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Arte y poder: YBAs

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Al inicio se trataba de un grupo de jóvenes que pensaban en cómo remover, escandalizar y criticar su establishment. Vale la pena analizar la incidencia que tuvo su alza en el mercado en su labor creativa y su influencia en las artes

«For The Love of God», pieza de Damien Hirst
«For The Love of God», pieza de Damien Hirst

Al principio fue una caja de jabón marca Brillo firmada por Andy Warhol (serigrafía en tinta sobre pintura sintética de polímeros sobre madera). Un cubo igualito a una caja de jabón con la que, por los años ochenta, se inició un revolución entre los estudiantes del Goldsmiths College of Arts en Londres: 16 chicos que se reunían para discutir acerca de lo que era o no arte a partir de Warhol, sus acciones, piezas, exposiciones, experimentos y contemporáneos. 

Lo que sucedió después no parecería raro entre un grupo de estudiantes en busca de un espacio para exteriorizar sus discusiones: expusieron en una bodega en el puerto, junto al Támesis. Eligieron un título, Freeze, y a uno de ellos como curador: el joven de 23 años Damien Hirst. Durante la inauguración, Hirst conoció a un publicista recién expulsado de su agencia, Charles Saatchi, y la historia de los chicos orgullosos de su estatus subterráneo comenzó a cambiar, y el arte en el Reino Unido también. 

Entusiasmados por ese rasgo del pop art crítico, cuestionador y escandaloso, el grupo ahora conocido como Young British Artists (YBAs) puso en marcha una táctica de choque contra los tabúes de una sociedad inglesa que experimentaba una sensación de falta de oportunidades en la era Thatcher. Los chicos se enfrentaron a los tabúes de la religión, las costumbres sexuales, los valores familiares, la muerte o la vida. Eran, entre otros, Hirst, Sarah Lucas, Liam Gillick, Fiona Rae, Tracey Emin, Douglas Gordon, Jane y Louise Wilson, Anya Gallaccio, Henry Bond, Sam Taylor-Wood, Ian Davenport, Michael Landy, Gillian Wearing, Abigail Lane, Angus Fairhurst y, posteriormente, Jake y Dinos Chapman, Rachel Whiteread, Chris Ofili y Gavin Turk. Ellos encontraron en la provocación una forma de preguntarse acerca de su tiempo, su entorno y su trabajo. En 1995, ya con la producción de Saatchi, se organizó Brilliant!, New Art of London, en el Walker Art Center de Minneapolis, Estados Unidos, donde expusieron por primera vez el famoso tiburón de Hirst y la recreación de Los desastres de la guerra, de Goya, con juguetes y maniquíes de Dinos y Jake Chapman. Donde Anya Gallaccio acomodó en una ventana un montón de flores que se fueron marchitando y Tracey Emin llenó de objetos personalísimos una casa de campaña, entre otras piezas de los adscritos a la ya para entonces famosa y valiosa agrupación. 

Al inicio se trataba de un grupo de jóvenes que pensaban en cómo remover, escandalizar y criticar su establishment y, como a veces pasa, con el tiempo ellos mismos se transformaron en el establishment. Sus miembros han aceptado premios, exposiciones, compras y elogios; han acaparado mercados, museos, galerías, precios y ventas, y por esta razón han obtenido más críticas que elogios y generado más polémica que visitas. Muchos de estos artistas han reflexionado en torno a su trabajo y a su nueva posición. Una obra en particular quizá representa algunas claves para entender su controversia: en 2007, Damien Hirst presentó una calavera cubierta de diamantes. Para muchos, esta pieza resultó el colmo de la pretensión de un artista que intenta vender meras ocurrencias, y la prueba contundente de su preferencia por el dinero sobre el arte. Esta percepción se mantuvo a pesar de que el título de la pieza, For the Love of God (“Por el amor de Dios”), se debió al reclamo de la madre del artista al enterarse de la idea, o a pesar de que éste jugara con el precio de la pieza cada vez que se lo preguntaban (¿el valor de una obra está en el trabajo, en la firma o en el material? ¿Qué sucede cuando un artista presenta su obra como “la más valiosa jamás creada”?) y aun cuando Hirst haya explicado varias veces que parte de su inspiración fue la calavera azteca cubierta de turquesas que se exhibe en el British Museum.  

Aunque pareciera que varios de los integrantes del grupo terminaron por traicionar sus principios, valdría la pena analizar la incidencia que tuvo su alza en el mercado en su labor creativa y su influencia en las artes. Algunos miembros de ybas parecen estancados en el espectáculo de lo trasgresor, pero otros siguen trabajando desde su nueva posición, incluso utilizándose a ellos mismos como material de choque y burla. Algunos aceptan homenajes de su reina, mientras otros utilizan su acercamiento a la realeza para crear nuevos cuestionamientos. Otros acaparan mercados para conservar un estatus más comercial o para mantener una especie de “dominio estético”; y, finalmente, otros se fueron. Pero eso no parecería raro entre unos estudiantes de Arte que buscaban un espacio para expresarse allá por los ochenta. m. 

 

Para saber más

::Young British Artists, de Jesse Russell y Ronald Cohn (Book on Demand Ltd., Reino Unido, 2012). 

:: Texto de la exposición Brilliant!.


«Mi Valedor»: una revista en situación de calle

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Mi Valedor es un proyecto editorial que busca cambiar la situación de personas en situación de calle, ofreciéndoles un trabajo que se traduzca en ingresos que, a su vez, contribuyan a mejorar su condición

La revista busca ser una fuente de ingresos para estas personas. Foto: Cortesía
La revista busca ser una fuente de ingresos para estas personas. Foto: Cortesía

“Ya no quiero ser el mismo de antes”. “Ya me urge salirme de este ambiente”. “Para conseguir un trabajo me pedían los papeles y no los tenía. Por esa razón me quedo en las calles”. Estos testimonios, en voz de personas que viven y hacen su esfuerzo por salir adelante en las calles de la ciudad de México, abren el video de presentación de la revista Mi Valedor, un proyecto editorial que busca cambiar la situación de estas personas, ofreciéndoles un trabajo que se traduzca en ingresos que, a su vez, contribuyan a mejorar su condición.

El equipo de Mi Valedor está integrado por siete mujeres. Ellas definen la revista como “un proyecto social que propone un modelo de autoempleo para gente en situación de calle. Buscamos hacer visible este problema a través de la creación y la distribución de una revista callejera”. ¿Cómo funciona el modelo? El equipo integrado por María Portilla, Paula García, Mariana Patrón, Regina Rivero, Ana Nieto, Delphine Tomes y Elena García arma la publicación. Cada volumen, dicen, “está dedicado a un concepto general asociado a la realidad cotidiana de la ciudad de México y sus actores, con algunos momentos literarios y notas informativas”. Así, los contenidos incluyen secciones como Gente, Lugares, Costumbres, Fotografía, Arte, Historias y Sociedad, entre otras. Las revistas, que tienen un costo al público de 20 pesos, se venden en 5 pesos a sus distribuidores —es decir, los valedores—, la diferencia es su ganancia.

Revista Mi Valedor

Pero Mi valedor no es sólo un proyecto editorial. Tiene, además, un área social que busca atender la parte de la reinserción social de los valedores. En su sitio web explican que “a través de instituciones, organizaciones y trabajo de campo hacemos el primer contacto y reclutamiento de la gente en situación de calle. Damos talleres para la formación de habilidades sociales que capacitan y acompañan a los valedores […] Para nosotras es fundamental que nuestros vendedores se sientan parte del proyecto, es por eso que impulsamos su participación en el contenido escrito e ilustrado. Así que a lo largo de la semana impartimos una serie de sesiones en donde desarrollan su creatividad y su autoexpresión”.

La intención de Mi Valedor es integrarse a la Red Internacional de Periódicos Callejeros (INSP, por sus siglas en inglés), que tiene presencia en Buenos Aires, São Paulo, Río de Janeiro, Seúl, Vancouver, Nashville, Denver, Londres y Glasgow, por citar algunas ciudades. La revista está abierta a colaboraciones. Para saber cómo publicar, es necesario escribir a mivaledormx@gmail.com. m.

Música para darle batalla al Alzheimer

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Como su nombre lo indica, el proyecto Música para Despertar utiliza  la música como una valiosa herramienta para plantarle cara al Alzheimer y mejorar la calidad de vida de sus pacientes

El proyecto se realiza en una casa de retiro en Granada. Foto: Cortesía
El proyecto se realiza en una casa de retiro en Granada. Foto: Cortesía

La noticia no es nueva: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Alzheimer es la forma más común de demencia: se calcula que representa entre 60 y 70 por ciento de los casos registrados alrededor del mundo. Lo que sí es noticia son los pasos que se siguen dando para combatirla: no hace mucho, en estas páginas reseñábamos el trabajo que realiza Julia Elisa Sepúlveda en materia de diagnóstico de la enfermedad.

Y si bien las investigaciones en el laboratorio no se detienen, tampoco lo hacen los que intentan dar la batalla desde diferentes frentes. Un ejemplo de ello es el trabajo que se viene realizando en España por medio del proyecto Música Para Despertar, que, como su nombre lo indica, está utilizando la música como una valiosa herramienta para plantarle cara al Alzheimer.

En el sitio web del proyecto explican que “entre las últimas áreas en desaparecer en el cerebro herido por el Alzheimer están las encargadas de la memoria musical y la capacidad de sentir emociones”. Con esto como premisa, han comprobado que, al ser expuestos a piezas músicales significativas en su vida, los pacientes experimentan reacciones sorprendentes: logran “‘despertar’ a la persona momentáneamente, parece que por instantes vuelve el movimiento coordinado, vuelven emociones intensas, vuelven recuerdos de toda una vida y, lo más importante, vuelve el sentimiento de autonomía, se sienten importantes, protagonistas y únicos, y disfrutan de ese momento, su momento”. Para armar la selección musical de cada paciente, los terapeutas charlan con las familias, que, después de conocer el proyecto, comparten de buen grado la música que marcó la vida de sus parientes afectados por la demencia.

Musica para Despertar

El tratamiento musical que propone Música Para Despertar se plantea como un complemento para los tratamientos farmacológicos, aunque, dicen sus impulsores, es menos costoso, tiene menos efectos secundarios y está centrado en la persona y en su calidad de vida.

Música Para Despertar fue seleccionado por la iniciativa Think Big Jóvenes, impulsada por Fundación Telefónica, un programa que apoya a jóvenes de entre 15 y 26 años con algún proyecto social. Actualmente, el trabajo se realiza en la casa de retiro para adultos mayores Cáxar de la Vega, en Granada, España, aunque el modelo es fácilmente replicable en cualquier parte del mundo. m.

 

Para leer

::Música Para Despertar en Facebook.

Para ver

:: Canal de Música Para Despertar en YouTube.

En memoria de Alfonso Urrea Carroll

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En septiembre pasado murió quien fuera la cabeza de la empresa Urrea Herramientas Profesionales y presidente de ITESO AC de 1989 a 1996

Urrea Carrol durante su periodo al frente del ITESO. Foto: Cortesía
Urrea Carrol durante su periodo al frente del ITESO. Foto: Cortesía

Alfonso Urrea Carroll (1941-2015) fue una persona clave no sólo para Grupo Urrea, sino también para el ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, sobre todo cuando estuvo al frente del consejo directivo de esta asociación civil (de 1989 a 1996), así como para el Centro de Integración Tapalpa AC, institución que apoya a niños con discapacidad.

Como empresario, este egresado de la licenciatura en Administración de Empresas, quien falleció el pasado 19 de septiembre, se ocupó no sólo del crecimiento de la empresa familiar, sino que también hizo de ella uno de los mejores lugares para trabajar en el país, según el ranking del Instituto Great Place to Work.

Al frente de Urrea Herramientas Profesionales, Alfonso Urrea apuntó sus esfuerzos a consolidarla como la mayor fabricante de herramientas de Latinoamérica y comenzó a exportar al mercado estadunidense a finales de la década de los ochenta, para lo cual creó la compañía Urrea Profesional Tools; a la par, la compañía obtuvo reconocimientos como empresa socialmente responsable, con equidad de género e incluyente, entre otros.

Se puede decir que el vínculo de Alfonso Urrea Carroll con el ITESO se remonta a su padre, Raúl Urrea Avilés, quien también fue presidente de ITESO AC en el periodo de 1968 a 1976. Durante los siete años que Alfonso Urrea estuvo al frente de la Asociación Civil, el ITESO aumentó su número de becas, que se consolidaron de las reservas financieras de la Universidad. Además, se inició la construcción del Auditorio Pedro Arrupe, SJ, y de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, cuyo acervo está entre los más grandes de los de las bibliotecas privadas de Occidente.

Su hijo Alfonso Urrea Martín lo describe como gran conciliador y negociador, con la capacidad de aglutinar a personas en torno a su figura y a los proyectos que emprendía, entre los que está el Centro de Integración Tapalpa AC, del que fue presidente durante diez años y para el que organizó la Copa de Golf Abierto de Corazón, al que asistió Lorena Ochoa en 2013. Quien fuera la golfista número uno del mundo firmó el acuerdo para que se realizara en el Guadalajara Country Club el Torneo de la LPGA Lorena Ochoa Invitational, que trajo a la ciudad a las figuras del golf más importantes del mundo.

Alfonso Urrea también se involucró en la recaudación de fondos de otras instituciones de beneficencia, como Nosotros los Niños con Cáncer y Escuela para Niños La Barranca, y fue colaborador de la Cruz Roja Mexicana, delegación Jalisco. m.

222 pasos hacia la vinculación entre arte y sociedad

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La exposición fotográfica, fruto de un PAP, retrata a trabajadores del Instituto Cultural Cabañas y el Mercado Libertad (también llamado San Juan de Dios) y busca sus puntos en común para crear lazos

Integrantes del proyecto 222 Pasos. Foto: Luis Ponciano
Integrantes del proyecto 222 Pasos. Foto: Luis Ponciano

De la entrada del Instituto Cultural Cabañas (ICC) al mercado Libertad —mejor conocido como San Juan de Dios— hay 222 pasos. Esa distancia geográfica entre ambos destinos culturales se hizo más profunda cuando el hospicio cambió de vocación, en 1980, y se convirtió en un espacio dedicado a las artes. Así, donde antes existía un vínculo entre comerciantes y miembros del hospicio se erigió una barrera cultural que separa al Cabañas del resto del barrio de San Juan de Dios.

Con este antecedente, los miembros del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) Museos y Comunidad —antes llamado Espacios Culturales y su Vínculo con la Comunidad Local— dedicaron el periodo Primavera 2015 a detectar los puntos en común entre ambos destinos culturales. El resultado fue la exposición fotográfica 222 Pasos, que de julio a agosto se exhibió en uno de los salones del Cabañas.

