho daño otras veces —responde convencido.

Pablo se refiere a que hace algunos años Silvino fue detenido por agredir a su hermano. Su esposa Constantina denunció a los comunitarios ante la justicia oficial, que los apresó y acusó de secuestro. Para la Policía Comunitaria, el actuar de la mujer se trató de una revancha.

—¿Si un inocente es sentenciado a quién apela?

—Aquí somos libres de pensar con elasticidad, aquí se rompen los esquemas de la ley y se hace justicia. Lo bueno de no conocer el derecho de las ciudades es que no nos preguntamos esas cosas del derecho— confirma Pablo ante la insistencia.

Pablo es el único coordinador mestizo y eso genera algunas desconfianzas entre el resto de los integrantes que ven en sus reflexiones un dejo de venganza. La charla me recuerda la sabiduría de las palabras de don Cirino, que evitó el linchamiento de unos asesinos y violadores en el año 2009, dirigiendo a los pobladores esta reflexión: “Debemos vernos al espejo porque el próximo puede ser nosotros, nadie es perfecto y tarde o temprano podemos cometer error. Los que matan no tienen otra cara que nuestra cara”.

La Comunitaria sabe que vive ahora su propia crisis de confianza. En cierto modo, es víctima de su éxito.

La caída de niveles de violencia en los diez municipios donde gobierna tuvo algunos efectos no considerados por la organización. Por un lado, atrajo el interés de varios grupos políticos que han buscado controlar la organización, lo que ha generado divisiones internas; por otro, sus logros no significaron el reconocimiento a la organización por parte de los jóvenes, quienes nacieron a la par del proyecto y crecieron en el remanso de tranquilidad que dejó a su paso. Poco a poco, los lazos comenzaron a soltarse entre los pueblos. Las preocupaciones fueron otras, o más bien la de siempre: la miseria histórica. De pronto, el relevo, la lucha renovada a las conquistas de los más viejos no llegaba.

En la asamblea, los futuros policías debaten que la verdadera justicia exige el involucramiento de la comunidad. Algo que en las ciudades hemos olvidado.

“La justicia que imparten nuestras autoridades regionales también se centra en este espíritu comunitario: es una justicia pública y colectiva, donde son varios los ojos que evalúan a quienes cometen errores”, dice el reglamento que en sus manos llevan esta tarde bajo la sombra de los mangos y tamarindos, en la asamblea de San Luis Acatlán.

 

—Durante muchos años hemos visto la cola del gobierno y la tiene larga, la tiene larga. Mucha cola que le pisen, pero tenemos que voltear a mirar nuestra cola, verla bien para no cometer mismos errores que ellos— dice don Cirino Plácido a la quinta taza de café. Habíamos recorrido durante varias horas, a través de su memoria, el camino andado por la Policía Comunitaria.

La inquietud es compartida por los coordinadores, consejeros, policías. En diez años, los niños de ahora serán los guardianes y también los criminales. ¿Cómo se están preparando para ello?

Don Cirino se ve preocupado, pero no derrotado. Medido en sus reflexiones, reconoce riesgos, no el quiebre. Crisis como ésta han superado un par de veces en el pasado. Sabe cuáles son esos pedazos de cola y cómo reanudar camino.

Primero, la Coordinadora debe formar cuadros. Los líderes originales de la organización no se preocuparon por enseñar a los herederos el eje de la justicia comunitaria.

“La responsabilidad de los que le dimos vida está en que no preparamos al pueblo en cien por ciento, no formamos cuadro. Por eso llega alguien que no tiene conciencia y se desvía, comete errores. Es el costo que está pagando el movimiento. No estamos previniendo, preparando las condiciones para que no se cometan errores, porque muchos de nosotros estamos desgastados físicamente, económicamente. Pensamos que las cosas ya se iban a dar por sí solas”.

Segundo, la Comunitaria sabe que enfrenta el divisionismo al interior de los pueblos. Para combatirlo, explica, deben retomar sus propias formas de organización al margen de los grupos políticos que quieren cooptarlos. Este anhelo de mantenerse unidos los empujó a iniciar una nueva cruzada: recuperar su derecho a elegir mediante usos y costumbres a sus autoridades, dejando de lado el sistema de partidos.

“El poder nace del pueblo y debe instituirse en beneficio del pueblo. El sistema de partidos no nos sirve para crecer como pueblos. Nos confronta, nos divide, nos manipula, nos corrompe, nos utiliza y al final nos hace a un lado”, escribieron en una convocatoria a las comunidades para sumarse a la exigencia de su autonomía.

Tercero, establecer límites en la relación con el gobierno. Cuando empezó la Policía Comunitaria se aliaron con el Ejército mexicano para la capacitación en el uso de armas, aunque en el fondo había una doble intención, por ambas partes. Los comunitarios querían mandar el mensaje a los caciques y delincuentes, de que el Ejército era su amigo. Los militares buscaban penetrar y desarticular a la organización.

“No queremos ser estructura de una casa que se está cayendo, queremos una estructura propia de los pueblos. Solamente nosotros vamos a lograr cambiar las cosas, pero no siendo el Estado. Imagínate, no le puedes tirar piedra estando dentro, se te cae techo encima”, las palabras de don Cirino ilustran.

Cuarto. La Policía Comunitaria debe imaginar su futuro y caminar hacia él. Hacer un programa de prevención, trazar una ruta de desarrollo porque la vida de los pueblos sigue marcada por la pobreza y el sometimiento del Estado. Se trata de preparar las condiciones para que la gente viva libre de inseguridad y miseria.

La mirada chispeante de don Cirino parece alumbrar ese camino. El hombre empina el café antes de lanzar una última imagen: la justicia es como una red que se teje entre todos.

—Si hay uno que no teje, falta pedazo. O si teje mal, se rompe. m

 

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Luces, casco… ¡a pedalear seguros!

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El casco no se ve a primera vista y funciona como las bolsas de auto de los carros./foto:

Todos saben que el casco es un artículo de primera necesidad para los ciclistas, pero puede ser molesto cuando la bicicleta se usa no sólo con fines recreativos, sino para trasladarse, por ejemplo, a una entrevista de trabajo: no hay peinado que resista el uso del casco y nadie quiere llegar despeinado a esa reunión.

 

Conforme se ha ido extendiendo el uso de la bicicleta como una alternativa para mejorar la movilidad en las ciudades, también ha cobrado fuerza el problema de la seguridad para los ciclistas. Y es que, junto con los peatones, los amantes de las dos ruedas conforman el grupo más vulnerable cuando se trata de moverse por la ciudad. Pero ya hay gente haciendo frente al asunto.

Uno de los temas que dan mucho de qué hablar cuando de cuestiones de seguridad ciclista se trata es el del casco. Todos saben que es  un artículo de primera necesidad, pero puede ser molesto cuando la bicicleta se usa no sólo con fines recreativos, sino para trasladarse, por ejemplo, a una entrevista de trabajo: no hay peinado que resista el uso del casco y nadie quiere llegar despeinado a esa reunión. Por eso, Ana y Teresa, un par de estudiantes de diseño, crearon el casco invisible para ciclistas, una herramienta que puede ser la solución para todos aquellos que usan la bicicleta como medio de transporte y que están interesados en no arruinar su arreglo personal.

El casco está contenido dentro de un aparato similar a un cuello ortopédico, aunque mucho más cómodo. Cuando el ciclista recibe un impacto, o hay un movimiento brusco, como la pérdida de control de la bicicleta, el casco aparece para cubrir la cabeza del infortunado, como parte de un mecanismo similar  al de las bolsas de aire de los carros. De este modo se matan dos pájaros de un tiro: se cuidan la seguridad y la presentación personal.

