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Lo que dicen las religiones

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Más allá de la cercanía supuesta de la fecha fatal, es una cuestión de interpretación que, para muchos, puede derivar en una toma de postura. Así, mientras algunos dejan pasar el tema, otros recurren a las profecías o a las religiones para comprender lo que sobrevendrá. Y las distintas tradiciones religiosas tienen, todas, un discurso al respecto.

¿El fin del mundo está cerca? Como todo lo que existe, esto tiene enormes posibilidades de acabar. Pero no es sencillo predecir la fecha, mucho menos la forma.

Los pregoneros hablan de señales: crisis financiera, huracanes, sismos, desbordamiento de ríos, destrucción total, guerras, hambres. Y, aunque es posible, estos datos hablan, más que del fin del mundo, de otras dos cosas: el comportamiento de la naturaleza, por un lado, y por otro, la acción humana sobre la misma naturaleza y respecto a nosotros mismos.

Más allá de la cercanía supuesta de la fecha fatal, es una cuestión de interpretación que, para muchos, puede derivar en una toma de postura. Así, mientras algunos dejan pasar el tema, otros recurren a las profecías o a las religiones para comprender lo que sobrevendrá. Las distintas tradiciones religiosas tienen un discurso al respecto: unas lo utilizan como el centro de su predicación, en tanto que otras prefieren mandarlo al silencio de los muertos.

Una visión sintética sobre el fin del mundo según las distintas tradiciones religiosas puede ser un balde de agua fría para quienes piensan que pronto se acabará la vida en esta tierra, pues en algunos casos no necesariamente piensan en el aniquilamiento.

 

Al estilo judío


El fin del mundo en el judaísmo está supeditado a las relaciones entre los seres humanos. Dios establece una Alianza con el hombre que, cuando se rompe, se expresa en la desolación. Al ideal de vivir a imagen y semejanza de Dios, el judaísmo lo llamó tiempo mesiánico, como lo plantea Isaías: “He aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva [...] El lobo y el cordero pacerán juntos...”.

En sentido estricto, el fin del mundo no es problema para el judaísmo, pues la promesa de Dios permanece: es abrirse a nuevas posibilidades de vivir el encuentro en clave mesiánica.

 

Las tradiciones mexicanas


En la mentalidad indígena, el concepto fin del mundo remite al cierre de un ciclo y a la apertura de otro. Esta idea surge de la observación de la naturaleza. El tiempo es, entonces, cuestión de posibilidades, de siembra y de cosecha. El fin del mundo es acabamiento de posibilidades, o cierre de ciclos representado por la cosecha de lo trabajado. Pero esta idea no está asociada con el cambio de conciencia sino con la clara conciencia de lo que se es y se vive; por eso, para la tradición náhuatl, lo central en el tiempo es “formar el rostro sabio y el corazón fuerte como la roca”, es decir, la inteligencia y la voluntad.

 

El Islam: día del juicio


El Corán comienza señalando que Alá es el Soberano del Día del Juicio, y el dispensador de todos los bienes. De modo que el fin del mundo es uno de los bienes que el hombre necesita de Dios.

El Día del Juicio, según la Sura 99, será “cuando la Tierra se sacuda por el gran terremoto, y expulse su carga —haciendo surgir a los muertos de sus tumbas—, y el hombre diga: ‘¿Qué le sucede?’. Ese día, la Tierra dará testimonio —atestiguando el bien y el mal que se hubiere cometido sobre ella. Lo hará por orden de su Señor. Entonces, los hombres acudirán en grupos [al lugar del juicio] para comparecer ante su Señor y conocer el resultado de sus obras. Quien haya realizado una obra de bien, por pequeña que fuere, verá su recompensa. Y quien haya realizado una mala obra, por pequeña que fuere, verá su castigo”.

En la tradición musulmana, el fin del mundo es algo real, es el momento de la distinción radical por las obras; algo que conviene al hombre que vive fiel a Dios.

 

Desde el cristianismo


La tradición cristiana habla del fin del mundo de diversas maneras; sin embargo, nada indica sobre su desenlace. El Apocalipsis no es sino un texto que muestra la victoria de los creyentes en Jesús, en un entorno conflictivo. Es un texto de esperanza.