Coordinados por la profesora Brenda Valdés Rosas, estudiantes de Diseño, Ciencias de la Comunicación, Arquitectura y Gestión Cultural entrevistaron a los vecinos de los alrededores del ICC para entender la historia del barrio fuera de los libros de texto y saber cómo comenzar el diálogo desde el propio museo hacia su comunidad. Se encontraron con que algunos de los trabajadores más antiguos del mercado tenían por lo menos 20 años sin poner un pie en la entrada del Cabañas, y jóvenes que crecieron entre los pasillos de San Juan de Dios no conocían el interior del museo.

Por medio de la recomendación de Olga Ramírez, directora del ICC, contactaron al fotógrafo francés Gaal Cohen, quien realizó el retrato de 22 trabajadores del mercado Libertad, eligió a los más antiguos y a aquellos con historias interesantes en torno al barrio; además, se amplió el espectro con otras 22 fotografías de trabajadores del ICC: museógrafos, guías, guardias de seguridad, todos retratados en su contexto habitual de trabajo. “En lugar de hablar del museo, el espacio cultural o el edificio, hablamos de las personas, para que ellas mismas hablaran del edificio y el diálogo fuera más personal”, explica Sara Bross Jaime, de Ciencias de la Comunicación.

La exposición se inauguró en julio, en el mercado Libertad. Se diseñó un plano que vincula el mercado y el museo para guiar a los visitantes por el recorrido dentro del inmueble. “Aquí se dio una mediación entre dos instituciones que tienen muchos años de historia. Con esta iniciativa del ITESO se permitió una verdadera mediación y sanación social del distanciamiento que había existido entre ellos”, dice Cohen, autor de todos los retratos. m.

El ITESO gana el Premio Nacional de Exportación

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La Universidad se hizo acreedora de este galardón por su carrera de Comercio y Negocios Globales. En diciembre del año pasado el gobierno del estado de Jalisco ya le había concedido el Galardón a la Exportación

El reconocimiento fue entregado por el presidente Enrique Peña Nieto.
El reconocimiento fue entregado por el presidente Enrique Peña Nieto.

Con 23 años de historia, la licenciatura en Comercio y Negocios Globales del ITESO continúa subiendo peldaños: la Universidad ganó en octubre pasado el Premio Nacional de Exportación en la categoría Instituciones Educativas.

Jalisco es el estado que más exporta en México (alrededor de 10 por ciento del total nacional) y el ITESO es la universidad de la región que más impulsó el comercio internacional durante 2014. Tan es así que, en diciembre del año pasado, el gobierno del estado ya le había concedido el Galardón a la Exportación, la máxima distinción a empresas, organizaciones o instituciones educativas especializadas en la promoción y el desarrollo del comercio exterior y en la formación de profesionales.

La calidad de su plantilla docente y su vinculación con organismos nacionales e internacionales fueron dos de los criterios considerados para distinguir a la Universidad con el reconocimiento estatal —que ya había recibido en 2002—, y ahora en el ámbito nacional.

Genaro de Jesús Portales, coordinador de la carrera de Comercio y Negocios Globales, destaca la intervención de estudiantes en el campo laboral, mediante los Proyectos de Aplicación Profesional (PAP), como una de las razones por las que obtuvieron el premio. Y es que cuando el comité evaluador solicitó evidencia cuantificable del resultado de los PAP, el coordinador de Comercio y Negocios Globales decidió invitar a tres líderes de PAP y a los titulares de las tres empresas con las que colaboraron. “Yo creo que el iteso ganó este año por los PAP. Su alcance es algo que nadie tiene en resultados y seguimiento, y se traduce en resultados para empresas y experiencia laboral para los alumnos”, dice.

El plan de estudios del Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM) tiene distintos pilares educativos que aporta a sus carreras. Portales destaca cinco: la filosofía jesuita, el marco regulatorio normativo, logística, tratados y negociaciones de México hacia el exterior y emprendimiento, entendido este último en dos rubros: uno tradicional, que consiste en la apertura de una microempresa con aspiraciones de expansión, y otro “donde creemos que puede influir más el iteso: la potenciación de empresas; es decir, que los jóvenes que se incorporan a una empresa puedan hacer proyectos profesionales de emprendimiento, proyectos sustentados en análisis de mercados y análisis financieros”.

Este premio, asegura Portales, “habla de la calidad del Departamento de Economía, Administración y Mercadología, no sólo de la carrera, porque mis alumnos comparten materias de Administración, Mercadotecnia… esto habla del esfuerzo de muchos. Hay mucha gente que ha contribuido para que el ITESO haya obtenido este premio”. m.

Todas las mujeres contra todas las violencias

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Las mujeres enfrentamos cotidianamente diversos tipos de violencias: acoso callejero, en el transporte público y ahora también en las redes sociales. Cuando denunciamos muchas veces la respuesta es minimizarlo o descalificarlo.

Por Carmen Díaz, integrante de la red de género del ITESO

Violencia de género

El 25 de noviembre es una fecha que moviliza a organizaciones y colectivos que promueven los derechos de las mujeres. El día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres hace memoria del asesinato de las hermanas Mirabal, por su activismo político frente a la dictadura de Trujillo en República Dominicana, en 1960. En 2015, seguimos ante un panorama sombrío. Según ONU Mujeres “en todo el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental. Ya sea en el hogar, en la calle o en los conflictos armados, la violencia contra las mujeres es una pandemia mundial que ocurre en espacios públicos y privados.”

Las mujeres enfrentamos cotidianamente diversos tipos de violencias. A veces, hasta las normalizamos. Acoso callejero, en el transporte público y ahora también en las redes sociales. Cuando denunciamos la publicidad o los comentarios sexistas muchas veces la respuesta es minimizarlo, descalificarlo. ¿A quién ya le han llamado feminazi? La violencia van tomando distintas formas: son las agresiones sexuales que sufren las migrantes y la represión contra las defensoras de derechos humanos. Es la lesbofobia y los ataques a las mujeres trans. Son los desalojos y criminalización de las mujeres que defienden sus territorios frente a megaproyectos. Es la brecha salarial y la invisibilización del trabajo doméstico. Y por supuesto, son los feminicidios y la impunidad.

 

Sigue leyendo la reflexión de Carmen Díaz en este enlace.

La Ausjal abrirá cursos en línea

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Gracias al trabajo del CAR del ITESO, partir del semestre de Primavera 2016 será posible realizar cursos en línea en distintas universidades de la red Ausjal

cursos en linea

Cursar desde el ITESO materias como Gerencia Social, Justicia Restaurativa o Práctica Investigativa en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali; o también en Ética de la Ciencia y la Tecnología, Género y Cultura o Derecho de los negocios en la Universidad Iberoamericana León, será posible desde el semestre de Primavera 2016.

El Centro de Aprendizaje en Red (CAR) del ITESO, en colaboración con la Oficina de Intercambios, y varias universidades de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) abren esta modalidad de intercambio.

“Claro que la experiencia del intercambio presencial de moverte a otro país es maravillosa, pero creemos que la experiencia de convivir, discutir, trabajar con personas de otros lugares a partir de un curso en línea en otra universidad tiene (sus) riquezas”, señala Fernando Escobar Zúñiga, académico del CAR, quien participa en la red de educación y tecnología de Ausjal.

En la página de Intercambios del ITESO se publicarán los detalles de las materias que podrás cursar en línea en otra universidad, toma en cuenta que el proceso de inscripción será del 14 al 17 de diciembre para iniciar en enero del 2016.

Consulta las materias que puedes cursar en este enlace.

 

Universidades con oferta académica de intercambio en línea

:: Universidad Iberoamericana León

:: Universidad Iberoamericana Torreón

:: Pontificia Universidad Javeriana de Cali

:: Universidad Católica Andrés Bello

:: Universidad Rafael Landivar

:: Universidad Centroamericana UCA

 

La foto que ilustra este post fue tomada de culturacolectiva.com


El “vacío” en la tradición Cristiana

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La invitación es a ejercitar este “vaciamiento” de unos por otros en la construcción de una realidad personal y comunitaria que refleje el dinamismo del Amor intra-trinitario de Dios

“Hay que poner el amor más en obras que en palabras”, decía san Ignacio de Loyola
“Hay que poner el amor más en obras que en palabras”, decía san Ignacio de Loyola

El campo semántico “vacío-vaciamiento” tiene gran importancia en la tradición cristiana. Evoca especialmente el himno cristológico de Filipenses 2, 5-10. En este texto se afirma que “Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo [literalmente, ‘se vació’] tomando la condición de siervo”.

El término griego kénosis, “vaciamiento”, describe esta entrega radical de Jesús que se da (se vacía) completamente por la humanidad. Es decir, toma todo lo que es y lo entrega (se vacía), convirtiéndolo en un don para los demás.

La fe trinitaria parte de la convicción de que Dios no es una soledad volcada sobre sí misma, sino que es una comunidad de Amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuya donación mutua, radical y completa “sostiene” la naturaleza divina (es decir, lo que llamamos Dios): todo el Padre se vacía por Amor engendrando al Hijo. Nada del Padre le es ajeno al Hijo, porque el Padre se le ha entregado completamente, sin guardar nada para sí. El Hijo lo ama en reciprocidad entregándose completamente en Él. El Espíritu Santo es la personalización de ese dinamismo. La paradoja es que precisamente esta entrega mutua es la que permite que el Padre, el Hijo y el Espíritu sean quienes son.

Como cristianos creemos que fuimos creados a “imagen y semejanza” de Dios. Pero no de cualquier dios, sino de esta comunidad trinitaria. Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios que, asumiendo en plenitud nuestra condición humana, nos enseña cómo vivir esta entrega mutua “humanamente”. Toda su vida es kénosis vaciamiento, entrega de sí para convertirse en vida para nosotros. Con su amor libre e incondicional nos capacita y modela para amarnos mutuamente de la misma manera.

La invitación es a ejercitar este “vaciamiento” de unos por otros en la construcción de una realidad personal y comunitaria que refleje el dinamismo del Amor intra-trinitario. Ignacio retoma esta verdad en la meditación cumbre de los Ejercicios Espirituales: “La Contemplación para Alcanzar Amor” (EE 230). Parte de la convicción de que Dios es Amor (1 Jn 4, 8), o mejor dicho, “Dios es amando”. Amar libre e incondicionalmente es “ser/existir” a la manera de Dios.

Este Amor no es mera especulación o buena intención. Ignacio dice que “hay que poner el amor más en obras que en palabras”. Subraya que el amor consiste en un intercambio de bienes: cada quien comparte con el otro (con los otros) lo que tiene y puede y viceversa. Nos “vaciamos” unos por otros dando lo mejor de nosotros, que se convierte en vida para el amado. A su vez, en reciprocidad, recibimos lo mejor de los demás, que pasa a formar parte integral de quienes somos.

Así experimentamos la paradoja de que mientras más nos entregamos (nos vaciamos) por los demás, y crecemos en el aprecio del don que recibimos de la donación de cada persona, más seguros estamos de nuestra identidad. Ésta es una convicción fundamental de la espiritualidad cristiana e ignaciana.m.

Vacíos urbanos: qué hacer (y qué no hacer)

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En las ciudades existen vacíos por todas partes: debajo de los puentes vehiculares, en los canales de aguas, en los terrenos que esperan para ser vendidos; en las fábricas y los comercios que emigraron a otra parte, fraccionamientos que fracasaron, zonas de la ciudad que quedan desiertas a determinadas horas del día

Parque Fundidora en la ciudad de Monterrey, Nuevo León
Parque Fundidora en la ciudad de Monterrey, Nuevo León

Guadalajara es una ciudad en la que falta imaginación para cubrir los vacíos urbanos. En lo que podríamos llamar ciudad central, los lotes inutilizados y los edificios abandonados dan lugar a torres habitacionales, mientras que los municipios recientemente añadidos a la Zona Metropolitana se llenan con fraccionamientos y pequeños centros comerciales.

Existen vacíos por todas partes: los hay debajo de los puentes vehiculares, en los canales de aguas, en los terrenos que esperan el mejor momento para ser vendidos (eso que llamamos especulación urbana); en las fábricas y los comercios que emigraron a otra parte, espacios comunes que quedaron a la deriva, fraccionamientos que fracasaron, zonas de la ciudad que quedan desiertas a determinadas horas del día.

La ciudad de Nueva York transformó sus vías férreas abandonadas en un parque lineal (High Line). Los terrenos donde operó la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey ahora son un parque que además funciona como una especie de museo industrial (Parque Fundidora). Los italianos se enfocaron en las zonas ocultas de sus vías rápidas y las están transformando en espacios de convivencia (Bajo el viaducto). São Paulo convirtió una vieja fábrica de tambores en uno de los centros culturales más importantes de su país (Centro Cultural SESC, de Pompéia). En Barcelona nace el Distrito 22@, que reactiva la vida en las viejas zonas industriales de Poblenou, donde conviven centros de investigación, viviendas patrimoniales y áreas verdes. Los lofts readaptan fábricas abandonadas en vivienda.

Tal vez la reinterpretación de espacios más significativa se genere en Detroit. La ciudad modelo estadunidense quiebra y se convierte en un escenario de ciencia ficción postapocalíptica. Los habitantes que quedan en el centro de la ciudad se apropian de baldíos y los convierten en huertos comunitarios por su necesidad apremiante de alimentos. Y es notable que los huertos comunitarios más representativos sean espacios abiertos y no sean víctimas de vandalismo.

Mientras tanto, Guadalajara vive, quizá, su transformación más violenta de los últimos 20 años. Unos espacios se ocupan y otros se abandonan. La creatividad queda sometida por las modas y los intereses económicos. Lástima: el potencial de cambio es altísimo.

La frontera norte de Guadalajara alberga un vacío espectacular: la Barranca de Huentitán cuenta con una profundidad promedio de 600 metros. Por fortuna está semiolvidada. Los últimos proyectos que han volteado hacia ella lo han hecho con nulo respeto por la biodiversidad y el paisaje. La Barranca es uno de los pocos lugares que nos quedan para el silencio, para la contemplación, para el encuentro con uno mismo. Por nuestro bien, esperemos que los promotores de nuestra ciudad la sigan olvidando. m.

 

Para saber más

::Corto documental Bajo el viaducto.

::Parque Fundidora

::High Line

::Detroit.

::Distrito 22@

:: Centro Cultural Pompéia.

::Barranca de Huentitán.