Pinta tu raya… o proyéctala

Una de las principales causas de accidentes ciclistas es la falta de precaución para conservar la distancia entre el auto y la bicicleta. Y si es de noche, ni se diga. Por esta razón, la gente de x-Fire diseñó un dispositivo que se instala en la bicicleta y proyecta sobre el pavimento un par de líneas paralelas en color rojo, que flanquean al ciclista y delimitan la zona de seguridad que debe haber entre éste y el auto. Con este dispositivo se gana en varios aspectos: en primer lugar, la bicicleta queda a la vista de todos; además, se establece el espacio que necesita el ciclista para circular con seguridad, aun cuando no exista una ciclovía construida ex profeso.

 

Un paréntesis en la calle

En la misma línea que el diseñado por X-Fire, este dispositivo también busca hacer visibles a los ciclistas que circulan de noche. Se trata de unas pequeñas lamparillas que se colocan en los rines de la bicicleta. Cuando ésta echa a andar, y gracias a la inercia del rodar de las llantas, las luces quedan alineadas en los extremos de las llantas, proyectando la imagen de un paréntesis que delimita el área ocupada por el ciclista. m

 

 

 

Para ver

:: El casco de Ana y Teresa.

::Las luces de X-Fire.

El proyecto One, o cómo darle la vuelta al negocio del agua

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Los Playpumps son operados por los niños mientras juegan./foto:onedifference.org

¿Qué pasaría si el dinero que se obtiene por la venta de agua embotellada se usara para fines altruistas? La respuesta está en el proyecto One, creador de una marca de agua embotellada que dona el cien por ciento de sus ventas para proyectos que llevan agua potable a zonas del mundo sin acceso al vital líquido.

 

Para nadie es un secreto: el agua embotellada es un gran negocio. Simplemente en México, el mercado de este sector está valuado en poco más de diez mil millones de dólares y es dominado por las trasnacionales Danone (Bonafont), Coca-Cola (Ciel) y PepsiCo (Epura). Para darse una idea de en qué ámbitos se mueve el consumo de agua embotellada en el país, baste decir que, según estudios de la agencia Euromonitor, México representa 13 por ciento del consumo mundial, con un promedio de 174 litros de agua embotellada por persona al año. Las ganancias, no es difícil imaginarlo, son jugosas.

¿Qué pasaría si el dinero que se obtiene por la venta de agua embotellada se usara para fines altruistas? La respuesta está en el proyecto One, una organización que nació en Inglaterra con un objetivo: crear una marca de agua embotellada que donara 100 por ciento de sus ventas para proyectos que contribuyeran a llevar agua potable al menos a una parte de los mil millones de personas en el mundo sin acceso al vital líquido.

Poco a poco, el proyecto comenzó a ganar adeptos. Y a crecer: hasta ahora, One ha desarrollado un vitamínico, una marca de huevos orgánicos, un jabón de baño, preservativos y papel sanitario. La idea es que cada uno de los productos sirva para atender necesidades específicas: nutrición, sanitarias o de prevención de enfermedades de transmisión sexual en países en vías de desarrollo.

Para asegurarse de que todo lo recaudado por la venta de sus productos llegue a buen fin, One cuenta con una fundación que se encarga de distribuir las ganancias para las áreas correspondientes. 

 

Darle la vuelta al problema

Entre los tantos problemas que enfrentan muchas comunidades en África están la falta de agua y la manera de hacerla llegar a las personas. Y éstos son asuntos en los que One también se ha involucrado. Así, se dio a la tarea de apoyar el proyecto Playpumps, que consiste en la construcción de bombas para extraer agua del subsuelo y que operan accionados por juegos infantiles.

La cosa funciona así: una vez encontrado el pozo, el agua se envía a los laboratorios para asegurarse de que es apta para consumo humano. Ya que pasa la prueba, se construye el sistema de bombeo que funciona a partir de las vueltas que da un tiovivo operado por niños y se almacena en un tanque con capacidad para dos mil 500 litros.

El primer Playpump se instaló en 1996, y de 2008 a la fecha se han construido 640 en Sudáfrica, Malawi, Lesotho y Suazilandia. En todos estos lugares el tiovivo es un juego muy común entre los niños, por lo que nunca hay escasez de voluntarios para bombear agua. La cifra de Playpumps en el África subsahariana asciende ya a mil 700. m

 

Más información

El negocio del agua. Una nota de El Economista

Proyecto One

Playpumps


Martín Kohan: El secreto y la obsesión

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/foto:EFE

Kohan es un narrador de afinadísimo cálculo, cuya herramienta suprema es la precisión clínica del lenguaje: una prosa detenida en la consignación más incontrovertible —y, por tanto, reveladora— del instante.

 

No hay secreto que no sea intolerable. Tampoco existe un secreto absoluto, es decir, una información que pueda quedar permanentemente oculta a la inteligencia de su propio fabricante: si un hombre, digamos, cometió una atrocidad, será en vano que busque limpiarse de todo vestigio, y temprano o tarde se descubrirá al fondo de su afán. Casi lo consiguió, no obstante, Mario Novoa, profesor e investigador universitario que viajó a la ciudad de Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires (la puerta de entrada a la Patagonia, suele decirse), con el solo propósito de pensar en otras cosas. Otras cosas: cualesquiera que no fuesen el secreto que, sin embargo, inevitablemente llevaba consigo. Con el pretexto de una investigación inexistente (cierta relectura de Ezequiel Martínez Estrada, autor de una obra caracterizada por la versatilidad de sus temas, es decir, por la dispersión, ese antídoto de la obsesión), Novoa consiguió hacerse de una residencia académica en esa ciudad, que escogió porque nada había que lo vinculara a ella y tampoco nada que pudiera interesarlo; al contrario, como declara en el diario que fue llevando desde el día de su llegada, “Ninguna persona que yo conozca ha dicho jamás nada bueno de Bahía Blanca, y fue por eso que la elegí como destino”. La ciudad, encima, está marcada por una pésima fama que se suma a su “ideología retrógrada” y a sus querencias militaristas y clericalistas: tiene mala suerte, pero además da mala suerte. Una vez instalado ahí, al principio logró cumplir intachablemente su proyecto: la distracción absoluta, hacer que su atención variara continuamente y que el presente por el que transcurría se pareciera al olvido; vivir en silencio y a solas, incluso al margen de sí mismo.

Pronto fue revelándosele que no contaba con dos factores adversos para su propósito: la existencia de los otros, en primer lugar (el vecino con el que a la fuerza tuvo que sostener alguna conversación; tres catequistas —dos hombres y una mujer— que llamaron a su puerta y porfiaron, a lo largo de varias visitas, en hacerle admitir ciertas ideas sobre el remordimiento; la hostil empleada del locutorio adonde Novoa acudía regularmente para consultar su correo electrónico —¿para qué, si ahí se insinuaba la inminencia del reencuentro con el que había querido dejar de ser?—; la prostituta que acaso era la misma empleada, sólo que con otro nombre); en segundo lugar, el azar: la inesperada coincidencia con alguien procedente de su pasado, justo ahí, donde era más improbable. Tampoco contaba con sus sueños: esa perseverancia de lo que somos, por más que pretendamos escapar. Soñaba con un león plateado, que lo perseguía implacablemente.