El fin de los tiempos es la expectativa ante la venida de Jesús que inaugurará cielos nuevos y una tierra nueva. Se trata de esperar y trabajar, de forma comprometida y solidaria, por la construcción de un estado de cosas y relaciones distinto, que el Nuevo Testamento llama Reino de Dios.


Palenque: entre el glamour turístico y la marginación rural

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Mayo, representante del Movimiento Progresista, ganó la alcaldía de Palenque, Chiapas/foto:Luis Ponciano

El municipio, sede de una de las zonas arqueológicas más famosas del planeta, será gobernado los próximos tres años por Marcos Mayo, egresado de Derecho del ITESO y quien afirma que uno de sus retos es lograr conciliar los intereses de los campesinos y de los empresarios.

 

Marcos Mayo se suele levantar todos los días a las cinco de la mañana.

Es relativamente fácil intuirlo después de hablar unos minutos con él y escuchar cuando describe los numerosos proyectos en los que ha estado involucrado durante la última década. Se necesita estar bien despierto muchas horas. El último de estos proyectos lo metió de lleno a la política, concretamente a competir este año por la presidencia municipal de su natal Palenque, en Chiapas, como parte del Movimiento Progresista. Y la ganó.

Indígena chol, soltero, de 34 años y sonrisa fácil —excepto cuando habla de la larga lista de problemas que arrastra Palenque, el municipio donde nació—, Mayo es egresado de Derecho del ITESO (2001-2005) gracias a una beca que le otorgó la Compañía de Jesús. A finales de agosto estuvo de visita en su alma mater, aprovechando un viaje a Guadalajara para participar en un seminario sobre políticas públicas. Caminó por los pasillos del campus, saludó a viejos conocidos y se reunió con Juan Luis Orozco, SJ, Rector de la Universidad, a quien le planteó la posibilidad de establecer un convenio de colaboración Palenque-ITESO. “Queremos mejorar la imagen urbana del municipio y ver si nos pueden apoyar. Palenque no tiene nada, es un pueblo fantasma. El turista ni siquiera entra, se queda en el hotel”, compartió Mayo, quien es consciente de la enorme riqueza del lugar donde nació, pero también del indigno rezago que experimentan sus habitantes.

Palenque es México en estado puro. Su zona arqueológica es Patrimonio de la Humanidad y recibe anualmente a casi un millón de visitantes procedentes de todo el mundo. Alrededor de esa derrama económica, la miseria, la marginación, la falta de escuelas y hospitales debidamente equipados, las violentas disputas caciquiles y la desconfianza mutua entre el empresariado mestizo y las comunidades indígenas dan paso a la indeseable existencia de dos Palenques: “El de los campesinos y el de los empresarios. Llego a un escenario muy complejo e intento incluir a los empresarios para que colaboren en el gobierno. Es una batalla difícil”, refiere Mayo, quien añade que la capacidad para lograr esta mediación viene de su formación académica, tanto en el ITESO como en la Ibero León, donde estudió la maestría en Derecho. “Nuestro trabajo siempre va pensando en la persona humana, no estamos pensando en un proyecto personal”.

Mayo piensa a 30 años: visualiza una universidad en Palenque, bibliotecas profesionales, más centros culturales y espacios recreativos, la tecnificación, el mejoramiento genético de la ganadería, la llegada de inversiones responsables en el campo y en el sector turístico. “Tres años son poco: debemos planear a largo plazo, tener continuidad, que el ciudadano pueda refrendar al alcalde”. m

Notario

Un testigo del inicio de Ingeniería Química

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El ingeniero Murguía fue de los primeros profesores de la Universidad./foto:Álex Riveros

Hace 55 años nació el ITESO. Y acompañando esos primeros pasos estuvo don José Luis Murguía González, quien formó parte del equipo que, encabezado por el padre Pérez Becerra, vio nacer la carrera de Ingeniería Química

 

En la vida hay experiencias que, sin importar si son largas o cortas, dejan marcas que duran para siempre. Eso se puede decir de la relación de don José Luis Murguía (Guadalajara, 1923) con el ITESO: aunque fue de apenas unos años, la huella que dejó en ambos ha resistido el paso del tiempo. Y no es para menos: él fue testigo de los primeros pasos de esta universidad, que acaba de cumplir 55 años, pues formó parte de la primera plantilla de profesores de la carrera de Ingeniería Química.