“Una lengua sirve para decirlo todo”: Luis Fernando Lara

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El desconocimiento del idioma materno conduce al empobrecimiento de la cultura y a la sujeción a una forma de colonialismo que, por usar el ejemplo del trabajo científico, pone en desventaja a quienes en ese terreno han de comunicarse principalmente en inglés. El remedio, según este especialista en el estudio del idioma español, parte de proponerse “vivir la propia lengua”

Luis Fernando Lara es una figura prominente de la lingüística en América Latina. Fotos: Lalis Jiménez
Luis Fernando Lara es una figura prominente de la lingüística en América Latina. Fotos: Lalis Jiménez

Deberíamos prestar más atención a nuestra lengua materna. Todos, no únicamente los profesionales para quienes es el objeto de estudio. Su interés no debería ser exclusivo de la academia. La lengua en sí es lo que nos hace humanos; tanto el campesino como el maestro de primaria, el diseñador y el científico viven de ella, y más nos vale conocerla bien. Para Luis Fernando Lara Ramos, doctor en Lingüística y Literatura Hispánica, su uso es determinante: “La lengua es nuestro mejor instrumento de comunicación precisa”. Sabe de lo que habla. Le ha dedicado su vida al estudio y la promoción del español; profesor-investigador de tiempo completo en El Colegio de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, sus distinciones y reconocimientos se cuentan por decenas. En su último libro, Temas del español contemporáneo, aborda los retos que enfrenta este idioma hablado por 400 millones de personas en el mundo.

Pero más que su currículum, lo que le confiere autoridad es su forma de hablar. Es cauteloso al expresarse, porque es de los que piensan que cada palabra tiene su razón de ser. Y, a pesar de esta cualidad, Lara Ramos sostiene una conversación fluida, sin interrupciones innecesarias. Su vocabulario es amplio, pero lo emplea sin presunción, con naturalidad. Escucharlo es como asistir a un curso rápido de español. Hay cadencia en el tono de su voz, pero también una honesta preocupación: en México la gente desconoce su propia lengua. Y en la mayoría de los casos no sabe qué hacer con ella.

La conversación empieza con una anécdota: “Hoy que salía del aeropuerto de la ciudad de México, uno de los empleados que revisan las maletas me dice: ‘Aguarde su maleta’, y yo le respondo: ‘Oiga, es que no se dice aguardar, aguardar es esperar. Usted lo que me quiere decir es ‘Guarde su maleta, ¿verdad?’. Lo que esto revela es que este empleado tiene un conocimiento bastante limitado de la lengua. Y además dañado por una necesidad absurda de hablar más correctamente. Entonces, este hombre debe pensar que guardar es coloquial y aguardar es elegante”.

Pero la gente con estudios universitarios también comete faltas. Algunas de ellas injustificables. Ahí están los titulares de prensa que no distinguen entre “conceder una entrevista” y “otorgar una entrevista”; o el neurofisiólogo que, para hablar con sus pacientes, recurre a una mala traducción del inglés; o la periodista Carmen Aristegui, que a sus entrevistados les dice: “Aprecio mucho su presencia”, cuando en realidad debería decir: “Agradezco mucho su presencia”. Parece riguroso, pero estos pequeños matices nos ayudan a entendernos mejor.

 

Una separación adversa

En el campo de la ciencia, la situación es un poco más complicada, pues los propios científicos no suelen reparar en la importancia del uso correcto del idioma, “especialmente los científicos de ciencias naturales”. Lara Ramos utiliza una analogía: “Para el científico, el uso de la lengua debiera ser tan importante como para el cirujano saber manejar bien el bisturí”. Es básico. De modo que de poco sirve que haga ciencia el científico que no pueda manifestar con claridad su pensamiento, pues nadie recibe sus conocimientos, o peor aún, la gente los entiende mal.

Entonces, ¿por qué si es tan estrecha la relación entre lenguaje y ciencia, se les ve como áreas apartadas? El lingüista responde casi al instante, como quien está convencido desde hace tiempo de sus argumentos: “En parte, por culpa de los propios humanistas. Desgraciadamente se ha creado la caricatura de que quien se dedica a las humanidades no sabe matemáticas, o es muy malo para las matemáticas. Por el lado de los científicos, tienen la idea de que esto de la lengua es un asunto sólo de los escritores. Y de esa manera se hace una separación entre ambos campos. Una separación que nos hace mucho daño. Uno tiene que romper esas barreras. Y más hoy en día, cuando todas las ciencias tienen mucho que decirse unas a las otras”. Para ello menciona el caso extraordinario del físico mexicano Luis de la Peña, cuya valiosa obra sobre mecánica cuántica es un buen ejemplo de cómo escribir en español. ¿Por qué los demás no lo hacen?, se pregunta Lara Ramos. Primero, por “esta distinción caricaturesca que se ha formado”; segundo, por la situación que se vive en las entrañas del país: la mala educación en las escuelas mexicanas.

Luis Fernando Lara Ramos

Hay un problema del que se habla poco y por el que se está haciendo menos. Afecta lo mismo a alumnos de primaria que a los hablantes de lenguas indígenas y a quienes trabajan en el campo de la divulgación científica. Lara Ramos puntualiza: es de suma importancia que “el maestro vuelva a relacionar las materias que debe enseñar con su propia vida. El fenómeno que se ha dado en México desde hace muchísimos años es que el modo en que el Sindicato y la Secretaría de Educación han intervenido sobre la vida de los maestros a lo que ha llevado es a una separación entre lo que debe enseñar el maestro y lo que sabe. De tal manera que, en particular para el maestro rural, lo que debe enseñar resulta tan alejado de su propia experiencia vital que lo enseña como materia rara, cuando, para enseñar la lengua, lo que tiene que hacer es vivir en ella”.

En algún punto de la ribera del río Papaloapan, en el estado de Veracruz, trabaja un pescador que maravilló al lingüista. A pesar de ser analfabeto, su uso de la lengua era notable: “Utilizaba su español con todo el conocimiento de su región y, por lo tanto, tenía una expresión florida, llena de refranes; hacía alusión a muchísimas cosas del mundo natural, hacía muchísimas metáforas”. Eso significa vivir la lengua, algo que las “instituciones externas” le han hecho olvidar al maestro de escuela, quien “ya no tiene los medios para lograr comunicarse de una manera adecuada al medio en que vive”.

El doctor Lara Ramos es un hombre de ejemplos; recuerda ahora a un maestro de primaria que “se estaba retorciendo el cerebro” con tal de expresarse, según él, propiamente. “Le dije: ‘Oiga, maestro, hábleme como les habla usted a sus parientes’. Cuando me hizo caso, empezó a hablar con toda facilidad. Le dije: ‘Eso es lo que les tiene que enseñar a los niños, unir la vida normal con la enseñanza’. El día en que los maestros entiendan eso y se liberen de todos esos pesos que tienen encima de ellos, la enseñanza del español va a mejorar. Ni siquiera es cuestión de libros de texto: es cuestión de actitud”.

 

Colonialismo científico

La siguiente pregunta es prácticamente inevitable. En las ciencias, ¿qué significa vivir la lengua? “Vivir el conocimiento de aquello que uno investiga en su propia lengua”. La última parte del enunciado es fundamental: en su propia lengua. Se trata de una exhortación a que los científicos mexicanos vuelvan a hacer ciencia en español. Vivimos en una época en la que la mayoría de las investigaciones se realiza en inglés. Cierto, es el idioma más extendido del planeta y, precisamente por esa ventaja, se ha constituido como el idioma de la ciencia. El problema es, pues, la instauración de un “colonialismo científico”.

En el terreno de las ciencias naturales predomina la idea de que el inglés es la lengua más apta para hablar de ciencia. No así en las ciencias humanas, donde los objetos de estudio están más ligados a las culturas. “Un astrónomo mexicano y un astrónomo tailandés, en el momento en que ven estrellas y planetas, ven lo mismo. Y, por lo tanto, su comunicación tiene que ser fluida”. O sea, en inglés. Aun así, Lara Ramos no consigue entender que los científicos releguen su idioma materno por excusas como: “Es que esto no se puede decir en español”. “¿Cómo que no se puede decir? Lo que no se puede hacer es decirlo como si fuera inglés. Lo que necesita el científico es volver a utilizar la capacidad de su propia lengua materna para hablar de lo que está experimentando y, de acuerdo con esta capacidad, va a poder significar su conocimiento de una manera completamente novedosa, atractiva y precisa. Mientras no lo hagan, mientras sigan creyendo que el español se debe parecer al inglés, vamos a seguir encontrando adefesios”.

Para ilustrar la situación, menciona un anglicismo que supuestamente no cuenta con un equivalente en español: podcast. La intención del lingüista es buscarle uno, pero para ello necesita definir exactamente en qué consiste un podcast: archivo de audio que se diferencia de una transmisión (y de una retransmisión) debido a que es el usuario quien decide cuándo lo escucha, y no el medio que lo difunde. “No es una transmisión diferida, sino una recepción diferida”. Con esto en mente, la traducción de podcast propuesta por Lara Ramos es: “audio de recepción diferida”. Pero como el nombre es largo, sugiere llamarlo simplemente por sus siglas: ARD. “¿Cuál es el problema? Utilizamos las SUV, las USB, etcétera”.

Luis Fernando Lara Ramos

¿Se puede hacer este mismo ejercicio con cualquier concepto?

“Con cualquiera, por supuesto. Una lengua sirve para decirlo todo. Solamente que en cada lengua se dice de manera diferente”.

Por otra parte, el favorable estatus del inglés también se ve animado por las revistas internacionales, pues “se evalúa a un científico según en qué revistas en inglés publique. Y se le da un valor de acuerdo con el llamado índice de impacto”. De esta manera se genera una “relación asimétrica” entre las personas cuya lengua materna es el inglés y las que no. Para Lara Ramos, en el fondo se trata de una concepción neoliberal del mundo, lo que “lleva a los países a una pérdida permanente de su riqueza, a favor de unos núcleos financieros internacionales que se están hinchando de dinero”.

Las consecuencias pueden ser irreversibles: “Si nos quedamos sólo hablando inglés para la ciencia y español para todo lo demás, se nos hace lo que los lingüistas llamamos una diglosia bilingüe, en la que hay una lengua alta y una lengua baja”. Y, de avanzar esta situación, “lo que va a suceder es que el español pierda su capacidad para hablar de ciencia y en ese momento pierda miserablemente nuestra cultura”. Es decir, por un lado se genera una “elitización del conocimiento”, y por el otro se deja al resto de la sociedad en la ignorancia. Es ahí donde entra la divulgación de la ciencia.

 

Adaptar, precisar (y no simplificar)

Alguien tiene que explicarles a los mexicanos qué son los exoplanetas, por qué se forman los arcoíris y cómo afecta la extinción de una especie a un ecosistema. Por eso, Lara Ramos tiene una propuesta para los científicos hispanohablantes: “Que escriban sus artículos en inglés, pero que también los escriban en español. ¿Por qué? Porque la ciencia es la vanguardia de la cultura. Es decir, la cultura se va gestando a partir de los conocimientos que recibe de todas las disciplinas. Y la ciencia es absolutamente fundamental para entender el mundo en que vivimos. Siendo así, entonces, la ciencia dicha en español se transmite al resto de la sociedad, y la sociedad se va poniendo siempre a la altura del conocimiento”.

Pero hay una pequeña precisión: “Divulgar no quiere decir simplificar”. Mientras que en la divulgación está implícito el afán de esclarecimiento, simplificar puede llegar a ser sinónimo de trivializar. Por ejemplo, cada vez que la prensa difunde algún artículo (importado de una publicación en inglés, desde luego), “presenta a la ciencia como gran espectáculo”. Para el lingüista, el papel de la divulgación deber ir más allá de un encabezado sensacionalista como: “Descubren montaña de 6 mil metros de altura en satélite de Plutón”. Según él, la divulgación debería mostrar el día a día del científico: qué instrumentos utiliza, cómo se las ingenia para construirlos, su trabajo dentro del laboratorio, etcétera.

Y, a todo esto, ¿qué medidas se están tomando?

“No hay medidas, es lamentable (…). A los gobiernos no les importa. Y son ellos los que pueden poner en funcionamiento esta clase de ideas. Yo lo hago en el ámbito reducido de quienes me oyen, pero no tengo los medios para difundirlo y convertirlo en una política. Eso debiera ser tarea de los gobiernos. Pero los gobiernos no nos oyen”. Y al parecer, tampoco saben expresarse. m.

 

* Nacido el 20 de marzo de 1943, en la ciudad de México, el doctor Luis Fernando Lara Ramos estudió lengua y literatura en la UNAM. Más tarde obtuvo el doctorado en Lingüística y Literatura Hispánicas por El Colegio de México. Es en esta institución donde ha trabajado desde 1970 como profesor-investigador de tiempo completo y de planta en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios. Lleva diez años como miembro del Comité Internacional Permanente de Lingüistas de la unesco. Es investigador nacional desde 1984 y a partir de 1997 se convirtió en miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias. En el extranjero ha realizado estudios especializados en semántica, lingüística románica, computacional y matemática. En 2012 obtuvo el doctorado honoris causa por la Université de Sherbrooke, en Quebec. Al año siguiente recibió el Premio Nacional de Lingüística y Literatura. Fue hecho miembro de El Colegio Nacional en 2007. Su discurso de ingreso fue contestado por el maestro Antonio Alatorre. Actualmente es una de las figuras más prominentes de la lingüística en América Latina. 

¡Cuidado! Esa idea no es tuya

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Copiar parcial o totalmente una obra es un acto que podría causar un doble daño: moral y patrimonial. En una época en la que los contenidos se viralizan con facilidad vía internet, puede ser más sencillo tanto detectar como ejecutar un plagio. Pero es una práctica tan vieja como la humanidad

«La joven de la perla» (a la izquierda la original), creada en el siglo XVII por Johannes Vermeer
«La joven de la perla» (a la izquierda la original), creada en el siglo XVII por Johannes Vermeer

Plagia la gran marca de ropa a la que le compraste la blusa que estás usando y que nunca le contestó el e-mail a la diseñadora independiente, pero que industrializó su boceto sin pagarle un peso. Si no es la gran marca de ropa, entonces es el director de cine de la película con la que te desvelaste ayer, que copió el personaje de un libro perdido que leyó cuando era niño. Si no es el director de cine, entonces es tu hijo, que llegó con un 8.7 en Historia, y menos mal, porque el trabajo que presentó sobre los aztecas lo copió íntegro de la tesis de un doctorante que tomó de internet. Si no es tu hijo, entonces es la reportera que te presenta un artículo y no pudo evitar la tentación de atribuirse una frase que no era suya... como este párrafo, basado en el primer capítulo de CeroCeroCero, el libro del italiano Roberto Saviano que trata de la cocaína —un autor que, por cierto, enfrenta serias críticas por plagiar: Saviano fue acusado en The Daily Beast por apoderarse de frases o párrafos de otras obras sin citarlos e, incluso, por inventar fuentes. Desde el diario La Reppublica,Saviano reviró que la información es del dominio público y no pertenece a ningún periódico—.