Bahía Blanca, la más reciente novela de Marín Kohan (Buenos Aires, 1967), ha sido definida por su autor como “novela de negación”: una historia en la que un personaje se obstina en borrar cuanto es y ha hecho para empezar de cero. También ha reconocido que es una novela de amor, y esto debe matizarse añadiendo que se trata de un amor extremoso, enloquecido, cuyas posibilidades de realización dependen de la supresión radical de cualquier obstáculo, empezando por los terceros que lo amenacen, por la voluntad del ser amado y por todo resto de razón. De ahí, quizás, el símil entre lo que pasa por la cabeza de un boxeador (Novoa es un apasionado de las peleas legendarias, que ve una y otra vez y de las que extrae buena parte de sus propias normas de vida) y lo que ocurre en el comportamiento del enamorado. Es, además, la historia de una obsesión, y no puede sino ser obsesionante: urdida como un misterio que va ahondándose a medida que se resuelve, Bahía Blanca impone una lectura tan absorta como intimidante.

Kohan es un narrador de afinadísimo cálculo, cuya herramienta suprema es la precisión clínica del lenguaje: una prosa detenida en la consignación más incontrovertible —y, por tanto, reveladora— del instante, de la que pueden encontrarse estupendos ejemplos en novelas anteriores como Cuentas pendientes o Ciencias morales (ganadora del Premio Herralde), que también son historias que apelan a las oscuridades y las pulsiones recónditas que deciden los destinos de sus protagonistas, ordinarios y por ello mismo fascinantes. Tal vez por eso deba ser un autor insoslayable: porque sabe entregar la forma exacta de la desolación y de la vulnerabilidad que supone el mero hecho de pasar por esta vida. m

 

Algunos libros de Martín Kohan

:: Dos veces junio (De Bolsillo, 2002).

:: Museo de la Revolución (Mondadori, 2006).

:: Ciencias morales (Anagrama, 2007).

:: Cuentas pendientes (Anagrama, 2011).

:: Bahía Blanca (Anagrama, 2012).


Libres, lindas y locas: Mujeres Creando

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/foto:Joanne Lagos

Desde 1993, Mujeres Creando eligió una forma creativa de difusión y convocatoria, el grafiti, medio tradicionalmente masculino. Desde entonces, miles de paredes se han rayado y pintado con sus consignas.

 

La conmoción comenzó en 1993 y en plena calle. En barrios pobres y de clase media de La Paz, Bolivia. Frente a la parada del transporte colectivo, la tiendita de abarrotes y la banca del parque, un grafiti escrito con caligrafía redondita, como esa escritura entre de abuelita y adolescente: “No quiero ser reina, no quiero ser magnífica, quiero ser libre y plebeya”, firmado al comienzo por tres mujeres: María Galindo, Julieta Paredes y Mónica Mendoza, fundadoras de Mujeres Creando (MC).

La historia comienza en 1992 con el regreso de María y Julieta de Italia, y su encuentro con Mónica y la casa La Virgen de los Deseos en la calle 20 de Octubre en las laderas de Villa Fátima, en la capital boliviana, centro de reunión de lo que después se convertiría en ONG (una femenina, feminista, artística y, sobre todo, valiente y temeraria). Las damas reunidas en Mujeres Creando son “lesbianas, heterosexuales, trabajadoras del hogar y antropólogas, indias, cholas y jailonas, casadas, solteras, madres y las que no quieren ser madres, viejas y jovencitas, todas juntas y revueltas, pasando sus días y creando sus vidas”, un colectivo que se ha dedicado no sólo a la discusión y a la denuncia, sino también a la reflexión y al arte, en un espacio donde “procrearemos frutos dulces de una nueva sociedad y no cizaña machista que destruye a la humanidad”, como explica otro grafiti.

Desde 1993, Mujeres Creando eligió una forma creativa de difusión y convocatoria, el grafiti, medio tradicionalmente masculino. Desde entonces —¡uy!, ya casi 20 años—, miles de paredes se han rayado y pintado con sus consignas, poemas, lemas, gritos, levantamientos, apropiaciones idiomáticas e iconografía. “Una mujer fiera, una mujer tierna, una mujer verdadera”; “Mujer, ni sumisa ni devota, libre, linda y loca”; “No soy originaria, soy original”; “Es hora de pasar de la náusea al vómito”; “Lucha ama a Victoria”; “No saldrá Eva de la cultura de Evo”, y cientos y cientos de frases más regadas hoy por toda La Paz y desafiando los ojos de los transeúntes, reuniendo a más mujeres, organizando foros y encuentros internacionales en torno al papel de la mujer y sus derechos —sí, aunque suene arcaico y extremista—. Acciones políticas sublevadas por acciones artísticas. El grafiti es un medio artístico, pero también un “método, una forma o una estrategia de lucha”, han dicho las integrantes del colectivo. “Coca-Cola paga y pinta, entonces, ¿por qué no podemos nosotras pintar gratis?”, reza otro grafiti.

La singular y creativa forma de divulgación de Mujeres Creando suena desde entonces como uno de los más originales, respetados y congruentes movimientos artísticos latinoamericanos de estos tiempos. Las grafiteras (indígenas, amas de casa, prostitutas, artistas visuales reconocidas y quien sea que tenga una buena frase y una brocha) son representadas ya en espacios como la Bienal de São Paulo, en 2006, o en galerías y museos de Europa y Estados Unidos; catalogadas en libros sobre artistas contemporáneos y estudiadas por teóricos y críticos internacionales. En 1998, Julieta Paredes fue detenida durante más de 24 horas cuando pintaba “Pensar es altamente femenino”. En 2002 arrestaron a varias de estas mujeres por la producción de un video-documental donde dos bolivianas en trajes tradicionales se besaban en los labios. En 2001, ellas y un grupo de deudores ocuparon la Agencia de Supervisión de Bancos de Bolivia, exigiendo la condonación de deudas de necesitados que no sabían ni leer los contratos, con lo que lograron llamar la atención internacional. “Ten cuidado con el presente que construyes, debe parecerse al futuro que sueñas”, dice otra pared.

Mujeres Creando es un colectivo activista con algunas ramificaciones artísticas, buen pretexto para intentar descifrar y meditar en torno a la diferencia entre acción activista y artística. Para la académica y crítica Suely Rolnik, la acción artística explota la realidad sensible, provoca colapsos sensitivos, dota de expresividad a la realidad, afirma la potencia política del arte, mientras que la acción activista convoca a la percepción y ocupa el lugar de la víctima para hacer sentir al espectador su situación. En este sentido, las acciones del colectivo suelen carecer de noción artística, alineándose más con el activismo político. Un discurso político, mientras la artista se baña de pintura roja. Decenas de mujeres caminando y cargando cruces de madera. Activistas disfrazando la escultura de su soldado desconocido como ama de casa el Día del Padre. Artistas pintando los penes de modelos masculinos en la plaza de La Paz, inspiradas en otro grafiti: “Un pene, cualquier pene, es siempre una miniatura”. Son los grafitis, sin lugar a dudas, su expresión más apegada a la experiencia estética; en ellos, ellas escarban la potencia política del arte y su inmenso poder de convocatoria y reflexión. “Ninguna mujer nace para puta”, fue el grafiti que dio nombre a su primer foro internacional. “La calle es mi casa sin marido, la calle es mi trabajo sin patrones”, se puede leer todavía en las paredes de una capital, y es que “Las calles nunca callan”, dice otro muro. “Mujer, no me gusta cuando callas”. m

 

En la web

:: Sitio oficial.