La relación entre el ingeniero Murguía y el ITESO comenzó incluso antes de que éste se fundara, pues realizó sus estudios en el entonces Instituto San José, hoy conocido como Instituto de Ciencias. Desde entonces, cuenta, se sintió ligado a los jesuitas. Por eso aceptó la invitación del padre Ignacio Pérez Becerra para, al tiempo que estudiaba la carrera, dar clases en la naciente Universidad Autónoma de Guadalajara. Ahí ejerció la docencia gratis durante quince años —“para mí era importante porque me permitía prepararme y seguir actualizándome”, dice—, hasta que le llegó la invitación del padre Pérez Becerra para sumarse a un nuevo proyecto.

Y llegó al ITESO cuando sus oficinas estaban en la calle de Liceo. El inicio, recuerda, no fue fácil. Pero eran más las ganas de enseñar y se convirtió en maestro de Matemáticas, Cálculo y Química Orgánica. En su estudio, donde están los retratos de sus doce hijos —todos egresados del ITESO—, todavía reposa en el librero el volumen de Fieser y Fieser, que usaba en el aula. “Lo que a uno le gusta es lo que se enseña mejor”, afirma quien gustaba de dar clases de regularización en matemáticas a sus compañeros más atrasados.

A pesar de que disfrutaba mucho dar clases, llegó el momento de elegir. Y decidió ejercer. “Las clases me hacían descuidar mi vida profesional, que era la que me daba de comer, porque también en el
iteso daba clases sin cobrar”. Así, luego de cerca de 20 años en las aulas, dejó la docencia y dio continuidad a una trayectoria que había comenzado años atrás en la empresa Nacional Textil Manufacturera, con sede en El Salto, y que terminó en 2002, cuando cerraron Crazy Horse, una maquiladora que dirigía junto con uno de sus hijos.

Una de las cosas que más lo marcaron de su estancia con los jesuitas es que “todos los maestros buscaban el talento de cada uno, ver la parte humana de las cosas. Lo más importante era la formación como personas”. A la vuelta de los años, don José Luis Murguía dice sentir orgullo al ver que las dos universidades que ayudó a echar a andar “han crecido mucho y han formado tanta gente de bien”. m

Trabajar sin patrones: el futuro en nuestras propias manos

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La cooperativa Cuzcachapa se constituyó como desde 1966 en Chalchuapa, El Salvador. Es una sociedad de responsabilidad limitada dedicada a la producción de café formada originalmente por 28 socios, que en la actualidad cuenta con más de 1,200 socios, en su mayor parte pequeños productores. Actualmente es una de las principales productoras de café gourmet que se exporta a Estados Unidos y Japón. Esta serie fotográfica, de Dennis Tang, retrata distintos aspectos de su trabajo de producción./foto:Dennis Tang

Con valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la horizontalidad, las cooperativas están emergiendo en el mundo como alternativa viable ante una marcada decadencia capitalista. Hoy están asociados a este modelo más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.

 

Imagine empresas formadas por personas que se han agrupado por afinidad para producir determinados productos, ofrecer servicios o simplemente para consumir, unidas de manera horizontal conforme a valores como la solidaridad y la autogestión; donde todos ganan lo mismo ­­—o, cuando menos, la diferencia entre sus ingresos es mínima—; las decisiones son tomadas de forma democrática; todos son socios y cada uno valora su trabajo, no sólo por un fuerte sentido de pertenencia sino también porque saben de su impacto en el desarrollo de su comunidad. Ésta no es una visión utópica. Así es como hoy están asociados más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.

Aunque existen desde hace siglos, las cooperativas han comenzado a cobrar una importancia singular hoy en día, cuando el capitalismo vive una de sus crisis más graves: en Estados Unidos —el país más rico del planeta—, 1% de la población acumula la sexta parte del Producto Interno Bruto (PIB), según revela un estudio de la Universidad de Berkeley y de la Paris School of Economics; en México, hasta 2008, el 10% más rico de la población acumulaba 41.3% del ingreso, mientras que el decil más pobre apenas obtuvo 1.2%, según una investigación del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.