Presentar una idea o parte de ella como propia es lo que se conoce como plagio. La historia está llena de anécdotas acerca de robo intelectual; el mismísimo Albert Einstein decía que el secreto de la creatividad está en saber cómo ocultar tus fuentes.

Es una práctica que sucede más a menudo de lo que nos percatamos, y cada semana aparecen en diferentes industrias noticias de acusaciones de robo de ideas: mientras se redactaba este artículo, Beyoncé era señalada por copiar el video de tres submarinistas españoles y la marca H&M denunció a Forever 21 por vender una bolsa igualita, caso extraño porque entre dos grandes emporios no suele haber copias.

Plagio El respetado historiador y escritor Stephen Ambrose fue el centro de un escándalo de plagio en 2002 después de que se especuló que su libro The Wild Blue: los hombres y los niños que volaron el B-24 sobre Alemania era un plagio del libro Alas de la mañana: la historia del último bombardero estadunidense derribado sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial, de Thomas Childers, un profesor de historia de la Universidad de Pensilvania.

Hasta en las mejores familias

Un día, la investigadora española Rosario Sevilla recibió la llamada de un periodista de El Universal, de México, para preguntarle qué opinaba acerca de la copia de una de sus publicaciones. Así fue como se enteró de que había sido víctima del “plagiador serial”.

A principios de julio se detonó la bomba con una nota publicada en ese mismo periódico, y la comunidad académica mexicana “bulló” con el escándalo del chileno Rodrigo Núñez Arancibia, quien construyó una carrera como historiador en México a base de artículos y capítulos de libros que copió, entre ellos uno de Sevilla. El cuento fue largo y terminó con la expulsión de Núñez Arancibia y otro académico del Sistema Nacional de Investigadores, administrado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

“Yo estas cosas me las tomo con bastante filosofía. Hombre, me molesta que un trabajo que he hecho yo, que me ha costado (…), pues a lo mejor hay un montón de gente que lo ha leído atribuyéndoselo a otro señor. Lo que sí, ahora los investigadores en general —en todo el mundo, nos pasa a nosotros, les pasa en Latinoamérica, en Inglaterra, en todas partes— están demasiado presionados. Esto puede llevar a cierta gente, con cierta ética, a eso [al plagio]; a lo mejor teniendo esa misma ética, pero sin tanta presión, no se lo plantearían”, explica Sevilla.

Núñez Arancibia se postuló en 2007 para ingresar al Sistema Nacional de Investigadores. Su solicitud fue rechazada por falta de publicaciones, detalló el académico en una entrevista al diario chileno La Tercera,titulada “Confesiones de un plagiador”. Tras otro intento fallido, en 2009 volvió a postular y esta vez tuvo éxito, por lo que a partir de 2010 empezó a recibir alrededor de 850 dólares al mes como apoyo.

Plagio En 1969, tras la salida al mercado del disco Abbey Road, la disquera del músico Chuck Berry demandó a The Beatles alegando que en la canción “Come Together” John Lennon había copiado la letra y la música de “You Can’t Catch Me”, de Berry. Lennon reconoció estar familiarizado con la canción y acabaron llegando a un acuerdo extrajudicial del que no se conocen todos los detalles. Fue la única vez que The Beatles negoció un caso de presunto plagio.

Rosario Sevilla explica que los investigadores, en general, están sujetos a publicar una cuota de artículos al año en determinadas revistas; de no hacerlo, su dieta mensual puede bajar, pero no sólo eso: también el presupuesto de sus centros, la autorización de plazas… “hasta los administrativos llegan a cobrar más en función de la productividad científica”.

Lo cierto es que Núñez Arancibia estuvo 11 años copiando trabajos y nadie se dio cuenta. ¿Hay aquí un problema estructural en la academia? Rosario Sevilla contextualiza: mientras más tesis doctorales dirija un investigador, más prestigio tiene. Es esta persona el primer filtro de un trabajo, el experto en el tema, quien tiene los elementos para darse cuenta de un posible plagio; si este filtro está saturado, se explica, aunque no se justifica, que puedan pasar tantos años sin que nadie detecte la estafa.

Vivian Abenshushan, escritora y fundadora de Tumbona Ediciones, quien hace mucho dejó la academia, reclama que nunca se hable de la enorme presión a la que están sujetos los investigadores cuando se censura el plagio.

“No puedes ser original todos los días del año y pensar sin extenuarte. No estoy justificándolo, lo que quiero es darle complejidad a la discusión, porque si no, todo se vuelve muy maniqueo y, desde mi perspectiva, muy hipócrita”.

Núñez Arancibia trabajaba en la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Fue en esta institución donde se publicaron los trabajos plagiados y donde un comité tuvo que evaluarlos. Nadie se ha puesto en contacto con la investigadora para disculparse.

Quien sí lo hizo fue Núñez Arancibia, vía correo electrónico.

Plagio Durante su carrera, Andy Warhol enfrentó varias demandas de parte de los fotógrafos cuya obra se apropió para hacer sus serigrafías. Tal fue el caso de Patricia Caulfield, que había fotografiado unas flores para una revista. En 1964 Warhol cubrió las paredes de la galería de Leo Castelli, en Nueva York, con las reproducciones serigrafiadas de la fotografía de Caulfield. Después de ver un cartel de su trabajo en una librería, Caulfield reclamó la propiedad de la imagen.

Creatividad blindada

En una época en la que las obras se difunden con mucha facilidad por todo el mundo vía internet, ¿es más fácil copiar? Núñez Arancibia publicaba en revistas de un país distinto al de la autora original; sin embargo, aceptó a La Tercera que copiaba íntegramente los textos y sólo realizaba pequeños cambios de palabras, así como en el título o en el resumen.

El ingeniero agrónomo colombiano Alfredo Espina, quien es uno de los fundadores del portal Plagio S.O.S., no culpa a la viralización de los contenidos en internet como facilitadora para los plagiarios, al contrario. “No se va a plagiar lo que es conocido, es más fácil que se copie lo desconocido. Yo soy de pensar que la digitalización de los documentos, de las bases de datos, va a disminuir la ocurrencia del plagio”, consideró.

Plagio S.O.S. es una iniciativa en la que un grupo de académicos, desde 2010, se dedica a documentar estudios de caso de copias de trabajos, con nombres propios y modus operandi. Hasta el momento han registrado 13 sucesos con cierto grado de rigor, a decir de Espina. Apelan al hecho de que la difusión y la transparencia constituyen su defensa.

Fue gracias a internet que Rosario Sevilla pudo detectar la copia de una obra. Un par de años atrás formó parte del jurado de un certamen prestigioso en Sevilla, el Concurso de Monografías Nuestra América; ahí se encontró con un trabajo cuya redacción le provocaba rechazo, en algunos momentos incluso le daba la sensación de que lo había escrito una mujer, pero el autor era un hombre. Se puso a “googlear” frases y encontró el texto, que era la tesis doctoral de una investigadora presentada en la Universidad de Valencia. “Cuando no existían estas facilidades no me hubiera gustado el libro por como estaba escrito, pero no hubiera podido saber que era un plagio”.

Vivian Abenshushan propone estirar más el hilo y mostrar que en algunos casos hay una doble moral en la discusión acerca del plagio. “A mí me parece una discusión mucho más interesante, compleja, que implica posiciones políticas frente a la cultura; hay que introducir, no sólo el valor de la propiedad, sino también el valor del bien común. ¿Qué parte de la cultura es común, y nos pertenece a todos, y qué parte de la cultura es privada?”.

Ciertamente, la escritora discrimina entre plagio y usurpación. Para ella, es totalmente censurable el hecho de firmar cualquier tipo de obra como tuya cuando no lo es... A eso lo llama despojo.

Plagio La pintura Tus actos gritan más fuerte que tu voz, de Susana Paulina Casillas, fue retirada de la exposición del salón de octubre, en el Exconvento del Carmen de Guadalajara debido a que el jurado de la convocatoria consideró que tiene muchas similitudes con la obra Perception, de la artista rusa Tanya Shatseva (derecha). La pieza original está fechada en 2014.

¿De quién son las ideas?

En realidad, las ideas son colectivas, afirma Espina. Todos podemos tener la idea de hacer un vaso, una tuerca; pero cómo hacemos el vaso o la tuerca, cómo cada uno los diseña de manera diferente, eso es lo que protege el derecho de autor.

A Leopoldo Aguilar nadie le dijo que sus creaciones valían y que de hecho podía ganarse la vida inventando mundos. Es director de cine: entre sus películas está El secreto del medallón de jade.

La experiencia le llegó a palos y de una persona cercana. En un proyecto que hizo en colaboración, el compañero con el que trabajó falsificó su firma para involucrar a un tercero y sacarlo a él, y con esa creación los plagiarios se ganaron un premio.

“Nos hemos educado en una nación que no le da un valor real al pensamiento, a la creación. No tenemos una educación en nuestros derechos y obligaciones a la hora de construir arte. Yo creo que el que registra es porque ya se dio cuenta de que su idea tiene un valor y que puede vivir de ello”, reflexiona. Pero también ahonda en la otra cara de la moneda. Por ejemplo, las veces que tomamos una foto que nos encontramos en internet y la utilizamos sin detenernos a pensar que le pertenece a alguien.

En el mundo del cine, en el que él se mueve, el plagio es constante. No solamente por el robo de ideas, sino que a veces no se reconoce como parte del trabajo el proceso creativo de alguien. “Legalmente, yo no tengo cómo reclamarle a x o y director el hecho de que no reconozca mi trabajo como parte de su trabajo, y que se esté levantando el cuello con mi chamba. Te queda una sensación como de haber sido usado”.

¿Qué puedo hacer?

En México se pueden registrar los trabajos en el Instituto Nacional de Derechos de Autor, para que, en caso de plagio, haya un antecedente legal. También existe el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, donde, con la figura de patente, se puede registrar cualquier invención (toda creación humana que transforma la materia o la energía para el aprovechamiento del hombre y que ayuda a satisfacer sus necesidades). Aquí también entra la protección a las marcas.

Los procesos son sencillos: se requiere la presentación detallada de las obras, el llenado de formularios y el pago de derechos.

El acto de registrar no es vano. Para Alfredo Espina, las leyes de derechos de autor en Latinoamérica, aunque son mejorables, sirven bien para proteger a los creadores ante el plagio. Sin embargo, aún hace falta ejercer cabalmente dichos derechos.

“Generalmente, quienes incurren en el plagio no son personas anodinas, desconocidas, sino que muchas veces son personas importantes en la sociedad académica, del mundo político, en la sociedad en general, y tienen cierto poder de intimidación. Y las personas que son víctimas del plagio no siempre se sienten sujetas de derechos y por eso se dan muchos casos de impunidad”.

Para Espina, lo que realmente alimenta a los plagiarios es la falta de sanciones, tanto legales como sociales; es por eso que considera que el tema se debe abrir, entablar debates para estimular la reflexión, invitar a académicos, a creadores y hasta a los mismos plagiarios.

Por situaciones como la anterior es que Abenshushan argumenta que hay una doble moral en las discusiones acerca del plagio, porque muchas veces las industrias, avaladas por el sistema legal, usan las creaciones de otros sin darles créditos. En las editoriales, por ejemplo, existen los “negros literarios”, que son personas que escriben lo que otros con más prestigio o más capacidad de venta han de firmar.

Para Alfredo Espina, el caso que denuncia Leopoldo Aguilar es un ejemplo de lo que refiere como revictimización: no sólo no hay una indemnización al plagiado, no sólo no se aplica justicia, sino que además ni siquiera se reconoce que el hecho está mal.

El plagio daña a los autores, considera Espina; se explica por los sistemas de producción de pensamiento, como contextualiza Rosario Sevilla; puede despojar a los creadores, como le pasó a Leopoldo Aguilar, y debe ser analizado desde sus aristas más profundas, como pide Vivian Abenshushan.

Pero, sobre todo, la cuestión del plagio invita a reflexionar: ¿dónde comienza tu idea y dónde termina la mía? Y, como en toda discusión que involucra las particularidades, debe haber una legislación que proteja las generalidades. Al menos en Iberoamérica, considera Espina, las legislaciones en materia de derechos de autor alcanzan para proteger a los creadores. m. 

Más vale tomar precauciones

La tecnología ofrece una serie de recursos para detectar plagios, algunos de ellos gratuitos:

:: Plagiarisma: verificador de texto duplicado. Recomendable para profesores e investigadores. Tiene una versión gratis

:: Google: tal vez sea una obviedad, pero colocar fragmentos de textos entre comillas puede ser una de las formas más sencillas de encontrar similitudes.

:: TinEye: permite subir tu imagen o link y la herramienta busca entre 13 billones de fotos si ha sido copiada. Tras un registro, tiene una versión gratuita.

:: Shazam: no es precisamente una herramienta para detectar plagio, pero puede servir. Es una app que reconoce canciones o fragmentos de ellas.

Oliver Sacks: El médico que contaba historias

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Autor de una vasta obra que cuenta, a la vez, como divulgación y como crítica de la ciencia, el neurólogo recientemente fallecido vivió dotado de una curiosidad inagotable y también de una necesidad constante de comprensión de los enigmas del cerebro. Por esta necesidad de comprensión, su práctica como médico se basaba en escuchar las historias de sus pacientes. Y cuando las contaba, invariablemente conjugaba su sentido de maravilla con un interés profundamente humano

Oliver Sacks en 2001, en su departamento de Nueva York. Foto: Corbis/Erica Berger
Oliver Sacks en 2001, en su departamento de Nueva York. Foto: Corbis/Erica Berger

En el invierno de 1939, ante la amenaza de los bombardeos alemanes y presionado por las autoridades, que conminaban a la población a evacuar a los niños del Reino a sitios más seguros, el matrimonio de los doctores Sacks no tuvo más remedio que enviar a sus dos hijos menores a un internado en un pequeño pueblo llamado Braefield. Ahí, Michael, de once años, y Oliver, de seis, encontraron otro género de amenazas y peligros, principalmente a cargo del sádico director que les infligía crueles castigos. Sufrían, además del maltrato y las privaciones propias de la guerra, la sensación de haber sido abandonados durante un tiempo que parecía no tener fin.