:: Estación de radio de Mujeres Creando.

:: Video con algunas acciones.

:: Sobre el arte de Mujeres Creando.

:: Revista de Mujeres Creando.

Acompañar en el camino

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Acompañamiento es la ayuda a otra persona para que esté más atenta a las comunicaciones de y con los demás./foto:Carlos Díaz Corona

En esta ocasión compartimos este texto del Rector Juan Luis Orozco, sj, en el que reflexiona sobre cómo debe ser el acompañamiento que es menester brindar a los alumnos del ITESO y que se fundamenta en los postulados de la Compañía de Jesús.

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El propósito de estas notas es ofrecer algunas reflexiones que puedan ser útiles para señalar hacia dónde queremos dirigir las actividades de acompañamiento de los alumnos de nuestra Universidad. En este escrito se explicita un horizonte: compartir los constitutivos fundamentales del acompañamiento de los alumnos desde la visión jesuita. Y es que el tema del acompañamiento es vital para la comunidad universitaria y debe distinguir al ITESO.

 

Definición y posibilidades

Acompañamiento es la ayuda a otra persona para que esté más atenta a las comunicaciones de y con los demás (amigos, familia, grupo de referencia, compañeros) y del entorno social en el que se desenvuelve (económico, político, laboral, universitario), a fin de responderlas de manera auténtica y comprometida conforme a los principios de una universidad jesuita. En el caso del ITESO, estos principios están plasmados en las Orientaciones Fundamentales: la búsqueda de la verdad; la apertura a un Dios que amorosamente se nos revela para compartir su vida; el compromiso con la transformación social; el diálogo permanente, respetuoso y crítico frente a los distintos modos de interpretar la realidad; la certeza de que el ser humano es esencialmente libre y capaz de superarse a sí mismo y de llegar a la autenticidad, y el compromiso de la Universidad con la construcción de una sociedad más humana y más justa.

Hay tres dimensiones que debe atender el acompañamiento si se quiere que abarque la totalidad de la persona: la psicológica, la histórica y la espiritual. Esta última debe entenderse, más allá de lo religioso, como la dimensión trascendental de la persona, la que consigue ponerla en contacto con esa dimensión de la realidad que perdura más allá de la existencia (un ejemplo puede ser la belleza perdurable de una escultura como El Discóbolo).

Se puede abundar sobre las habilidades, las actitudes, los requisitos, las experiencias y herramientas del acompañamiento en cada una de estas dimensiones; por ahora baste con apuntar que, si el acompañamiento se limita a sólo una de ellas, se imposibilita una verdadera ayuda al crecimiento de la persona, ya que se volverá desencarnado, idealista, ahistórico, parcial y, por tanto, deformante, según la dimensión que no sea considerada en el proceso.

Así las cosas, cabe la pregunta sobre lo que le corresponde hacer a la Universidad para acompañar en su proceso personal a los estudiantes. Aquí se enuncian algunas posibilidades que se inspiran en la práctica de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Lo que sigue es una labor que corresponde, ante todo, al sujeto al que se acompaña, en este caso el estudiante, ya que el acompañante es alguien que apoya, anima y, cuando la situación lo amerita, cuestiona.

Alentar el deseo de libertad, pues ésta no es un bien ya adquirido. Se adquiere poco a poco, hasta lograr lo que en el lenguaje ignaciano se llama “indiferencia”, cuya connotación no es una minusvaloración de las cosas y mucho menos de las personas, sino la adquisición de un grado de libertad que se mueve por la búsqueda del bien personal y de los demás, en un horizonte en el que se han deshecho las ataduras respecto a los prejuicios, los intereses personales, las ideologías, las actitudes convencionales, las conveniencias sociales y las prevenciones egoístas.

Descubrir los propios errores, no para regodearse en ellos sino para convertirlos en habilitantes, en elementos para recomponerse a sí mismo y recomponer el mundo.

Descubrir y desarrollar las propias capacidades, para lo cual conviene crecer en sensibilidad hacia el otro, potenciar la racionalidad para entender la estructura y el funcionamiento de la realidad, afianzar la voluntad para descubrir lo que se quiere en lo profundo, fortalecer el afecto para realizarse en el amor.

Animar la disposición a solidarizarse con las necesidades de otras personas y de la humanidad de manera consistente y congruente, incluida la aceptación generosa de  las consecuencias de una vida comprometida con los demás.

Movilizar la alegría y la esperanza para dar sentido a la propia existencia y animar la de los demás, con el propósito de impulsar el cambio, la innovación, la creatividad, además de despertar la gratitud, el deseo de paz y alegría para los demás y para sí mismo.

Invitar a vivir en clave de amor agradecido, cuyo fundamento son las obras y la comunicación de los bienes, de manera que, ante todo, se busque el bien mayor y más universal.

Dado lo anterior, el acompañante es, fundamentalmente, testigo de la acción de Dios en la persona que acompaña y en el mundo en que ambos están situados. Su papel es tratar de llevar al acompañado a reconocer esta acción, ayudarlo a descubrir las respuestas que debe ofrecer a sí mismo y a los demás si quiere ser honesto y coherente con su personalidad.

El acompañamiento en el ITESO

Dadas las posibilidades, los recursos y condiciones propios del ITESO, el ámbito más propicio para acompañar a los alumnos es la actividad en los cursos académicos.  El aula es el lugar en que el estudiante pasará la mayor parte del tiempo de su estancia en la Universidad. Los profesores son quienes están más cerca de los alumnos y tienen más contacto con ellos, dentro y fuera del salón de clases.

En ese sentido, el acompañamiento se dará si los profesores, al exponer el contenido de sus cursos, al retroalimentar el trabajo de los alumnos, al organizar las actividades de la clase, al implantar los elementos que parezcan más pertinentes para lograr el aprendizaje, cuidan que cada alumno experimente algunos de los aspectos expuestos arriba.

La cuestión es cómo lograr lo anterior. Quizá la clave se encuentre en las anotaciones de los mismos Ejercicios Espirituales. Enseguida se glosan algunas de las que pueden indicar con claridad el camino que se debe seguir en el acompañamiento de profesor a sus alumnos y que también pueden ser útiles en la realización de otras actividades que la Universidad organiza.

Procurar que cada uno de los alumnos piense por sí mismo. El profesor se limitará a “narrar fielmente la historia”, sin grandilocuencia ni esoterismos y, también, sin ánimo de adoctrinar. Como afirma san Ignacio: “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”, esto es, poder saborearlas en paz y armonía con el mundo y los demás. El alumno, por su parte, establecerá por su cuenta el fundamento de lo aprendido con base en la razón, que consiste en la actividad que nos lleva a la realidad en sí misma, según nos enseña el filósofo Xavier Zubiri.

Mantener de manera permanente, en la interacción con los alumnos, el diálogo, el cuestionamiento y el talante crítico, pidiendo y exigiendo cuentas a cada alumno del ejercicio de estas actividades en sus tareas, participaciones, trabajos y evaluaciones.

Con  los alumnos que se atrasan, tienen dificultades, se dejan llevar por el desgano o la apatía, el profesor debe procurar no mostrarse “duro ni desabrido, sino más blando y suave, dándole ánimo y fuerza para adelante”, descubriéndole, al mismo tiempo, las trampas en las que ha caído o los obstáculos que se ha creado para avanzar.