En este contexto, el cooperativismo se está erigiendo como una alternativa de trabajo y de vida para muchas personas. Aunque muchas cooperativas no viven al margen del mercado capitalista sino que interactúan con él, sí constituyen experiencias de organización interna diferentes a las de las sociedades anónimas.

Guillermo Díaz, académico del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS) del ITESO, asegura que no sólo las cooperativas están cobrando relevancia en el mundo, sino también las llamadas “economías solidarias” —“dentro de las cuales el cooperativismo es sólo una expresión”—, junto con otras expresiones de organización solidaria como las mutualistas o el trueque.

Existen varios tipos de cooperativas, de producción de bienes y servicios, de consumo, mutuales de servicios a socios, así como de apoyos en caso de enfermedad o muerte de un socio, y las de ahorro, como las cajas populares. Aunque Díaz dice, con el entusiasmo de quien ha dedicado mucho tiempo a estudiar estas formas de organización económica, que en el caso de México se incluyen otras formas de cooperativismo, como las organizaciones campesinas indígenas, algunos ejidos colectivizados y organizaciones de segundo nivel como las uniones de ejidos.

Victoria obrera, éxito cooperativo

“En nuestro caso, convertirnos en cooperativa fue una necesidad, más que una convicción. Era eso o morir”, confiesa Jesús Torres Nuño, presidente del Consejo de Administración de la cooperativa Trabajadores Democráticos de Occidente (Tradoc), fundada en 2005 cuando los trabajadores de la planta de Euzkadi ganaron una huelga de más de tres años a la trasnacional alemana Continental —la cuarta empresa productora de llantas en el mundo— y recibieron como pago la fábrica.

Los trabajadores sindicalizados decidieron en asamblea que su organización se convertiría en cooperativa para poder reactivar la planta, ahora operada y administrada por ellos mismos.

“La verdad, nadie conocía el tema de la cooperativa, pero entendíamos que no podíamos por ningún concepto asumir bienes o activos de los empresa conforme la figura de sindicato”, recuerda Torres Nuño. “Buscábamos la forma de organización a futuro y decidimos que una cooperativa podía heredar los principios y valores del sindicato, como la democracia y la solidaridad, y asumir los activos de la empresa, que son superiores en este momento a 100 millones de dólares”. Hoy la compañía se llama Corporación de Occidente.

Torres Nuño relata que Tradoc buscó establecer un modelo “lo más igualitario posible sin caer en algo que fue venenoso en los países burocratizados, como Cuba”. Es decir, un modelo que no compensa mejor a los socios que trabajan más o que tienen mayor responsabilidad. “Entendíamos que debíamos competir contra los verdaderos tiburones de la industria”, comenta.

Los socios no reciben salarios sino “adelantos de rendimiento”, cuya distribución se rige por un tabulador. “Es muy importante la equidad en el trabajo: los que tienen mayor grado de responsabilidad o mayor carga de trabajo ganan un poco más, pero es a todos los niveles”, asegura Torres Nuño. En promedio, los adelantos de rendimiento más altos rondan los 20 mil pesos, y los más bajos, alrededor de 15 mil. A diferencia de las grandes sociedades anónimas, en Tradoc los directores “no ganan cientos de miles de pesos al mes”.

Algunos años después de su creación, la cooperativa tomó otra decisión particular. En 2008 firmó una alianza con la estadunidense Cooper Tire, que pasó a ser accionista de la empresa, aunque la mayor parte de las acciones aún pertenecen a la cooperativa. Torres Nuño relata que para llegar a ese acuerdo “hubo una fuerte discusión en la cooperativa. Había compañeros que disintieron con nosotros”. Sin embargo, el grueso de los socios entendió la necesidad de alcanzar el convenio con la trasnacional para enfrentar la competencia internacional. “Los resultados son impresionantes. En cuatro años de alianza se revirtieron los estados de pérdida de la empresa […] se han hecho inversiones importantes, se reconvirtió la fábrica, casi 60 por ciento ahora son máquinas de alta tecnología y ahora competimos contra los grandes llanteros”. De los casi 20 millones de llantas que produjo la industria mexicana en 2011, cerca de cuatro millones salieron de la planta de El Salto. Otro dato: en 2005 había 580 cooperativistas en Tradoc; actualmente son mil 20.