Atrás había quedado la vida feliz y emocionante que llevaban en la enorme casa familiar del noroeste de Londres, donde los doctores Sacks tenían sus consultas, en un mundo que básicamente consistía en una familia singularísima, también enorme, y cuyos miembros, en su mayoría, trabajaban en diversas áreas de la ciencia. El abuelo materno era “un erudito hebreo, un místico, matemático aficionado e inventor”, obstinado en que sus hijos recibieran la mejor educación, de manera que siete de los varones se dedicaron a las matemáticas o a las ciencias físicas, en tanto que las hijas optaron por las ciencias humanas: biología, medicina, pedagogía y sociología. Y estos intereses se ramificaban entre el centenar de primos que poblaban aquel mundo.

“Disfruté de esta sensación de tener una gran familia desde mi más tierna infancia, y llevaba aparejada la idea de que la ocupación familiar, aquello a lo que nos dedicábamos, era a hacer preguntas, a ser ‘científicos’, del mismo modo que éramos judíos o ingleses”, recordaría Oliver sesenta años después, en el libro El tío Tungsteno. Memorias de una infancia química. Y recordaría también cómo en Braefield, en medio de aquella soledad y del desconsuelo de hallarse lejos de su familia, tuvo alguna vez ocasión de disfrutar ciertas alegrías decisivas, como el día en que descubrió los cristales de escarcha que se habían formado sobre el vitral de una puerta del internado, y una profesora advirtió el embeleso del niño y tuvo la iniciativa y la sensibilidad para acompañarlo a que observaran esa maravilla con una lupa de bolsillo. “No había dos iguales, me dijo, y el ver cuántas variaciones eran posibles dentro de un formato básico hexagonal supuso para mí una revelación”.

Oliver Sacks y su familia Sacks con sus padres y sus hermanos, Michael y David, durante una visita a la casa familiar en 1940, en la época del internado en Braefield. Otro hermano mayor, Marcus, no aparece porque ya estaba en la universidad. Imagen tomada del libro El tío Tungsteno.

Había también un árbol que le gustaba, y cuya contemplación habría de evocar como el deleite del que se desprendía una convicción que lo ayudó a sobrellevar las penurias de esa época: “La idea de que la naturaleza, cuando menos, existía fuera de los dominios de la escuela me tranquilizaba enormemente”.

Al terminar la guerra, cuando los hermanos pudieron regresar al hogar paterno, el pequeño Oliver fue interesándose cada vez más en la investigación de la naturaleza. Alentado por sus tíos, dos de ellos pioneros en la experimentación con nuevos materiales para la fabricación de bombillas eléctricas (y uno de los cuales es el que dio nombre a aquellas memorias de infancia) y otra que lo guió por los universos de la botánica y las matemáticas, llegó a construirse un laboratorio en un cuarto abandonado de su casa, donde —para preocupación de sus padres, que incluso le instalaron un extractor de gases— probaba todo aquello que iban revelándole los libros de química que leía. Se trataba de un aprendizaje autodidacta y concienzudo que lo conducía por el conocimiento de la historia de esa materia y, a la vez, por el sentido que adquiere el mundo al ser ordenados los elementos que lo constituyen.

Ese aprendizaje también fue la forma que halló de sustraerse a la experiencia traumática por la que había atravesado (Michael desarrollaría una forma de esquizofrenia), conjurando los miedos de la infancia —ahora que iba ya ingresando a la adolescencia— gracias a la ciencia. “Sospecho que busqué los peligros de la química como un medio para jugar con esos miedos, convenciéndome de que con atención y vigilancia, prudencia y previsión, uno podía aprender a controlar este peligroso mundo, o al menos a habitar en él. Y, de hecho, gracias a la atención (y a la suerte) jamás me hice demasiado daño y pude mantener una sensación de dominio y control”.

Esa etapa de descubrimiento maravillado tuvo su momento más alto el día de 1945 en que Oliver conoció, en el Museo de Ciencia Natural de South Kensington (que había permanecido cerrado durante la guerra), la tabla periódica que ahí se exhibía: una gran vitrina de madera con noventa y tantos cubículos, cada uno de los cuales guardaba una muestra real del elemento correspondiente. “Aquella noche casi no pude dormir por la excitación: me parecía un logro increíble haber conseguido imponer sobre todo el vasto y aparentemente caótico universo un orden del que nada escapaba”.

 

Oro, mercurio, talio. Y plomo

Desde niño, Sacks adquirió la costumbre de ir identificando los años de su edad con los elementos correspondientes en la tabla periódica. Cuando tenía 79 (el número del oro), unos días antes de su siguiente cumpleaños, en julio de 2013, escribió un artículo titulado “La alegría de la vejez (en serio)”, en el que reflexionaba:

“Anoche soñé con el mercurio: grandes y brillantes glóbulos de azogue que ascendían y caían. El mercurio es el elemento número 80, y mi sueño es un recordatorio de que el martes tendré 80. ¡Ochenta! Difícilmente puedo creerlo. A menudo siento que la vida está a punto de empezar, sólo para darme cuenta de que casi está por terminarse. Mi madre fue la décima sexta de 18 hermanos; yo fui el más joven de sus cuatro hijos, y casi el más joven en la vasta parentela de su lado de la familia. Siempre fui el más joven en la escuela. He retenido este sentimiento de ser el más joven, aun cuando ahora soy casi la persona más vieja que conozco […] Cerca de los 80, con un repertorio de problemas médicos y quirúrgicos —aunque ninguno incapacitante—, me siento contento de estar vivo. ‘¡Me alegro de no estar muerto!’, exclamo a veces, cuando el clima es perfecto […] Lamento haber desperdiciado tanto el tiempo (y seguir desperdiciándolo); lamento ser tan dolorosamente tímido a los 80 como lo era a los 20; lamento no hablar otras lenguas además de mi lengua materna y no haber viajado o experimentado otras culturas tan ampliamente como debí haberlo hecho. Siento que debería tratar de completar mi vida, cualquier cosa que eso signifique […] A los 80 se cierne el espectro de la demencia o del colapso. Un tercio de los contemporáneos están muertos, y muchos otros, con profundo daño físico o mental, están atrapados en una existencia mínima y trágica. A los 80, las marcas de la decadencia son demasiado visibles; las propias reacciones son más lentas, los nombres nos eluden y hay que ahorrar energías; pero aun así, uno a menudo puede sentirse lleno de energía y vida y no del todo ‘viejo’. Quizá, con suerte, logre seguir más o menos intacto por unos cuantos años y se me otorgue la libertad de seguir amando y trabajando —las dos cosas más importantes en la vida, insistía Freud—”.

Oliver Sacks El doctor Sacks trabajando en un expediente. Foto: Oliver Sacks Foundation / Bill Hayes

Esa nota optimista contrasta, a la vuelta de dos años, con el artículo que Sacks (ya en la edad del talio) publicó el 19 de febrero pasado, también en The New York Times, donde informaba a sus lectores acerca del final inminente que debía encarar: “Mi propia vida”, título tomado de David Hume, uno de sus filósofos favoritos, fue leído con consternación por lo que revelaba, pero también con admiración por la entereza y la dignidad que transmitía:

“Hace un mes sentía que tenía buena salud; una salud robusta, incluso. A los ochenta y un años todavía nado una milla al día. Pero mi suerte se había acabado: hace unas cuantas semanas supe que tengo metástasis múltiple en el hígado. Hace nueve años me detectaron un raro tumor en un ojo, un melanoma ocular. Y si bien la radiación y el láser para remover el tumor habían terminado por dejarme ciego de ese ojo, sólo en casos muy raros esos tumores hacen metástasis. Yo estoy entre el desafortunado dos por ciento.

”Estoy agradecido por haber gozado nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico original, pero ahora estoy frente a frente con la muerte. El cáncer ocupa un tercio de mi hígado y, aunque se podría retardar su avance, este tipo particular de cáncer no puede ser curado”.

Oliver Sacks murió el 30 de agosto de este año. A los 82 años, el número del plomo.

 

Del laboratorio al consultorio

La infancia había quedado atrás junto con el apasionado amor por la química, aunque éste nunca se extinguió del todo: hasta el final llevaba consigo siempre un pequeño electroscopio de bolsillo, para reconocer, en los espectros de sus emisiones, la composición de las lámparas que fuera encontrándose en el camino. “Tengo una lámpara de sodio en mi recámara: es mi sol”.

Pero ya a las puertas de la adolescencia había quedado claro que su destino profesional sería el mismo de sus padres. Samuel Sacks era médico general y a menudo su hijo más pequeño lo acompañaba en las visitas a domicilio que hacía a sus pacientes (“Era un maestro de la percusión y la auscultación, y creía que así podía conocer más acerca de un pecho que examinara que sirviéndose de los rayos x. Se preguntaba: ‘¿Qué haríamos si no hubiera rayos X?’. Siempre es peligroso olvidar las habilidades clásicas”). Muriel Elsie Landau, por su parte, había sido una de las primeras anatomistas y cirujanas del Reino Unido, y alentaba al muchacho para que fuera realizando sus propias incursiones en esa carrera. Un día, cuando Oliver tenía 14 años, le obsequió un manual para diseccionar e hizo los arreglos para que le facilitaran un cadáver en el hospital donde trabajaba. “El placer que experimentaba al comprender y apreciar la anatomía se perdía casi por completo en el horror de la disección, y la sensación que experimentaba en la sala de disección se extendía a la vida en general, hasta el punto de que no sabía si podría volver a amar los cuerpos cálidos y veloces de los vivos después de ver, oler y cortar el cadáver de una muchacha de mi misma edad que hedía a formol.”

Luego de una etapa de incertidumbre, tras terminar sus estudios en Oxford, el joven médico llegó a contemplar la posibilidad de convertirse en piloto de guerra e, incluso, trabajó durante un tiempo como bombero forestal en Canadá. Pero después enfocó su atención en la neurología, el campo en el que se desempeñaría definitivamente. Llegó a San Francisco, California, en 1965, atraído por la presencia ahí del poeta Thom Gunn, a quien admiraba y con quien pronto entabló una relación en la que se puso de manifiesto el otro gran interés que Sacks conservaría a lo largo de su vida: la escritura (también sostendría una amistad larga y fructífera con otro poeta, W. H. Auden, e insistiría en más de una ocasión en el servicio que la poesía prestaba a su propio trabajo como científico).

Oliver Sacks  Retrato oficial del doctor Sacks cuando era residente en la Universidad de California en Los Ángeles. La fotografía, tomada en el laboratorio de neuropatología, es de 1964.

Gunn lo recordaría, mucho tiempo después, como un joven médico que usaba su segundo nombre (Wolf) y que se había acercado a él para confesarle que quería ser un escritor como Darwin o Freud, alguien que escribiera “literariamente, pero con acuciosidad científica”. Producidos por una especie de voluntad tempestuosa e inclemente, los primeros escritos de Sacks le parecieron a Gunn, “horriblemente precisos y sarcásticos; había algo de inhumano en ellos, una petulancia adolescente bastante desagradable, como el primer Aldous Huxley al ensañarse contra las debilidades de la gente. Le dije: ‘No te gusta mucho la gente’”. El novel autor tenía mucho que decir, pero también tenía demasiada prisa: la primera versión del que sería su primer libro, Migraña, la despachó en nueve días frenéticos.

Inmerso en la cultura de los años sesenta, en la plenitud de una juventud vigorosa, Sacks experimentó todas las posibilidades que esa época ponía a su alcance. Recorría largas distancias por Norteamérica en su motocicleta con los Hell’s Angels (a quienes brindaba también sus servicios como médico), se entregó al fisiculturismo y a la halterofilia (durante un buen tiempo poseyó un récord en el estado de California), se dejó arrebatar por el desenfreno de los ambientes liberados de aquel entonces, con todo lo que ello conllevaba de extremosidad sexual, mística e ideológica. En alguna medida —han observado quienes atestiguaron el paso de Sacks por esos años—, sus diversas experiencias con drogas, en particular con el lsd y las metanfetaminas, propiciaron las audacias clínicas a las que el neurólogo se atrevió cuando tuvo a su cargo la salud de los pacientes del hospital Beth Abraham en el Bronx, un grupo de enfermos afectados por la encefalitis letárgica, una forma especialmente agresiva de Parkinson que los había convertido en estatuas vivientes.

Ese episodio, que Sacks recogería en el libro Despertares, es uno de los que proyectaron mayor atención sobre el trabajo que realizaba, sobre todo cuando se llevó al cine la adaptación dirigida por Penny Marshall en 1990 y protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams en los papeles de un paciente (Leonard) y del propio Sacks, respectivamente. Mientras trabajó con aquellos enfermos, a finales de los sesenta, en la atención del neurólogo se operó un cambio significativo gracias al cual quedaba definitivamente enmendado aquello que le había reprochado Gunn al leer sus primeros textos. “Lo esencial fue que me encontré en una posición de cuidado y preocupación por un grupo de personas abandonadas, olvidadas y, como me pareció al principio, desprovistas de esperanza […] Vivía virtualmente con los pacientes, pasaba 16 horas al día con ellos. Nunca había estado en una situación de tal intimidad con otros seres humanos”. En su necesidad de ayudarlos, Sacks hizo a un lado los protocolos habituales de diagnóstico y tratamiento, pero también descubrió que era indispensable enterar al mundo de lo que estaba ocurriendo en ese hospital, y, para hacerlo, para contar las historias de sus pacientes, echó mano de la literatura médica, en particular de los trabajos del neurólogo soviético A. R. Luria, cuyos pasos comenzó a seguir en la búsqueda de un lenguaje que facilitara una mejor comprensión de aquello que la ciencia, con sus tecnicismos y su distanciamiento, no podía describir por sí sola.

Y lo que Sacks también descubrió en aquel hospital del Bronx fue que su trabajo tenía que ver, fundamentalmente, con el reconocimiento, la preservación y —en los casos en que algún trastorno la hubiera disgregado— la restauración de la identidad. 

Oliver Sacks Sacks posa con su motocicleta Norton Jubilee 250cc en 1956. Foto: knopfdoubleday.com

El agua, la música, las historias

Sacks heredó de su padre el amor por el agua. “Creo que aprendí nadando con mi padre —aunque sus lentas, medidas y poderosas brazadas (era un hombre muy robusto que pesaba casi 250 libras) no eran precisamente ideales para un niño de mi edad. Pero yo podía ver cómo mi viejo, enorme y torpe en la tierra, se transformaba —gracioso como una marsopa— tan pronto se sumergía en el agua. Y yo, muy consciente, nervioso y también algo torpe, muy pronto descubrí esa misma placentera transformación: un nuevo ser, una nueva manera de ser en el agua”.