Platicar con los alumnos acerca de cómo se configura el conocimiento de la materia impartida, cómo se avanza en su profundización, cuáles son las mejores maneras para discernir su puesta en práctica y cómo beneficiarse a sí mismo y a los demás en las actuaciones que se deriven de la misma materia. Todo ello adaptado al grado de avance del alumno en los estudios o en el ejercicio profesional.

Cuidar, en las actividades de seguimiento y evaluación, que los alumnos sean realistas, claros y precisos en sus juicios y valoraciones, evitando las idealizaciones, las “absolutizaciones” y la superficialidad, así como el brillo de las apariencias.

Exponer, evaluar y programar actividades que ayuden a que el alumno se concentre en el aquí y el ahora, en el quehacer actual que no se entretiene con fantasías, futuribles o entelequias.

Aprovechar al máximo el tiempo disponible, tanto del trabajo con conducción docente, como del que se realiza fuera del aula.

Prevenir que no haya ni falta de consideración ni precipitación en los juicios, las acciones y las expresiones acerca de algún tema o problema, y ayudar a que cada uno de los estudiantes descubra qué es lo que más le sirve, lo ayuda a crecer y lo anima a proseguir en el camino de los estudios.

Actualizar (en el sentido de poner en acto las potencialidades) las habilidades y capacidades de cada alumno con la mirada puesta en lo que puede constituir su vocación personal.

Invitar a cada estudiante a descubrir sus debilidades, hasta saber cómo evitar aquello que lo perjudica, desanima o desvía de los propósitos que tenían al iniciar el curso o la carrera misma. También a aceptar y asumir lo que es inevitable, además de distinguir entre ambas situaciones.

Ayudar a los alumnos, en un clima de confianza, para que se animen a rendir cuentas de lo que hacen para avanzar en la materia, para profundizar en los conocimientos, para valorar sus aprendizajes y para aplicar las competencias adquiridas, así como aquello que les ha dificultado aprovechar al máximo el curso.

Estar consciente del grado de desarrollo intelectual y afectivo de los alumnos para exigir lo debido, sin aflojar el paso que requiere el aprendizaje completo de la materia.

Fomentar una actitud de comprensión, de empatía, de interés para y entre los alumnos, que conduzca, de manera generosa, a la escucha mutua y a la confianza agradecida entre todos los que participan en el curso. m

Cherán, el pueblo de la resistencia

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La industria electrónica: el costo detrás de tu último móvil

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Duras jornadas y peores condiciones laborales son el común denominador en las maquiladoras./foto:Natalia Fregoso

La trepidante carrera global por desarrollar celulares, computadoras, televisores y otros electrónicos “de última generación” está organizada sobre la explotación de los trabajadores de la industria electrónica. Si un celular de última generación puede costar hasta 9 mil pesos, el obrero que lo ensambló en una maquiladora mexicana, apenas gana nueve. ¿Hay alternativas para terminar con este círculo vicioso? Algunos expertos opinan que sí.

 

La persona que ensambló esta computadora, en Guadalajara, nunca podrá poseer una. Para obtenerla tendría que trabajar casi cuatro meses precisamente en las tripas del ordenador. Tendría que dejar de comer, no enfermarse, declararse en moratoria ante su casero y permanecer encerrada, para no gastar en los traslados. Pero acá el “tendría” no existe, porque a esa persona su sueldo de 117 pesos diarios no le alcanza ni para la canasta básica. Y lo más probable es que tenga hijos que mantener.

Y lo más probable es que le ocurra lo mismo a la persona que ensambló mi celular y mi pantalla plana.

Las líneas de producción de las empresas electrónicas mexicanas son perfectas, como las de muchas otras manufactureras. Lo que ocurre en ellas podría parecer una coreografía de danza contemporánea. Una fila o un círculo de personas, la mayoría mujeres, vestidas con batas azules, pantuflas azules, cofias azules y guantes, toman con la mano una placa metálica idéntica, rectangular, con orificios y altorrelieves como los del sistema Braille.

Lo tedioso es que la escena es larga. Dura ocho horas y puede extenderse hasta 16.

La pieza se llama industria electrónica y resplandece porque todos los días se inventa, lejos de México, el-aparato-más-veloz y se necesita quién lo haga rápidamente y barato, para que otro lo compre caro y lo ame hasta que se invente otro más-veloz.

¿Qué sería de nuestra vida sin los móviles inteligentes, las redes satelitales, las imágenes de alta resolución? ¿Qué sería de nuestra patria?

Desde los años noventa, durante el boom de las ensambladoras electrónicas en México, el gobierno federal declaró que el armado de alta tecnología es una de las principales oportunidades de desarrollo para una nación de pobres (47 millones, según las cifras actuales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).

“La industria maquiladora y manufacturera de exportación es el futuro de México”, se titula una nota de la revista México Industry Newspaper de diciembre de 2012, en la que el gobernador de Jalisco, Emilio González, afirmaba que las maquiladoras muestran al mundo la mejor cara “de lo que somos”; el presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación, Luis Aguirre, decía que “un día para México sin los maquiladores sería como un día sin victoria”, y el comunicador Pedro Ferriz concluía que la maquila nos ha llevado “a lugares impensables”.

Esos lugares son los sistemas financieros de las grandes trasnacionales. La Secretaría de Economía (SE) presume, por ejemplo, que por sus exportaciones, de 48 mil 821 millones de dólares entre enero y agosto de 2012, la industria electrónica nacional “es clave para el desarrollo en nuestro país”. Su diagnóstico asegura que emplea a unos 250 mil mexicanos; el Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal), que desde 1997 se ha especializado en la defensa de los derechos de los trabajadores, estima que la cifra asciende a casi medio millón de personas.

Lo que la Secretaría de Economía no dice cuando habla de la industria electrónica es que, según sus propias cifras, las importaciones del sector superaron a las exportaciones: 50 mil 976 millones de dólares durante el mismo periodo. La balanza comercial del sector, en resumen, es deficitaria por 2 mil 155 millones de dólares. Tampoco dice que quizá la diferencia entre los números de empleo de la se y del Cereal se explique  porque la mitad trabaja subcontratada o por outsourcing; es decir, empleada por una empresa distinta a aquella donde presta sus servicios, con contratos casi siempre temporales y que se renuevan cada año, cada mes o incluso cada quincena.

Hay empresas donde 60 por ciento de las personas trabaja de esta forma, lamenta el coordinador de Cereal Jalisco, Jorge Barajas.

La realidad es que esta computadora, aquel teléfono celular y el televisor de pantalla plana de su estudio, se ensamblaron con el trabajo precario de miles de mexicanos.

La excepción se hizo regla

En 2008, Hitachi se mudó de Guadalajara a Filipinas, donde la mano de obra es más barata. 4 mil 500 trabajadores perdieron su empleo. Varios entablaron una batalla legal para que se les liquidara.

La subcontratación de trabajadores, los salarios bajos y la nula libertad de asociación prevalecen entre los obreros que ensamblan celulares, televisores, equipo médico de alta precisión y computadoras, señala el 4to Informe sobre condiciones laborales en la industria electrónica: La crisis que no se fue, realizado por el Cereal, con datos de 2011.

Pero mientras las acusaciones se multiplican, los empresarios organizados prefieren callar. En cuatro ocasiones solicité una entrevista con un representante de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (Canieti) de Jalisco para incluir su punto de vista. El vocero del organismo, Héctor Ceballos, respondió que la agenda de la persona que puede hablar del asunto “estaba muy saturada”.