Y en el marco del acuerdo con Cooper, Tradoc ha mantenido su autonomía: “La alianza funciona por el principio del respeto como socios. Como gringos dicen: ‘business are business’; ellos se llevan sus llantas baratas y han respetado la vida interna de la cooperativa”.

Los cooperativistas han mantenido vivo el valor de la solidaridad apoyando diferentes luchas obreras. Cada semana destinan una parte de sus adelantos de rendimiento para apoyar la lucha minera en Cananea, a los trabajadores despedidos de una vidriera en San Luis Potosí, a los asalariados del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) o al Sindicato de Trabajadores Unidos de Honda de México. Además, lanzaron recientemente la Gaceta Obrera, un periódico de la clase trabajadora donde los asalariados expresan sus opiniones sobre diferentes temas laborales.

 

Las bebidas cooperativistas

Un ejemplo de solidaridad se puede encontrar en la relación entre Tradoc y la Cooperativa Pascual (que elabora los refrescos Boing), pues los trabajadores de la firma refresquera vivieron un conflicto laboral a comienzos de los años ochenta y recibieron apoyos de los llanteros; después, Pascual ayudó a los obreros de Euzkadi en su huelga.

Salvador Torres, presidente del Consejo de Administración de la empresa refresquera, relata su experiencia: “Pascual, como cooperativa, tiene 25 años de haberse conformado, después de un proceso de huelga en que el capitalista negaba prestaciones y derechos fundamentales a los trabajadores”. Estos obreros también ganaron su batalla legal y se remataron los bienes de la empresa a favor de los trabajadores. “En 1985 se comienza a trabajar como sociedad cooperativa, con mil 500 socios. Hoy cubrimos el mercado nacional, tenemos alza en la producción y alrededor de 5 mil trabajadores”, relata Torres.

“En Pascual, las decisiones son colectivas, por asamblea, sobre todo cuando se trata de formar o nombrar a los representantes de la cooperativa”. Además, hay un rol con cambios constantes para que los trabajadores puedan acceder a puestos de administración y de dirección de la empresa.

Para Salvador Torres, el éxito que ha tenido Pascual también se observa en su crecimiento tecnológico. “Tenemos dos plantas modernas de producción en Hidalgo y en Querétaro, donde se concentra toda la fruta que se compra. Somos clientes consumidores de frutas de todo el país”.

 

Horizontalidad editorial

Las experiencias exitosas no se limitan al ramo industrial; también llegan a proyectos más pequeños y a sectores tan diversos como el editorial. A finales de los noventa, Vivian Abenshushan y Luigi Amara, un matrimonio con experiencia en la edición de revistas, vio con desencanto cómo “el proceso de globalización y acumulación de capital se había trasladado al mundo de los libros”. Los grandes grupos editoriales absorbían a los negocios independientes. Así, no sólo se desató una homogeneización de los negocios sino también de propuestas editoriales basadas en el mero lucro: homogeneidad de géneros y la instauración en las librerías de reglas comerciales “como de supermercado”. Si después de dos meses un libro no logra las ventas esperadas por la cadena comercial, se retira de los estantes o es devuelto a la editorial. “Como un salchichón”, dice con rabia Vivian. Así nació la idea de lo que hoy se conoce como Tumbona Ediciones.

Segura de sus palabras, Abenshushan recuerda que ella y su esposo visitaron Argentina en los tiempos posteriores a la crisis económica de 2001 y observaron el florecimiento de editoriales independientes, que surgieron precisamente a partir de la debacle del modelo neoliberal en ese país. Tiempo después, en 2005, fundaron Tumbona Ediciones como una editorial cooperativa.

“Queríamos explorar la horizontalidad, es decir, compartir decisiones y responsabilidades
democráticamente sin una jerarquía vertical”, explica Abenshushan. La idea era que los autores se fueran incorporando al proyecto como cooperativistas, porque no se requerían grandes inversiones para lanzar la editorial —apenas 10 mil pesos— y “porque nos habían dicho que como cooperativa habría beneficios fiscales y estímulos, que no han sido muy evidentes”.