A la par de la ciencia y la escritura, y tan importante como la natación, su otro interés vital fue la música. Intérprete fervoroso de Bach, intuía que en el modo en que nuestro cerebro asimila la música podrían encontrarse algunas claves para abrirse camino en los misterios que determinan nuestra comprensión del mundo. Esta intuición queda ejemplificada en uno de los casos más célebres que consignó, el que da título al libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.

Referido de tal manera que promueve en el lector la misma perplejidad que Sacks debió experimentar al conocerlo, el caso del doctor P., un viejo profesor de música que acudió a su consulta, abre el primer apartado del libro, “Pérdidas”. Se trata de una colección de trastornos, presenciados por el propio neurólogo en su práctica, cuyo común denominador lo constituyen “los trastornos neurológicos que afectan al yo”. El doctor P. era un paciente que había sido remitido con Sacks luego de que presentara una conducta algo extraña: no reconocía las presencias familiares, o bien tenía confusiones que, sin parecer demasiado alarmantes —un problema ocular estaba descartado, bien podría tratarse de un achaque propio de la edad—, había que atender. Sacks le hizo algunos exámenes de rutina y corroboró que no había señales de demencia: “Era un hombre muy culto, simpático, hablaba bien, con fluidez, tenía imaginación, sentido del humor. Yo no acababa de entender por qué lo habían mandado a nuestra clínica”.

“Y sin embargo había algo raro”, sigue Sacks. “Me miraba mientras le hablaba, estaba orientado hacia mí, y, no obstante, había algo que no encajaba del todo… era difícil de concretar. Llegué a la conclusión de que me abordaba con los oídos, pero no con los ojos”. El doctor P. aparentaba reconocer las formas, pero no lo que fuera que significaran: por ejemplo, no era capaz de distinguir entre su propio pie y su zapato. O bien describía los colores y los detalles de una serie de fotografías, pero no veía las imágenes compuestas por esos detalles. Y tampoco parecía percatarse de esa falla radical de su percepción. Entonces tuvo el gesto que terminó por convencer a Sacks de que algo verdaderamente grave le ocurría:

Oliver Sacks Foto: Oliver Sacks Foundation / Nicholas Naylor Leland

“Aunque debí de poner cara de horror, él parecía convencido de que lo había hecho muy aceptablemente. Hasta esbozó una sombra de sonrisa. También pareció decidir que la visita había terminado y empezó a mirar a su alrededor buscando el sombrero. Extendió la mano y cogió a su esposa por la cabeza intentando ponérsela. ¡Parecía haber confundido a su mujer con un sombrero! Daba la impresión de que ella estaba habituada a aquellos percances”.

La relación de aquel paciente con el mundo en que habitaba había quedado destrozada a causa de un proceso degenerativo que afectaba las zonas visuales del cerebro, pero que también lo había despojado de la capacidad de juicio. “El juicio es intuitivo, personal, global y concreto: ‘vemos’ cómo están las cosas en relación unas con otras y consigo mismas. Era precisamente este marco, esta relación, lo que le faltaba al doctor P.”, anotó Sacks en la posdata agregada a su relato del caso. Pero aquella circunstancia, ciertamente desdichada, por la que atravesaba su paciente (y que se prolongaría el resto de su vida), tenía una solución en la música: al visitarlo en su domicilio, el médico descubrió que el doctor P. era capaz de desenvolverse satisfactoriamente mientras hubiera música.

“¿Cómo puede ser capaz de hacer las cosas?”, se preguntó Sacks al atestiguar la vida familiar de aquel paciente. “¿Qué pasa cuando se viste, cuando va al retrete, cuando se da un baño? Seguí a su esposa a la cocina y le pregunté cómo se las arreglaba, por ejemplo, para vestirse. ‘Es lo mismo que cuando come’, me explicó. ‘Yo le coloco la ropa que va a ponerse en el sitio de siempre y él se viste sin ningún problema, canturreando. Todo lo hace así, canturreando. Pero si hay algo que lo interrumpe y pierde el hilo, se paraliza del todo, no reconoce la ropa… ni su propio cuerpo. Canta siempre: canciones para la comida, para vestirse, para bañarse, para todo. No puede hacer nada si no lo convierte en una canción’”. Sacks supo entonces qué podría aconsejarle a aquel hombre: “Lo que yo prescribiría, en un caso como el suyo, sería una vida que consistiese enteramente en música. La música ha sido el centro de su vida, conviértala ahora en la totalidad”.

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, así como Un antropólogo en Marte (“relatos de supervivencia en circunstancias alteradas a veces de manera radical, en las que dicha supervivencia resulta posible gracias a los maravillosos, aunque a veces peligrosos, poderes de reconstrucción y adaptación de que estamos dotados”), Veo una voz (donde reúne sus observaciones acerca del mundo de los sordos) o La isla de los ciegos al color (que recoge su trabajo con grupos de habitantes de la Micronesia que han perdido la visión cromática), son libros que pueden leerse como fascinantes expediciones por las situaciones más extremas de la percepción humana: relatos que bien pasarían por literatura fantástica de no constituir la materia preciosa con la que la neurología y las ciencias afines a ésta trabajan para comprender mejor los enigmas de nuestro cerebro.

Oliver Sacks Robert de Niro (izq.) y Robin Williams en una escena de la película Despertares (Awakenings, 1990), dirigida por Penny Marshall y basada en la novela autobiográfica de Oliver Sacks. Foto: EFE.

Sacks llegó a ser objeto de críticas por el hecho de utilizar las historias de sus pacientes para ir dando forma a una obra en la que algunos quisieron ver una cruel exhibición sensacionalista de las anomalías de dichos pacientes, al modo de los circos de fenómenos del siglo XIX o de las “cámaras de maravillas” del Renacimiento, en las que se atesoraba toda suerte de restos de creaturas monstruosas. Un académico británico, defensor de los derechos de personas con discapacidad, se refirió al neurólogo como “el hombre que confundió a sus pacientes con una carrera de escritor”, y el columnista Alexander Cockburn lo acusó, en The Nation, de “estar en el mismo negocio que los tabloides de supermercado”.

Pero en los relatos de Sacks (él los llamaba “neurorrelatos”) puede apreciarse, al margen de estas recriminaciones, el afán de proponer a sus lectores una comprensión compasiva de esos pacientes cuyas desventuras ponen a prueba los límites que creemos reconocer entre la salud y la enfermedad. En un tiempo en que los avances tecnológicos aparentemente han desprovisto a la práctica médica de la necesidad de una relación personal entre el especialista y su “objeto de estudio”, Sacks recuperó las viejas usanzas de la consulta en las que el médico se interesaba a fondo por el enfermo, antes que por la enfermedad: escuchando e indagando minuciosamente a fin de ser capaz de obtener del paciente una historia lo más completa posible. Y el hecho de que este médico, como escritor, aprovechara dichas historias y continuara profundizando en ellas a la hora de contarlas en sus libros, puede entenderse también como el propósito doble de conducir a sus lectores en una incursión aleccionadora por zonas de la personalidad o de la identidad a las que la mayoría nunca tendremos acceso —pero que existen—, y de ejercer una constante actitud crítica respecto de la práctica médica y también del quehacer científico en general.1 La consignación que hizo Sacks de esos casos extremos de la percepción, siempre desde el punto de vista de la neurología, fue la vía que tomó para hacer nuevos, estimulantes y fértiles planteamientos acerca del fundamento de lo que creemos saber —y, particularmente, acerca de lo que la ciencia cree saber, y lo que le falta—.

“Su método como médico es colaborar con sus pacientes para forjar nuevos caminos en sus cerebros, que restauren su capacidad de autosanación”, observó Steve Silberman, en “The Fully Immersive Mind of Oliver Sacks”, un prolijo testimonio publicado en la revista Wired, en 2002, que examina la forma en que el neurólogo se acercaba a los misterios del cerebro, y a los del suyo propio (de este reportaje están tomadas varias de las palabras de Sacks aquí citadas). “Él concibe este trabajo como un acto de escucha profunda, atendiendo a las armonías sutiles y a las desarmonías en el comportamiento de sus pacientes, como escribió en Despertares, ‘en una simpatía cinética e intuitiva… un juego continuo de fuerzas, siempre cambiante y melódico, que puede hacer recordar a esos seres vivos que están vivos’”.

Oliver Sacks Oliver Sacks durante una firma de su libro Un antropólogo en Marte (An Anthropologist on Mars), publicado en 1995. Foto: Corbis / Andrew Murray

“Sacks es un escritor con el que los lectores establecen una relación de tenaz afecto, como si fuese el médico con el que todos han soñado y nadie ha encontrado, ese hombre que pertenece a la vez a la ciencia y a la enfermedad, que sabe hacer hablar a la enfermedad, que vive siempre con la misma intensidad la pena y sin embargo la transforma en un ‘entretenimiento de Las mil y una noches’”. Son palabras del ensayista y editor Roberto Calasso, en el prólogo que escribió para la edición italiana de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. “Estas historias terribles y apasionantes tienden a permanecer encerradas en los manuales. Sacks es el mago benéfico que las rescata y, por pura capacidad de identificación con el sufrimiento, con la turbación, con la pérdida o la irrefrenable superabundancia, consigue restablecer un contacto —con frecuencia débil, delicadísimo, siempre precioso para los pacientes y para nosotros— con mundos remotos y mudos”.

 

Los perros verdes

Una mañana de sábado de 1993, de paseo con un amigo por el Jardín Botánico de Nueva York, Sacks descubrió que en el museo del lugar se celebraba una reunión de la Sociedad Americana de Helechos. Intrigado, se acercó a escuchar. “Con frecuencia he de ir a reuniones profesionales, de neurólogos o neurocientíficos, pero la atmósfera de aquella reunión era del todo diferente y evidenciaba una libertad, una naturalidad y una falta de competitividad que no había visto jamás en ninguna reunión profesional”. Se aficionó de inmediato a asistir a esas reuniones.

Para ello contaba, desde luego, el hecho de que en su infancia hubiera tenido ya algún interés por la botánica, y que su madre tuviera el jardín familiar poblado de helechos. Pero, como lo sugiere desde su comienzo el libro Diario de Oaxaca, hubo algo de gozoso misterio en el impulso que, poco después del descubrimiento de aquella sociedad, hizo que Sacks se viera metido en el avión en el que los entusiastas integrantes viajaban a Oaxaca para llevar a cabo una expedición cuyo único y asombroso objetivo era observar helechos. “Somos un grupo de tipos más raros que un perro verde”, le advirtió uno de sus compañeros. Y él estaba convirtiéndose en uno de ellos.

Ese libro, fruto de aquel viaje, sigue el espíritu de los diarios de los naturalistas del siglo XIX, en especial Alexander von Humboldt: un registro de aventuras y de hallazgos, motivado por una voluntad de conocimiento que acaso sólo pueda explicarse por la fuerza irresistible de la curiosidad, acuciada constantemente por aquello que el viaje va deparándole. Aun cuando se encuentra fuera de los intereses principales de la obra de Sacks, en este diario consta el autorretrato inmejorable del científico capaz tanto de prestar atención a lo que observa (los helechos, pero además el carácter de sus aficionados, la historia y la cultura mexicana que descubre, el inagotable universo de la botánica, su propia avidez de saberlo todo), como de verter la experiencia en un estilo vívido, pletórico, donde la levedad de las palabras es idónea para la profundidad de las reflexiones, y gracias al cual esa expedición, en apariencia tan extraña, termina comunicándose con una peculiar felicidad: la felicidad maravillada del conocimiento y de la curiosidad interminable.

Oliver Sacks Oliver Sacks con Lillian T., la última de sus pacientes de Despertares. Foto: oliversacks.com

El día del descanso

El 14 de agosto pasado, dos semanas antes de morir, Oliver Sacks publicó un artículo titulado “Sabbat”, en el que rememoraba su infancia como integrante de una familia judía observante de la tradición y donde anticipaba la publicación de sus memorias: el libro On the Move, que apareció después de su muerte. También relataba el reencuentro que tuvo con su familia y con aquella fe, en ocasión de un viaje que hizo a Jerusalén en la primavera de 2014 para visitar a una anciana prima en el festejo por sus cien años.

El distanciamiento, seis décadas atrás, había sido causado en buena medida por la homosexualidad de Sacks. Y ahora que se dirigía a aquella reunión familiar en compañía de Billy Hayes, su pareja, resonaban en su recuerdo las duras palabras que le había lanzado su madre cuando el joven Oliver confesó a su padre su naturaleza: “Eres una abominación. Ojalá no hubieras nacido”. (Luego de haber pasado la vida entera renuente a abordar el asunto, Sacks lo encaró por fin en On the Move, para sorpresa de muchos de sus lectores que nunca habían tenido acceso a esa zona de su identidad.) Así llegó a la celebración del sabbat, en aquel viaje, y descubrió esto:

“La paz del sabbat, de un mundo que se ha detenido, un tiempo fuera del tiempo, era palpable, lo llenaba todo, y me vi inundado de añoranza, algo parecido a la nostalgia, mientras me preguntaba qué habría pasado: ¿y si esto y aquello y lo otro hubiesen sido de otra forma? ¿Qué clase de persona podría haber sido yo? ¿Qué clase de vida podría haber llevado?”.

Algo más de un año después, enfermo terminal, al publicar esos recuerdos, volvió a pensar en esa celebración:

“Y ahora, débil, sin aliento, con mis músculos antes firmes ya desvanecidos por culpa del cáncer, veo que mis pensamientos se dirigen no hacia lo sobrenatural o lo espiritual, sino hacia lo que significa vivir una existencia buena y que vale la pena: alcanzar una sensación de paz con uno mismo. Veo que mis pensamientos vuelan hacia el sabbat, el día del descanso, el séptimo día de la semana y quizá, también, el séptimo día de la propia vida, cuando uno siente que ha terminado su trabajo y puede descansar, sin cargo de conciencia”.m.

Oliver Sacks Foto: Corbis / Erica Berger 

Algunos libros de Oliver Sacks

::Migraña (1970)

::Con una sola pierna (1984)

::El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985)

::Veo una voz (1989)

::Un antropólogo en Marte (1995)

::El Tío Tungsteno (2001)

::Diario de Oaxaca (2002)

:: Musicofilia (2007)

::Alucinaciones (2012)

::En movimiento (2015)

 

Para saber más

:: Despertares (Penny Marshall, 1990).

:: The Man Who Mistook His Wife for a Hat, ópera de Michael Nyman.