La subcontratación no debería ser un problema por sí sola, ni siquiera tras las modificaciones recientes a la Ley Federal del Trabajo, que reduce algunos derechos de los asalariados, coinciden Jorge Barajas, del Cereal, e Ignacio Román, profesor e investigador del Departamento de Economía, Administración y Finanzas del ITESO.

El artículo 15-A de la nueva ley, que determina las condiciones para el empleo por subcontratación, indica que no se puede contratar conforme a este esquema a trabajadores para actividades iguales o similares a las que hacen los empleados de planta, y que los contratados por outsourcing deben dedicarse a actividades especializadas (véase el recuadro), como el mantenimiento temporal a un área o a maquilar sólo cuando haya picos en la producción.

El problema es que lo que en teoría debería ser la excepción, en la práctica se ha vuelto la regla, coinciden Jorge Barajas e Ignacio Román.

Así, las agencias de subempleo, que en los últimos años se han multiplicado, obtienen hasta el reconocimiento de los gobiernos.

 

El paraíso

Las vacantes se anuncian en fotocopias pegadas con cinta adhesiva a lo largo y ancho de una gran puerta de cristales grasientos de la agencia Azanza y Asociados, en la calle Pedro Moreno, casi Federalismo, en el centro de Guadalajara. “100 pesos por semana, 10 por ciento de asistencia y puntualidad en vales”, se lee en uno de los anuncios.

Tras la puerta hay un guardia viejo y, tras él, la escalera al cielo.

Dos pisos arriba hay una estancia que en los años sesenta debió ser un gran departamento y que hoy recibe a la visita con un eslogan amable: “El lado humano de la empresa”. Frente a la puerta hay un mostrador. La encargada invita a echarle un ojo a las vacantes, también impresas en fotocopias y organizadas según la maquiladora. La cartera de clientes de esta agencia es envidiable: Sanmina, Foxconn, Flextronics,USI, Bechmark. ¿Cuántos celulares inteligentes, cuántas computadoras de última generación tienen su génesis en esta misma sala?

“Urgen operadores de producción, ambos sexos, secundaria terminada, disponibilidad de horario. Contratación inmediata”. “Solicitamos operarias sexo femenino, dispuestas a trabajar horas extra” (ocho de cada diez trabajadores del rubro son mujeres con hijos, ha dicho el Cereal). “Contratación masiva, ambos sexos. Con experiencia, sin tatuajes y dispuestos a rolar tres turnos”.

La recompensa por la disponibilidad y la fuerza está clara: “90 pesos”, “108.3 pesos diarios”, “$3,974 mensuales”, “$5,300 mensuales”. Al lado de la recompensa brilla el eslogan de la agencia: “Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia”. Nadie lo lee, pues la decena de personas en el sitio está respondiendo su solicitud de empleo.

“¿Tiene alguna enfermedad crónica? ¿Acepta someterse a un examen médico? ¿Cuida a algún familiar enfermo?”. Al fondo del piso, una enfermera se da vuelo con las muestras de sangre de los aspirantes y, más allá, una psicóloga les hace preguntas capciosas.

No hay problema. Esta agencia recibió el Premio Jalisco a la Calidad 2011, tiene el iso 9001-2008 sgs, desde 2003 cuenta con el reconocimiento de Modelo de Equidad de Género, que otorga el Instituto Mexicano de las Mujeres, y presume el inconfundible logo de Empresa Socialmente Responsable.

Nadie dice algo sobre las contrataciones masivas y precarias que la empresa gestiona para las trasnacionales. Después de varias solicitudes de entrevista hechas por teléfono, uno de los socios contesta la llamada y me agradece, amable, el propósito de incluir su versión. Me pide que llame a su socia más tarde —“ahora ella está en una entrevista”—. Si no la encuentro ella llamará, afirma. Su socia jamás contesta el teléfono de la oficina. La llamada prometida tampoco llega.

 

El mejor salario

En México, el salario promedio de los obreros de las maquiladoras de alta tecnología es de 117 pesos diarios.

Es mucho mejor que el de sus colegas filipinos, que ganan apenas cinco dólares (63 pesos diarios). La cuestión es que el sueldo de los filipinos cubre 80 por ciento de sus necesidades básicas, mientras que el de los mexicanos alcanza para sufragar 50 por ciento del gasto, según un análisis que publicó el Cereal en su último informe.

Después de los trabajadores de Indonesia, los mexicanos que trabajan en la industria electrónica son los peor pagados del mundo, de acuerdo con el Cereal. En términos del gobierno federal y de varios gobernadores, México es uno de los países que ofrecen mejores oportunidades en costos para el ensamble de aparatos de alta tecnología.

La pregunta es: ¿podría la industria electrónica trabajar a sus anchas y al mismo tiempo mejorar la calidad de vida de sus empleados? Podría, responde el Cereal.

En su informe de 2011, el organismo explica que la industria electrónica tiene un método llamado Bill of Materials (BOM) para establecer sus costos de producción, con base en un listado de los materiales y servicios que requiere para producir un equipo.

Si el costo de fabricación de un celular es de 100 dólares, por ejemplo, las empresas destinan 90 dólares a la materia prima, cuyos importes son difíciles de controlar. Por esa razón cuidan estrictamente que la mano de obra nunca exceda los diez dólares restantes. De esos diez dólares, una fracción mínima se destina a salarios, pues las maquiladoras deben obtener ganancias.

El Cereal calcula que en el caso del BlackBerry Torch 9800, que se fabricó en la planta de Jabil, en Zapopan, y se vendió en 9 mil pesos en México, cada obrero tapatío que participó en la producción ganó 0.1 por ciento del costo final del aparato. O sea: 9 pesos. Mientras tanto, la canadiense Rest In Motion (RIM) —la compañía detrás de los aparatos BlackBerry— anunció que en su último año fiscal, que terminó el 26 de febrero de 2011, obtuvo 3 mil 400 millones de dólares en ganancias por la venta de 52.3 millones de teléfonos. El factor de ganancia de la trasnacional fue de 65 dólares por teléfono, en tanto que cada trabajador obtuvo seis centavos de dólar.

“Las maquiladoras electrónicas tienen una tasa de rentabilidad enorme, que no están dispuesta a perder. Por eso, estas compañías se desplazan a otros países más baratos en cuanto la moneda local gana terreno frente al dólar, como ocurrió en 2001 y 2002”, dice el especialista del iteso, Ignacio Román, quien traga saliva antes de soltar su siguiente frase. “Una vez se realizó un estudio en Fresnillo, Zacatecas, entre las obreras que armaban arneses en condiciones precarias. Se concluyó que la gente desempleada lo que quería era estar en una maquiladora”. Su explicación: “A veces las condiciones laborales son tan duras, que el trabajo en una ensambladora, aunque sea injusto, es mejor que no tener nada”.

 

Los integrantes del Cereal: Paul Enoc Aguirre, Jorge Barajas, Felipe Burgueño y Sagrario Gutiérrez.

La bananachip

Cada año, el Cereal da casi 2 mil asesorías gratuitas a trabajadores que consideran que las ensambladoras los han maltratado y entabla unas 200 demandas laborales. Uno de los temas más delicados es la falta de libertad de asociación. No ha habido un caso en el que no hubiera despidos luego de que un grupo de obreros intentara organizarse para mejorar sus condiciones.

—¿Hay esperanza de que las cosas cambien? —le pregunto a Jorge Barajas, coordinador del organismo en Jalisco.