El trabajo en la editorial está organizado de manera flexible. Hoy son seis socios que trabajan desde su casa, se reúnen una vez a la semana para tomar decisiones y repartir responsabilidades. “Los libros que llegan se discuten entre todos. Es decir, uno o dos editores lo leen y luego se hace un planteamiento en una reunión”, relata. En los primeros años no hubo reparto de ingresos económicos entre los socios, pero ya hacen un pago de “sueldos simbólicos”.

Tumbona es una editorial que no ha querido crecer, porque entonces la lógica de producción cambiaría. “Lo intentamos durante un año y la dinámica de la producción a gran escala, más industrial, le quitaba parte de su sentido y teníamos que trabajar más”, relata. “Nos gusta esta pequeña economía manejable. Por eso se llama Tumbona Ediciones, el eslogan es el derecho universal a la pereza, tomado de un libro de Paul Lafargue, el yerno de Marx”.

La cooperativa ha publicado 60 títulos.

 

Las experiencias en el mundo

Mientras en México las cooperativas aún se abren camino, en la escala global sobran los casos de éxito. Guillermo Díaz cita a Mondragón, una cooperativa que surgió en 1956 como iniciativa industrial en la ciudad del mismo nombre de Guipúzcoa, en el País Vasco. “Dentro de España funciona como cooperativa y fuera se presenta como un grupo más privado que social. Es el noveno grupo español. Está compitiendo en ventas e ingresos con los grandes grupos de España, como los del sector de energías”.

Corporación Mondragón actúa en cuatro ámbitos: financiero, industrial, distribución y conocimiento. En 2011 estaba conformado por más de un centenar de cooperativas de trabajo y producción, contaba con 83 mil 569 empleados, obtuvo ingresos totales por 14 mil 832 millones de euros y el valor de sus activos llegó a 32 mil 454 millones de euros —El Corte Inglés facturó 15 mil 778 millones de euros ese mismo año.

La corporación tiene un fuerte arraigo en la parte educativa. De hecho, surgió a partir de la inspiración de un sacerdote, Juan María Arizmendiarreta, quien en 1946 fundó en Mondragón una escuela profesional, y cinco de sus egresados conformaron en 1956 la primera cooperativa del grupo, dedicada a la fabricación de cocinas y estufas. Más adelante fundaron más cooperativas de producción, de crédito y un banco de cooperación. De esta manera, han conformado una red de apoyo mutuo, donde las ramas financieras apoyan a los proyectos industriales y de distribución; en el medio operan sus proyectos de formación y capacitación, dotando a los demás sectores del personal necesario para sostener las operaciones de la corporación.

Además de centros de enseñanza de nivel secundario, Mondragón cuenta con varios recintos de educación técnica, una escuela de negocios y la Universidad Mondragón, con cerca de nueve mil alumnos.

En Argentina, después de la crisis de 2001 cerraron muchas empresas, lo que incrementó las tasas de desempleo y desencadenó uno de los mayores movimientos de protesta popular de los últimos años en el mundo. En ese marco, cientos de trabajadores desocupados decidieron asumir el destino en sus propias manos, recuperando fábricas y empresas cerradas para volver a ponerlas a operar conforme la figura de cooperativas, englobadas en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. (En la edición de 426 de MAGIS, publicamos un foto-reportaje sobre una de estas experiencias.)

Hasta ahora suman cerca de 200 las empresas reabiertas por los trabajadores, que se rigen por los principios de la autogestión, apoyo mutuo y horizontalidad en la toma de decisiones. Además de demostrar el poder de los empleados para levantar por sí mismos fábricas quebradas por los capitalistas, este movimiento está evidenciando el poder que tiene la solidaridad con las comunidades, ya que los trabajadores han contado con el apoyo de asociaciones barriales, de piqueteros y otras organizaciones sociales.

 

¿Transición, sustitución o reforma?

Pese al éxito de las cooperativas frente a la crisis que vive el capitalismo, los especialistas no ven con claridad que este modelo pueda constituir una alternativa definitiva. Jesús Torres Nuño, de Tradoc, dice: “Las cooperativas son una oportunidad para los trabajadores ante los cierres de empresas, pero mi opinión es que el cooperativismo no es la panacea. Por ejemplo, Hugo Chávez dice que Venezuela es el país con más cooperativas, pero no es este modelo de cooperativismo de Estado lo que representa la alternativa”.