::“¿Qué revelan las alucinaciones sobre nuestras mentes?”, conferencia TED de Oliver Sacks.

::“Being Oliver Sacks”, entrevista sobre el libro Musicofilia, en National Review of Medicine.

::“A Garden for Oliver Sacks”, artículo de Roberto Calasso en The New York Review of Books.

::“The Fully Immersive Mind of Oliver Sacks”, reportaje de Steve Silberman en Wired.

::“A Rare, Personal Look at Oliver Sacks’s Early Career”, reportaje de Lawrence Wschler en Vanity Fair.

::“Oliver Sacks: el hombre que amaba las cortezas”, artículo de Mario Muchnkik en El País.

:: Sitio oficial, Oliver Sacks, M.D.

El estigma de la migración

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En este mundo globalizado la migración parece un fenómeno fuera de control que amenaza la seguridad de las naciones y ha despertado un sentimiento antimigratorio como pocas veces se había visto en la historia

Migración

En nuestros días, la migración se ha convertido en un fenómeno complejo. Cada día, miles de personas deciden abandonar sus lugares de origen en busca de mejores oportunidades para su desarrollo personal.

Las motivaciones para migrar son muy variadas: la búsqueda de mejores condiciones económicas, motivos familiares, desastres naturales o conflictos armados, son algunas de las razones que mueven a la gente a cambiar de lugar de residencia. Además, la globalización ha impulsado el ánimo de las personas por migrar. Con las tecnologías de la información, nos es más fácil conocer la vida en otros países y conocer la experiencia de otras personas que han migrado.

Sin embargo, en este mundo globalizado la migración parece un fenómeno fuera de control que amenaza la seguridad de las naciones y ha despertado un sentimiento antimigratorio como pocas veces se había visto en la historia.

Todos los días los consulados de Estados Unidos rechazan miles de solicitudes de visado; en las costas del Mediterráneo cada día arriban de forma clandestina miles de migrantes africanos que son perseguidos por las autoridades europeas con el afán de frenar ese flujo de personas que parece no terminar.

En las grandes capitales europeas cada vez son más frecuentes los estallidos de violencia en contra de las minorías de migrantes que no consiguen adaptarse del todo a las costumbres de los países a los que llegan y terminan por convertirse en grupos segregados, vulnerables a los ataques de xenofobia.

Así, los migrantes se enfrentan a una disyuntiva: abandonar lo que tienen por buscar mejores condiciones de vida, topándose con las hostilidades de aquellos que ven en la migración una amenaza.

En México vivimos esta realidad todos los días. Por un lado, gran parte de la población goza de los beneficios de las remesas —fruto del trabajo de nuestros connacionales que han migrado— y, por el otro, la población se muestra aterrada frente a la creciente cantidad de centroamericanos que cruzan por nuestro país para llegar a Estados Unidos.

De esta forma, los migrantes como grupo social se han convertido en el vertedero de nuestros miedos. A ellos, algunos sectores de la población les suelen atribuir el aumento de la delincuencia o la falta de oportunidades laborales.

Hemos olvidado que la migración es un fenómeno natural que nutre los procesos sociales y que contribuye en buena medida al desarrollo económico de los países adonde llegan los migrantes.

Naciones como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o Francia, le deben en parte su grandeza económica a millones de migrantes que han aportado a ella con su trabajo. Además, la migración ha estimulado la construcción de sociedades multiculturales que ponen de manifiesto la riqueza cultural de nuestra civilización.

Por ello, el Día Internacional del Migrante (18 de diciembre) debe ser una fecha para reflexionar en torno a la imagen que hemos construido sobre las personas que migran, pero sobre todo reflexionar en torno a nuestra actitud frente a ellos, especialmente en nuestro país, el cual goza de los beneficios del trabajo de millones de connacionales que viven en Estados Unidos.

Somo un país de tránsito migratorio, lo que nos obliga a formar parte del debate público en torno a este fenómeno. La migración no debe ser percibida como una amenaza, sino como una oportunidad para nutrir y fortalecer nuestras sociedades. 

Francisco: el lenguaje de un corazón evangélico e ignaciano

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En su próximo viaje a México, el Papa Francisco seguramente defenderá la vida de los migrantes; abogará por los derechos de techo, trabajo y tierra; animará a los jóvenes a unir corazón, mente y voluntad en favor de los demás; se pronunciará contra un sistema social fincado en la desigualdad y la globalización de la indiferencia. Hay que seguir sus mensajes, siempre claros y directos, pero hay que estar muy atentos a los momentos en que improvisa y, sobre todo, atentos a todos sus gestos.

El pasado 18 de diciembre, José Francisco Magaña, SJ, provincial de la Compañía de Jesús en México, envió una carta en la que invitaba a todos a prepararse para la próxima visita del Papa Francisco a México, que tendrá lugar en febrero.

Junto con ella envió esta reflexión de Luis García Orso, SJ, que ahora reproducimos en este espacio.

* * *

Papa Francisco

Cada miércoles, a las siete de la mañana, la calle Gregorio VII se empieza a llenar de peregrinos italianos que se dirigen a la plaza de San Pedro para la audiencia del Papa, que inicia a las 9:30 horas. Grupos parroquiales, representantes de asociaciones, niños de colegios, familias, gente de todas las edades, están ahí. Los italianos aman a Francisco, pero también los miles de turistas que llegan siempre a Roma. Tanto en las audiencias como en el Angelus del domingo, la plaza se llena y la gente escucha en silencio, con todas las miradas dirigidas al Papa. Previo a eso Francisco recorre sonriendo la plaza en el papamóvil y se detiene a abrazar y besar a bebés, ancianos y enfermos. Francisco habla de cercanía y ternura con todos sus gestos. Es “la revolución de la ternura”.

En Francisco se repiten los gestos de Jesús que anuncian el evangelio del Reino del Padre: tocar a leprosos e impuros, abrazar niños, tener misericordia con la pecadora, dar de comer a necesitados, incluir a pecadores a la mesa, salir al encuentro de toda persona, llamar al seguimiento a todos, poner al ser humano como hijo de Dios en el centro de la atención. A Francisco hay que seguirlo por lo que habla con sus gestos: al lavar los pies a los presos, al sentarse a comer con mendigos, al orar con judíos y musulmanes, al entrar en una vecindad de migrantes, al mojarse bajo la lluvia. Signos de que el reinado de Dios está cerca, muy cerca, de todo hombre y mujer sin exclusiones, y especialmente de los pobres y marginados. Y Francisco no acepta que la gente pase hambre, no encuentre trabajo, no tenga casa, o que tenga que migrar para buscar mejor vida, muera por la violencia y las guerras, y que haya millones de descartados y empobrecidos por una estructura social injusta e inhumana. “No a la globalización de la indiferencia”, ha dicho en muchas ocasiones. Francisco se sitúa en la composición ignaciana de la Encarnación (Ejercicios Espirituales, 103): mira la grande capacidad y redondez del mundo, en el que están tantas y tan diversas personas, y al mismo tiempo es capaz de mirar con atención única a una persona, una casa, una comunidad. Y su mirada —amplia y personal— no pierde la referencia fundamental: el amor de Dios para la humanidad, la buena noticia liberadora que trae Jesús, el Hijo de Dios, la acción del Espíritu que siempre sorprende y nos guía hacia la plenitud de la vida. En cada situación, Francisco, el sucesor de Pedro, se reconoce un pobre servidor, elegido por la misericordia de Dios («Miserando atque eligendo», de su lema episcopal).

Siendo Francisco un Papa tan único y jesuita en sus gestos, es también un hombre que hereda el espíritu de Juan XXIII y de Pablo VI, el espíritu del Concilio Vaticano II (al que reaviva 50 años después). Se reproducen en Francisco las palabras de Pablo VI la víspera de la clausura del Concilio, el 7 de diciembre de 1965: “La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio [...] Toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades. La Iglesia se ha declarado casi la sirvienta de la humanidad”.

Papa Francisco

Francisco pide una Iglesia no centrada en sí misma, egocéntrica, mundanizada, elitista, ambiciosa de poder y de riquezas, sino una Iglesia vivificada por el amor y el Espíritu de Jesús, que se vuelca a los demás para servir y ayudar, que se hace cargo y cura heridas, que va a las periferias y los márgenes, que se vive en misión. Una Iglesia samaritana que se hace prójimo de todo hombre y mujer puede ayudar a hacer nuestro mundo más humano. En su radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, un mes antes de comenzar el Concilio, Juan XXIII decía: “La Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres”. Esta verdad, casi olvidada, vuelve a proclamarse por Francisco al iniciar su pontificado, al hablar ante representantes de medios de comunicación el 16 de marzo de 2013: “¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”. Y Francisco lo va intentando con su testimonio de vida, sus gestos, sus palabras, sus pronunciamientos mundiales, aun contando con la rémora de algunos obispos y cardenales. A todos los católicos nos queda mucho por aprender y vivir.

En su próximo viaje a México, Francisco seguramente defenderá la vida de los migrantes, como hizo en Lampedusa; abogará por los derechos de techo, trabajo y tierra, como en Bolivia; animará a los jóvenes a unir corazón, mente y voluntad en favor de los demás, como en Filipinas; se pronunciará contra un sistema social fincado en la desigualdad y la globalización de la indiferencia; dirá que la corrupción apesta, como afirmó en Nápoles; repetirá que es necesario cambiar un sistema económico que beneficia a unos cuantos por encima de la dignidad humana de las mayorías; instará a todos los actores sociales a buscar juntos la paz fincada en la justicia; invitará a aprender el cuidado de la creación y el espíritu religioso de las comunidades indígenas; instará a sacerdotes y obispos a renunciar a un estilo mundano y a estar muy cerca de la gente para servir. Hay que seguir sus mensajes, siempre claros y directos, pero hay que estar muy atentos a los momentos frecuentes en que el Papa deja el texto preparado e improvisa y, sobre todo, atentos a todos sus gestos y detalles, que hablan mucho de su corazón.

Al haber iniciado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, no podremos olvidar que “en este año jubilar, la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor” (Misericordiae vultus, núm. 25). “No se puede entender que un verdadero cristiano no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia. Esa es la palabra-síntesis del Evangelio: misericordia” (Angelus del 8 de diciembre 2015).

Nos corresponde sacar las consecuencias.

Roma, 12 de diciembre 2015

 

Para seguir leyendo

:: En junio de 2013 publicamos un dossier especial donde, a invitación expresa, cinco pensadores expresaron sus deseos y expectativas respecto del recién elegido Papa Francisco. Puedes consultarlo en este enlace.


Listo el GeekGirls MeetUp 6

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GeekGirlsMx es un evento para 100 participantes que se propone el intercambio de ideas a partir de pláticas abiertas en la que se busca un aprendizaje colaborativo a partir del interés del público

Geekgirls Meetup

Por sexta ocasión consecutiva, tendrá lugar en Guadalajara el GeekGirls MeetUp, una actividad anual dedicada a reunir a las mujeres interesadas en las posibilidades que el uso de la tecnología brinda para el trabajo, el arte, la comunicación y prácticamente cualquier aspecto de la vida cotidiana.

Organizado por la comunidad GeekGirlsMx, se trata de un evento cultural gratuito para 100 participantes que se propone el intercambio de ideas a partir de temas que serán abordados por expositoras en la modalidad unconference: pláticas abiertas en la que se busca un aprendizaje colaborativo a partir del interés del público.

En esta ocasión, la reunión tendrá lugar en INTEL Guadalajara Design Center, campus Zapopan (Av. del Bosque 1001, colonia El Bajío, Zapopan). La cita es el sábado 23 de enero, de 9:00 a 16:00 horas.

 

Para conocer más de esta comunidad:

GeekGirlsMX

Sitio oficial:geekgirls.com.mx

Facebook: facebook.com/GeekGirlsMx

Twitter / Instagram: @GeekGirlsMx

Flickr: flickr.com/groups/geekgirlmeetupmx

Sitio de la comunidad mundial: geekgirlmeetup.com

Tampoco en el documental hay recetas infalibles para la confianza

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Para la confianza no hay recetas infalibles. Tampoco en el documental. Habría que recibir lo que éste nos muestra con reservas, no perder de vista que la objetividad no existe y que la verdad es una aspiración. Como escribió el académico Bill Nichols, “el documental es una ficción (en nada) semejante a cualquier otra”

Woody Allen (al centro) es autor del falso documental «Zelig».
Woody Allen (al centro) es autor del falso documental «Zelig».

Uno está dispuesto a creer en el documental, entre otras cosas, porque la forma y los elementos que a menudo se emplean en él generan confianza y nos hacen creer que lo que ahí se presenta es real. Por ejemplo, la presencia de sujetos reconocibles que hablan desde su propia experiencia —a veces el mismo realizador o la docta voz de un narrador— y la utilización de recursos retóricos, destinados a persuadir al espectador. El académico Carl Platinga anota que en la recepción del documental es fundamental la confianza que el espectador deposita en el realizador, y entre los ingredientes que la alimentan, que generan credibilidad, está la congruencia de lo que se afirma en la obra.

Pero para la confianza no hay recetas infalibles. Tampoco en el documental. Habría que recibir lo que éste nos muestra con reservas, no perder de vista que la objetividad no existe y que la verdad es una aspiración. La veracidad de los hechos que se presentan es valiosa, pero de ella no tendrían que depender la recepción y el juicio, porque el pasaje por la subjetividad puede generar alteraciones tal vez involuntarias. En caso de ser voluntarias, la desconfianza es inevitable; y es grave si es una obra con pretensiones históricas. En ningún caso habría que tomar como verdad absoluta —o verdad histórica— lo que expone un documental. Más bien habría que considerar, como en la ficción, la verdad del autor y su habilidad para hacer surgir la verdad de lo que aborda. Pues, como escribió el académico Bill Nichols, “el documental es una ficción (en nada) semejante a cualquier otra”. Y el abanico es amplio:

 

Roger y yo (Roger & Me, 1989)

Michael Moore se vio involucrado en una polémica por Roger y yo, en la que el documentalista alteró el orden de algunos acontecimientos y modificó algunas cifras. El debate confirmó lo que ya se sabía acerca de lo inalcanzable de la objetividad; en su defensa se decía que si el documental aspira a la verdad, como la filosofía, no necesariamente hay que buscarla en los datos que ofrece (como sí cabría hacerlo en la Historia o el reportaje periodístico; y, a veces, ni ahí). Las “inexactitudes” provocaron una pérdida de confianza en Moore, pero no invalidaron la denuncia que el documental hace sobre la política mezquina de General Motors.