—No hay una empresa que se libre del empleo precario, porque el mercado global le da una vida muy breve a los aparatos. En Estados Unidos la gente cambia de celular hasta tres veces al año. Ese hábito se refleja en las líneas de producción de XBox, Black-Berry, Apple y Samsung en México, que contratan y despiden a miles para satisfacer estas demandas.

Andrés Ruiz, coordinador del Programa para la Gestión de la Innocación y la Tecnología (Proginnt) del ITESO, responde a la misma pregunta:

—El problema es que en México no se han diseñado nuevas tecnologías. Hasta ahora, la mayoría de las materias para el ensamble viene de otros países. Falta que las pequeñas y las medianas empresas se vuelvan proveedoras locales e impulsar a los emprendedores de productos y servicios.

Ignacio Román añade que México necesita una política que, en vez de premiar a las industrias voraces, se enfoque en construir un esquema de calidad: “Competimos en costos de mano de obra; producimos alta tecnología, pero sin conocimiento local agregado que solidifique las relaciones de trabajo. Tendríamos que competir en patentes”. De esta forma, quizá las trasnacionales invertirían menos en el territorio, pero esa inversión se quedaría aquí. Y pone el ejemplo de Brasil: “Ahora en el mundo se venden computadoras brasileñas”.

—Y mexicanas.

—No. Eso es lo engañoso: ni exportamos computadoras ni BlackBerry. Exportamos ensamble. No somos un país bananero, pero somos un país banana chip. m

“Yo diagnosticaba los problemas de las tarjetas BlackBerry. Mis problemas comenzaron cuando denunci{e el acoso sexual de uno de mis jefes. Luego pedí explicaciones porque a muchos les habían aumentado 15 por ciento el sueldo y a otros sólo el 2 por ciento. Me corrieron. Ahora estudio filosofía. Cuando mis maestros me hablan de la teoría del poder, pienso que yo ya practiqué este concepto", Amapola.
 

 

Dos historias

 

Karina

Fui la trabajadora 9 mil 550 del área f2 de IBM, luego Hitachi. Entré cuando tenía 17 años. Me contrató una agencia, en el centro de Guadalajara. Yo nada más fui a ver si había trabajo, y esa noche empecé. Entraba a las once y tenía que tomar el pollo a las nueve, por La Normal. Los pollos son los camiones amarillos de transporte de personal. Mi pollo llegaba a la planta a las 10:50. Salíamos corriendo para llegar a los lockers, corríamos a dejar nuestras cosas y agarrar el uniforme. Seguíamos corriendo para pasar cuatro filtros de seguridad, para llegar a la línea antes de las once.

”Desde ahí todo era ensamblar.

”Ganaba 70 pesos diarios, más los bonos de puntualidad, que eran 400 mensuales. La regla más importante era la del baño. Podíamos ir una vez, pero teníamos ocho minutos. Encontrabas quién te supliera en la línea o te aguantabas. El baño estaba como a cuatro cuadras. Había que ir corriendo, irse desvistiendo en el camino, pasar los filtros de seguridad, y regresar corriendo, porque con tres retrasos perdías el bono. Nos daban 35 minutos para comer, pero en ir y volver al comedor hacíamos 30 minutos. En el camino había máquinas de refrescos y papas. Eso comíamos todos.

”Mi turno terminaba a las siete de la mañana. El pollo salía a las 7:10. Si por algo me entretenía, me quedaba en la línea otras ochos horas, porque caminar a la carretera era muy peligroso.

”Me corrieron en junio de 2006 porque me enfermé. Manejaba unos ácidos a los que les dicen jabones. Además de ensamblar, tenía que enjabonar diez o doce veces unos discos giratorios, como tocadiscos. Los jabones deshacían los guantes. El viernes que me corrieron fui a las pruebas de sangre que me hacían cada mes y ahí me desmayé. Me acusaron de no trabajar, aunque sabían que estaba inconsciente en la enfermería. Antes me llevaron al Hospital Civil. Ahí me dijeron que tenía un metal en la sangre y los riñones malos. Me quedé internada tres meses. Los de la agencia me dijeron que ya no tenía trabajo. Me dieron 500 pesos de liquidación y me dijeron que si no firmaba, ellos me iban a demandar”.

 

Martha Rodríguez

Trabajo en una línea de producción donde se hacen piezas para los focos de los carros de lujo. Somos varias alrededor en una banda y cada quien va poniendo lo que le toca. O soldando. O revisando la soldadura. O haciendo pruebas o empacando, pero siempre lo mismo. La mayoría de las obreras somos mujeres y todos los supervisores son hombres.

”He trabajado diez años aquí, aunque antes armaba computadoras.

”Empecé ganando 64 pesos diarios. Ahora gano 700 a la semana. Vivo con mi mamá y mis hijas. A mi mamá le doy 400 para la comida; 200 son para las niñas y dejo 100 para mis gastos.

”Diario entro a las seis de la mañana y salgo a las dos de la tarde. Dos veces a la semana trabajo de tres a ocho limpiando casas. Ahorita estoy doblando turno; entro a las nueve y media de la noche, salgo a las cinco y media de la mañana y luego hago mi turno normal, de seis a dos, parada todo el rato. En mi día de descanso me gusta ir a misa y lavar ropa. Trato de ir a correr diario. Correr es lo que más me gusta.

”Hasta hace cinco años no nos daban utilidades. Nos organizamos diez o quince para exigirlas, pero sospecharon y corrieron a varias.

”Otra cosa que no me gusta de la empresa es que me pongan a soldar plomo, porque dicen que es muy tóxico. Ocho años fui del equipo de reparaciones y trabajaba sin protección. En mis exámenes de sangre el plomo siempre sale altísimo y el doctor de la empresa dice que es porque ando en camión (ríe).

”Pero he tenido suerte, porque hubo un tiempo, hace seis años, cuando a las que ganaban 100 diarios les preguntaban: ‘¿Quieres que te baje el sueldo o te corro?’. Hay un sindicato, pero está comprado por la empresa.

”A los meros jefes no los vemos. Ellos tuvieron una posada y nosotras otra. Ellos tienen un horario para comer y nosotros otro.

”Es muy feo trabajar todo el día y no tener nada. Aguanto porque Dios me da fuerzas… Otras compañeras tienen cuatro, cinco hijos; hay unas que hasta pagan renta.

”Y a las subcontratadas les va peor. Algunas ganan 75 pesos por la jornada de ocho horas y firman contrato cada quince o 22 días.

 

Ley y subempleo

La nueva Ley Federal del Trabajo reconoce la subcontratación, pero indica que no se puede abusar de ella:

“Artículo 14.Las personas que utilicen intermediarios para la contratación de trabajadores serán responsables de las obligaciones que deriven de esta ley y de los servicios prestados.

”Los trabajadores tendrán los derechos siguientes: i. Prestarán sus servicios en las mismas condiciones de trabajo y tendrán los mismos derechos que correspondan a los trabajadores que ejecuten trabajos similares en la empresa o el establecimiento; y ii. Los intermediarios no podrán recibir ninguna retribución o comisión con cargo a los salarios de los trabajadores”.

“Artículo 15-A. El trabajo en régimen de subcontratación […] deberá cumplir con las siguientes condiciones:

”a)  No podrá abarcar la totalidad de las actividades, iguales o similares en su totalidad, que se desarrollen en el centro de trabajo.

”b)  Deberá justificarse por su carácter especializado.

”c)  No podrá comprender tareas iguales o similares a las que realizan el resto de los trabajadores al servicio del contratante.