Guillermo Díaz observa que en torno al cooperativismo hay una diversidad de tendencias: “Ciertos sectores ven que deben ser antisistémicos y una alternativa radical sustitutiva de la economía capitalista. Otras tendencias ven que son de transición, se les considera como formas no capitalistas, mas no anticapitalistas porque sí son capaces de establecer algún nexo con el mercado. La tercera tendencia es la que dice que el capitalismo debe tener un rostro más humano”.

Díaz no considera a Tradoc y a Pascual como experiencias de economías de transición. “Las cooperativas están llamadas a una sustitución muy radical y al mismo tiempo muy compleja y muy bella por su propia utopía, porque con ellas rompes con la esfera estrictamente de la economía para pasar a esferas más amplias como la social, la ecológica, de género o territorial”.

En este momento hay en el mundo cerca de 800 millones de socios cooperativos y unos 100 millones de trabajadores relacionándose en formas alternativas de producción, distribución, ahorro o consumo.

Ellos hacen realidad esa “bella utopía”. m

Finales de película

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En mayor o menor medida, todas las películas que tratan el tema del fin del mundo invitan a la reflexión sobre el presente y el propósito de la vida humana.

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El cine regresa a menudo al fin del mundo: no es uno de sus temas favoritos, pero sí lo retoma con cierta regularidad, haciendo eco de las preocupaciones que al respecto cobran fuerza en algunas épocas. Ya sea que el final llegue por fenómenos naturales (como el hielo en El día después de mañana, 2004), la maldad alienígena (Día de la independencia, 1996), la enfermedad (Exterminio, 2002) o la guerra nuclear (La hora final, 1959), el asunto en pantalla es fascinante y permite explorar los grandes miedos humanos.

Numerosos acercamientos apuestan por el espectáculo (como los antes citados); pero también los hay que proponen abordajes desde la intimidad (como la mayoría de los que más adelante se comentan). Los primeros registran las histéricas reacciones de la masa, que hace compras de pánico y se apresta a desplazarse a cualquier lugar donde la vida siga pareciendo posible. Las segundas acompañan a personajes que toman con calma la muerte inevitable: hay algo de tranquilizador en saber que al fin se acabará toda la humanidad, esa “especie fallida” (como la denomina Woody Allen en Así pasa cuando sucede).  

En mayor o menor medida, todas las películas que tratan este tema invitan a la reflexión sobre el presente y el propósito de la vida humana. Algunas apuestan por la supervivencia al Apocalipsis: el hombre es un virus resistente y, mientras queden algunos especímenes, habrá esperanza. No obstante, no todas son ingenuas, y rara vez son optimistas. m

 

Melancolía
Lars von Trier, 2011

Justine vive con disgusto su fiesta de bodas y boicotea el programa que diseñó Claire, su hermana. Pero cuando el planeta Melancolía se acerca a la Tierra y amenaza con destruirla, Justine está tranquila; Claire es presa de la angustia. El danés Lars von Trier muestra cómo en la inminencia del final, los melancólicos —como Justine y él— encuentran la paz; para los demás es una gran tragedia. La diferencia está en el sabor —cuya etimología es la misma que de saber— de la pérdida; dice el cineasta: “Hay una dulzura del desastre. Es uno de los rasgos de la melancolía, la dulzura en el sufrimiento”.

 

Doctor insólito

Stanley Kubrick, 1964

El general Jack D. Ripper, militar estadunidense, decide ponerle calor a la Guerra Fría: cree que se avecina una ofensiva soviética, por lo que se adelanta e inicia un ataque nuclear. Sus jefes quieren detenerlo, pero no tienen éxito. Stanley Kubrick concibe una película bélica-humorística en tiempos en los que el miedo por el fin planetario era más que justificado. Entre abundantes alusiones sexuales y dosis de picardía muestra que, cuando se piensa con los genitales, hacer el amor significa hacer la guerra, la destrucción es una victoria y el Apocalipsis es un orgasmo.