 

Moore al ataque... otra vez

En Masacre en Columbine (Bowling for Columbine, 2002), Moore abona a la desconfianza. En un momento ingresa a la casa de Charlton Heston, entonces presidente de la Asociación Nacional del Rifle, y lo interroga acerca del uso de armas. El actor se disgusta y lo corre. Su reacción hace pensar que Moore no le dejó en claro el propósito de la entrevista. En Sicko (2007) halaga al sistema quebequense de Salud. Pero la percepción de los usuarios no es la misma (como se ve en la ficción Mis últimos días). Yo celebro la aguda crítica de Moore a su país, pero me cuesta trabajo confiar en alguien que manipula la información para manipular al espectador.

 

Errol Morris

Morris ha hecho de la entrevista más que un medio para compartir información: dar la voz al otro es una forma de compartir la verdad del otro. Así lo podemos confirmar en obras memorables como La delgada línea azul (1988), en la que regresa a un caso policial; Niebla de guerra (2003), habitada por los testimonios de Robert McNamara, otrora secretario de Defensa de Estados Unidos, e Iraq, derechos humanos (2008), en la que militares estadounidenses hablan de las torturas que infligieron en Iraq. McNamara muestra cómo la confianza de los entrevistados frente a la cámara se traduce en confianza frente a la pantalla: es un tipo de fiar.

 

Patricio Guzmán

Patricio Guzmán ha dado un seguimiento constante al devenir humano de Chile desde antes de Salvador Allende, con el mítico documental La batalla de Chile (1975-1979). Posteriormente denunció las atrocidades de la dictadura y no ha dejado de medir el pulso de su país, que no ha superado los terrores del pasado. Él cree en y practica lo que llama “documental de autor”, que “privilegia el punto de vista personal del cineasta”. A menudo, él aparece en sus películas, voz en off mediante. Suena honesto y sus reflexiones, además de pertinentes, son reveladoras. Así la confianza en su cine crece con cada nueva entrega.

 

Zelig (1983) y el falso documental

En Zelig, Woody Allen convoca a artistas e intelectuales conocidos —Susan Sontag, Irvin Howe y Saul Bellow— para hablar de un fenómeno insólito: un ser humano que podía cambiar sus rasgos de acuerdo con las personas entre las que se encontraba. Allen emplea los recursos del documental histórico y el espectador comienza a “creérsela”... hasta que ve que el “camaleón” se parece a Woody. El realizador relata un evento que no sucedió y utiliza la credibilidad que se concede al documental para poner en evidencia las miserias del hombre moderno. Es un falso documental, mas no lo que exhibe: a veces la falsedad es la ruta a la verdad.

 

 

Para saber más

::Comparación de las teorías del documental de Carl Platinga y Bill Nichols.

::Roger Ebert opinión sobre polémica de Roger y yo.

::Acerca del documental y su recepción.

::Narración de la polémica en torno a Roger y yo.

::¿Qué es el documental? Un texto de Carl Platinga.

::Errol Morris (entrevista sobre The Unkown Known con subtítulos en inglés).

::Patricio Guzmán, entrevista acerca del documental.

¿Te creeré?

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Si el sistema es un intermediario como Uber, Google o Airbnb, prefiero mil veces pagarle que hacer la compra directamente. Pagar con PayPal en lugar de sacar la tarjeta de crédito en cada changarro. La empresa o marca detrás de la transacción no sólo evalúa al comprador, sino también al vendedor, y su ecosistema evoluciona.

Imagen del grupo de Facebook llamado «Todo el tiempo tengo hambre».
Imagen del grupo de Facebook llamado «Todo el tiempo tengo hambre».

Una forma eficiente de conocer el desempeño de un producto o servicio es revisar sus evaluaciones publicadas en internet. Más que ordenarlas por estrellitas, prefiero ver las que a la gente le parecen más útiles (¿te ha parecido útil esto?). Las calificaciones negativas tienden a ser más honestas mientras que las populares son chistes.

Si el sistema es un intermediario como Uber, Google o Airbnb, prefiero mil veces pagarle que hacer la compra directamente. Pagar con PayPal en lugar de sacar la tarjeta de crédito en cada changarro. La empresa o marca detrás de la transacción no sólo evalúa al comprador, sino también al vendedor, y su ecosistema evoluciona. Pareciera que, si el intermediario te permite publicar tus productos de forma gratuita, el número de estafas se incrementa. Los estafadores harán lo imposible por mimetizarse con el sistema y ganar tu confianza. Escuché la historia de una señora que anunció en un sitio gratuito la disponibilidad de su tiempo compartido a un muy buen precio. El comprador interesado recibió la llamada de la viejita, quien le aseguró que la cosa era real, que su familia no podría hacer uso de su tiempo compartido ese año, y le proporcionó un 01-800 al que podía marcar para verificar su reservación. Al sujeto le contestaron como lo hacen en la recepción del hotel y le confirmaron su nombre y la fecha. Al día siguiente por la mañana, el comprador, desconfiado de la perfección del proceso, verificó el sitio web del hotel para darse cuenta de que el 01-800 oficial no coincidía. Marcó y le informaron que no existía la reservación y que estaba ante una estafa. Lo bueno es que el comprador no había depositado aún. Al marcarle a la señora para reclamarle, ya no existían el número de su casa ni el 01-800.

 

Grupos en Facebook

Todo el tiempo tengo hambre es el grupo de comida que más me gusta en Facebook. Sus miembros agradecen mucho las colaboraciones y no te saturan con recomendaciones pagadas, pues no hay un fin económico primario. El objetivo del grupo es compartir: “De, por y para todos nosotros, triponcillos insaciables, que amamos comer cuando otros no lo hacen. Compartimos experiencias, tips, sugerencias, alimentos y lugares para saciar la perra hambre”.

Cristian Vera, uno de los fundadores del grupo, dice que “la confianza se ha generado en torno a un estímulo de cercanía entre los miembros de la comunidad. La gran mayoría de participantes activos somos tapatíos y sabemos, aunque no conozcamos físicamente algunos lugares que otros visitan, que pudieran ser agradables, les otorgamos la validez de buen gusto por las fotografías y una especie de algoritmo que manejamos: periodicidad de publicación + constante participación + calidad/cantidad de la comida posteada. Hay confianza, sí. Personalmente recibo muchas preguntas de recomendaciones para comer en Guadalajara, incluso de gente que está en el grupo que no conozco, pero “sabe” (intuye, deduce) que podría tener buen gusto para la comida. Todo se basa en lo construido; comunidad. Constante comunicación, afianzamiento de los lazos de relación”.

 

Expertos reseñistas

Confío mucho en Jeremy Jahns, un YouTuber al que le encantan las mismas películas que a mí. En minutos y sin spoilers me convence de invertir o no en una ida al cine. Mi recomendación es encontrar gente con gustos similares a ti y valorar su trabajo. La constancia es una buena clave para confiar en el trabajo de alguien.

 

Que lo hagan otros

Un amigo no le tiene confianza a las tarjetas de crédito y menos a usarlas en internet. Su problema es que le gustan las cosas que se compran online y su solución es pedirle a los demás que lo hagan por él.

No entiendo por qué, pero en vez de usar su tarjeta de crédito y PayPal, la gente prefiere seguir todos estos pasos absurdos cuando compra algo por internet: comprar tinta para imprimir una ficha de depósito, formarse en el Oxxo, esperar a que se desocupe su único empleado, pagar la comisión de la transacción, tomarle una foto chafa al comprobante y esperar su validación manual por parte de un empleado de la tienda. Esperar.

 

Google

Google confía en que los sitios web que ofrece en su lista de resultados estarán disponibles cuando el usuario los visite. Si el tiempo de respuesta del sitio web es rápido y la calidad es alta, Google premia al sitio mandando más tráfico. Si el sitio es la mejor opción, estará arriba de los demás. Para el caso de algunos proyectos, a mayor tráfico, mayores ganancias por concepto de publicidad. Y no es que Google confíe directamente en cada usuario, sino en la suma de las estadísticas de sus visitantes.

 

Donaciones

Vivimos una etapa de internet en la que es posible que los creadores de contenidos reciban grandes cantidades de dinero en pequeñas dosis. Se requiere confianza para poner en las manos de una plataforma la recaudación económica de un proyecto. La mayor prueba de confianza (o locura) la dan aquellos creadores que entregan cien por ciento de su tiempo para desempeñar su actividad y dan por hecho que los sistemas funcionarán. Tal vez entienden que la plataforma no lo es todo, sino una parte del engranaje del sistema, y que quienes hacen que funcione son las personas que apoyan su proyecto.

La confianza de ser empleado de confianza

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Ser un empleado de confianza, en apego a la ley, se reduce a una relación contractual en la que los beneficios y las prestaciones se acuerdan entre el patrón y el trabajador y suelen ser superiores a los que marca la ley

¿Cuándo se pierde la confianza dentro del trabajo? Foto: agorafobiablog.com
¿Cuándo se pierde la confianza dentro del trabajo? Foto: agorafobiablog.com

Confiar puede ser una virtud o, por lo contrario, una debilidad ante circunstancias difíciles. La confianza se gana, dicen, con el transcurrir del tiempo y debido a las acciones de las personas y, por las mismas razones, puede perderse.

En las relaciones interpersonales que mantenemos en el día a día, a veces nos decepcionamos de proyectos o individuos. Nuestra percepción se puede modificar de forma negativa ante la pérdida de la confianza, entendida ésta, según la Real Academia Española, como la esperanza firme que se tiene en alguien o algo.

En México, los trabajadores cuentan, en teoría, con un respaldo para ejercer sus derechos laborales: La Ley Federal del Trabajo, que clasifica en distintos rubros a los empleados y en la que se plasman también las obligaciones de éstos y de sus patrones. Ser un empleado de confianza, en apego a la ley, se reduce a una relación contractual en la que los beneficios y las prestaciones se acuerdan entre el patrón y el trabajador y suelen ser superiores a los que marca la ley. En este campo están comprendidos como “de confianza” los empleados que desempeñan funciones de dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, y esa clasificación depende de la naturaleza de las funciones desempeñadas.

Con dicho estatus, pareciera que el trabajador cuenta con privilegios y cierta estabilidad laboral; sin embargo, pierde algunos derechos, como el de la afiliación a un sindicato o a recibir reparto de utilidades, como refiere el abogado y académico del ITESO Juan Carlos de Obeso. Explica también que las últimas modificaciones a la Ley Federal del Trabajo (año 2012), pudieran facilitar la elusión de responsabilidades, pues en ellas se cataloga como empleados de confianza a los que realizan funciones en puestos que en realidad no se relacionan con este estatus. Así ante un conflicto laboral, el término “confianza” pierde valor jurídico respecto a lo establecido en el contrato y a las actividades que se realicen.

“El patrón podrá rescindir de la relación de trabajo si existe un motivo razonable de pérdida de confianza”, dice la ley acerca de esta figura en el Capítulo II. Pero ¿cuándo se pierde la confianza? En pocas palabras, acota el abogado, cuando no se hacen valer los derechos y obligaciones entre empleados y patrones.

En una reflexión acerca de las relaciones laborales, cabe también el concepto “abuso de confianza”, ligado al de lealtad. Y es que, efectivamente, si en el camino se pierde la confianza hacia una persona o un proyecto, la lealtad se diluye.

Como me dijo alguna vez una jefa, por cierto muy entregada a su trabajo: “A veces, tanta confianza da asco”. m.

Confianza espiritual

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No es lo mismo ser confiado que iluso. La sana confianza debe estar construida sobre datos de realidad y no sobre meras especulaciones o ilusiones. La historia está llena de “confianzas” ingenuas y sus desastrosas consecuencias

Confianza es la actitud de tener fe en alguien o en algo; fiarse de que lo que esa persona o realidad es, dice o promete, es muy probable que sea (o llegue a ser) verdad. La confianza es fundamental para el funcionamiento de las personas en particular y de la sociedad en general. Somos seres gregarios y complementarios. Nadie puede existir solo y sin la ayuda de los demás. Para poder sobrevivir necesitamos relaciones de mutualidad en las que la confianza es imprescindible.

Muchos ejercitamos cotidianamente la confianza sin darnos cuenta, de manera automática. Por ejemplo, cuando, al subirnos a cualquier medio de transporte público, consciente o inconscientemente ponemos nuestra vida en manos de quien conduce ese vehículo. Lo mismo cuando confiamos en un médico y seguimos sus instrucciones o aceptamos que nos intervenga quirúrgicamente. Y qué decir de tantos datos de información que aprendemos en la escuela, de los medios de comunicación o de otras personas, y que damos por ciertos aunque no tengamos manera de corroborarlos personalmente (o precisamente por eso). Si tuviésemos que detenernos para cerciorarnos de todo, o pretendiéramos hacer todo por nuestra cuenta, la vida simplemente se haría imposible. La confianza es un ingrediente básico de la condición humana.

Sin embargo, no es lo mismo ser confiado que iluso. La sana confianza debe estar construida sobre datos de realidad y no sobre meras especulaciones o ilusiones. La historia está llena de “confianzas” ingenuas y sus desastrosas consecuencias, que han enseñado a la humanidad a buscar elementos constatables sobre los cuales construir, o no, la confianza. En la sociedad contemporánea ha desaparecido la “autoridad de oficio” que otorgaba confianza a las personas meramente por el papel que desempeñaban (profesora, sacerdote, presidente, etcétera). Ahora sólo aceptamos la que podríamos llamar “autoridad moral”, es decir, aquella que se gana con un testimonio de congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. La primera sería una confianza ingenua, esta última sería una confianza adulta.

Por siglos, los cristianos se han sentido identificados con la frase atribuida a Pablo: “Yo sé en quién tengo puesta mi confianza” (2 Tim 1:12b). Para ellos, Jesús ha demostrado ser digno de confianza porque su decir y su vivir fueron coherentes con el ideal de humanidad que anunció. También confían en él porque verifican, en el concreto de sus vidas, que sus enseñanzas y su continua presencia efectivamente los conducen a una vida más fraterna, plena y humana. Karl Rahner, sj, dijo que el cristiano del siglo xxi sería místico o no sería cristiano. Apuntaba al fin del “cristianismo convencional”, en el que los “creyentes” adoptaban la fe porque era la moda o la costumbre social. Este cristianismo estaba a menudo basado en una confianza ingenua y hasta mágica. Con bases tan precarias, el testimonio de estos cristianos por costumbre era necesariamente débil y hasta contradictorio. En la actualidad, en un medio social indiferente y hasta hostil a la propuesta cristiana, se vive y confiesa cristiano sólo quien ha comprobado personalmente que Jesús y su Buena Noticia son dignos de crédito. Por eso su testimonio tiende a ser más coherente, más confiable. m.

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