”De no cumplirse con todas estas condiciones, el contratante se considerará patrón para todos los efectos de esta Ley, incluyendo las obligaciones en materia de seguridad social”.

“Artículo 15-D.No se permitirá el régimen de subcontratación cuando se transfieran de manera deliberada trabajadores de la contratante a la subcontratista con el fin de disminuir derechos laborales…”.

“Artículo 1004-C. A quien utilice el régimen de subcontratación de personal en forma dolosa, en términos del artículo 15-D de esta Ley, se le impondrá multa por el equivalente de 250 a 5000 veces el salario mínimo general”.

“Artículo 37. El señalamiento de un tiempo determinado puede únicamente estipularse en los caso siguientes: i. Cuando lo exija la naturaleza del trabajo que se va a prestar; ii. Cuando tenga por objeto sustituir temporalmente a otro trabajador; y iii. En los demás casos previstos por esta Ley”.

 

Los números del negocio

:: El reporte World Electronics Industries, que elabora el Décision Études Conseil, indica que en 2011 el consumo de electrónicos en el mundo tuvo un valor de 3 mil 630 millones de dólares. Estima que para 2020, el consumo aumentará a 6 mil 701 millones de dólares.

:: En 2011, el ensamble de alta tecnología participó con 3.9 por ciento del producto interno bruto de la industria manufacturera y representó la cuarta parte de ese rubro.

:: Los 3clusters electrónicos más importantes de México están en Jalisco, Baja California y Chihuahua.

:: En Jalisco se fabrican computadoras, servidores, impresoras, teléfonos celulares, set top boxes, cd, dvd y circuitos modulares. El monto de las exportaciones fue de 14 mil 624.2 millones de dólares en 2011.

:: En Baja California se producen televisores (20.4 millones), placas de circuitos impresos, arneses, sonares marinos, inductores, conectores, teléfonos celulares, tableros electrónicos, microchips y semiconductores. Las exportaciones alcanzaron 11 mil 153.6 millones de dólares en 2011.

:: En Chihuahua se fabrican productos de audio, video y telecomunicaciones. El monto de las exportaciones fue de 13 mil 962.4 millones de dólares.

 

Fuente: Secretaría de Economía.

Con culpa (pero no tanta)

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Hay películas que no soportan la más ligera revisión y mucho menos la más tibia crítica, pero no importa: no dejan de encantarnos y tampoco podemos resistirnos a la tentación de verlas.

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Sobre gustos no hay disputa, reza un dicho popular. Pero a todos nos gusta lo bueno. O, dicho de otra forma, incluso tratándose de apreciaciones harto subjetivas —como son las del gusto—, uno tiende a encontrarle virtudes a lo que les da origen, a justificar las elecciones. Aunque hay cosas que no soportan el autoengaño: por más que generan placer, nada se nos ocurre que pueda hacerlas encomiables al juicio de los demás, porque son indefendibles. Por eso el placer resulta culposo. En la música se puede traer a cuento a Supertramp y Abba. En el cine hay para todos los gustos.

Hay películas que no soportan la más ligera revisión y mucho menos la más tibia crítica, que son generosas en escenas inverosímiles o ridículas, que van de un exceso a otro sin reposo y mueven al llanto o al gozo de forma involuntaria. No falta, eso sí, el paréntesis ¿de lucidez? en el que uno tiene un irrefrenable ataque de pena ajena. Pero no importa. Porque no dejan de encantarnos y tampoco podemos resistirnos a la tentación de verlas cada vez que el destino —burlesco— nos las pone en el camino. Entonces no queda más que aceptar que a uno también le gusta lo mal hecho, reprocharse unos cinco segundos por la debilidad... y abandonarse al disfrute. Cómo no.

Las primeras películas que me vienen a la mente son cortesía del cine mexicano, que es más proclive a las “malhechuras” que a los pretextos para este tipo de placeres. Algunas sí son de plano inconfesables. Otras, con la pena, sí se pueden compartir:

 

Cuando los hijos se van

Juan Bustillo Oro, 1941

El título anticipa una perspectiva, la de la madre. Ésta, interpretada por Sara García, sufre como le cuadra a una cinematográfica madre mexicana: mucho. En particular por sus hijos. Y su Raymundo (Emilio Tuero) ha sido injustamente acusado de robo, por lo que debe irse de la casa paterna. Luego otro de sus hijos muestra su maldad y provoca que la novia de Ray y su padre lo rechacen. ¡Ay! Sé que es un placer malsano la frecuentación de melodramas como éste, pero al final uno se siente aliviado, pues descubre que, en comparación, las miserias cotidianas son tediosas nimiedades.

 

El Santo en el tesoro de Drácula

René Cardona, 1969

El Santo no sólo es un luchador invencible y un justiciero implacable. Aquí también es un científico que ha creado una máquina para viajar en el tiempo. Al pasado va una mujer que, como todas, “quiere con él”. Y cae en las garras del mismísimo Drácula. Entonces el enmascarado de plata tiene que resolver el entuerto. La primera vez que la vi —en la tele y en la niñez—, me asusté. Después me asusté menos y me reí un poco. Recientemente volví a verla: sin censuras, con los desnudos que habían sido eliminados para la distribución en México. Y entonces no pude reprimir las carcajadas.

 

Magical Mystery Tour

Paul McCartney, John Lennon, George Harrison, Ringo Starr, Bernard Knowles, 1967

No hubo guión. Y se nota. El pretexto de inicio es un viaje en autobús, y encadena un sketch tras otro. Algunos son mesurados y reservan cierta gracia; otros son excesivos y no son menos hilarantes. Hay pasajes soportables tan sólo porque queda claro que los Beatles se divirtieron haciéndolos. Los números musicales fueron considerados lo único valioso (¿a falta de videoclips, que aún no existían?). Su navideño estreno televisivo fue un fracaso. No obstante, cada que me la encuentro pienso que, con todas sus precariedades y miserias, es la mejor película navideña que he visto.

 

The Babe

Arthur Hiller, 1992

Es recordado como un gran bateador y un gran pitcher. En pantalla, además, aparece como un glotón capaz de prodigar chistes a pesar de las carencias de su infancia. Toda película beisbolera que se respete convoca a la desmesura, pero Arthur Hiller, el realizador de esta cinta, es mesurado. Acaso por eso es una de las películas sobre beisbol menos afortunadas. Pero ver a John Goodman en la camiseta de los Yankees, dando vida a The Babe, carcajeándose a cada rato y acumulando proezas con un habano en la boca, dentro y fuera del diamante, no es poca cosa. Es pura épica discreta.

 

Il Mostro

Roberto Benigni, 1994

El pretexto que desencadena este reservorio de despropósitos es un violador y asesino serial que ha matado a casi 20 mujeres y al que busca la policía. Un ladrón de poca monta, que posa la mirada ahí donde hay curvas que lo justifiquen, es considerado como el principal sospechoso. Y lo demás no es lo de menos: es una sucesión de escenas más o menos ridículas que remiten a las comedias sexuales italianas de los setenta y ochenta —como las protagonizadas por Edwige Fenech— y que empujan una carcajada tras otra. No hay nada sutil en esta entrega de Benigni. Afortunadamente.

 

Para ver

:: Placeres culposos de Martin Scorsese.

:: Top Ten según los críticos (2002).

:: Se vale votar para hacer el ranking.

:: En listas se rompen géneros:

Digital Polyphony.

Geek Tyrant.

Mania.

My Geek Blasphemy.

:: Placeres culpables, la película.

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