 

Wall·E

Andrew Stanton, 2008

La humanidad ha dejado la huella de su paso por la faz de la Tierra: hasta donde alcanza la mirada, sólo hay ruinas. En ese paisaje wall·e, un robot recolector de basura, sigue haciendo su trabajo (y tiene mucho que hacer). Entre sus hallazgos está una planta, y la posibilidad de vida. Andrew Stanton nos recuerda las escasas razones por las que vale la pena aferrarse a la idea de que el género humano perviva; en particular una que es irracional: el amor. Y uno termina por apoyar la propuesta: con Pixar, la calidez es proporcional a la candidez. 

 

Cartas de un hombre muerto

Konstantin Lopushanski, 1985

Después de la guerra nuclear, la vida retrocede a cierta animalidad, por lo que es natural que los militares ostenten el poder. Un científico, que vive bajo tierra, escribe cartas a su hijo desaparecido, en las que trata de explicar(se) lo acontecido. Con un aliento poético y una cinefotografía memorables, el soviético Konstantin Lopushanski nos lleva al día después de la catástrofe. Y aunque el paisaje es gris, algunos rayos de luz alcanzan para aferrarse a la esperanza: seguir apostando por la razón en la devastación es tal vez una desproporción… humana, demasiado humana.

 

El caballo de Turín

Béla Tarr y Ágnes Hranitzky, 2011

Se dice que Friedrich Nietzsche enloqueció después de ver que un cochero maltrataba a su caballo. El húngaro Béla Tarr sigue a la bestia y a su dueño (o, mejor, a la bestia y al equino) al ventoso y lejano paraje que habitan. Al día siguiente, el animal se niega a caminar; luego el cochero y su hija van perdiendo lo necesario para hacer la vida. Con una veintena de planos, Tarr da cuenta de la rutinaria existencia humana que se afana en continuar más por voluntad que por tener un propósito. Y cuando el fin se acerca, el sinsentido se revela, dejando un pasado vacío, lleno de tristeza.

 

Un tema que no tiene fin

La búsqueda de “fin del mundo” en Internet Movie Database arroja 334 títulos, entre los cuales hay:

 197 películas para cine (con 109 dramas y 62 comedias)

59 para la televisión

10 juegos de video

43 cortometrajes

Seis mil millones de veces el fin del mundo

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La tragedia ya no es el fin de la civilización, sino los cataclismos íntimos de los pobladores de mundos hostiles, que no les permiten ser verdaderamente humanos.

Si Fredric Jameson decía que el arte posmoderno era el reflejo del capitalismo tardío, para mí las historias de los sobrevivientes del fin del mundo son el sello de nuestro individualismo en peligro de extinción.

La literatura postapocalíptica tiene un abolengo rancio, aunque no tanto. Habrá, quizás, ejemplos anteriores, pero es sólo en el siglo XIX cuando comienzan a proliferar historias sobre la vida después del Gran Cataclismo. En las novelas y cuentos de Mary Shelley (The Last Man) y Richard Jefferies (After London), o en la andanada de narraciones de H. G. Wells. La tragedia radica en que la humanidad termine antes de que nuestros esfuerzos civilizatorios lleguen a su destino. En aquellas historias, los sobrevivientes miran hacia atrás con añoranza, se refieren a la antigua civilización humana —es decir, a nosotros— como se hablaría de antiguos dioses cuyo tiempo ha pasado.

Sin embargo, ahora que sabemos que el progreso conduce a las puertas mismas del Apocalipsis bélico y ecológico y, en respuesta, hemos erigido nuestra moral en un respeto incontestable al individuo, la literatura postapocalíptica cobra nueva trascendencia. Si en los autores decimonónicos el fin del mundo llegaba como una muerte multiplicada por mil millones, en la literatura de hoy llega al revés, en la forma de seis mil millones de muertes experimentadas, una por una. La tragedia ya no es el fin de la civilización —¿a quién le importa, en serio, el fin de Microsoft o de la OTAN?— sino los cataclismos íntimos de los pobladores de mundos hostiles, que no les permiten ser verdaderamente humanos: la descripción del dolor en su singular e intransferible riqueza, el testimonio de quien siente nacer al zombie conforme el alma —en su individualidad fragilísima— se desgaja. m

 

El aturdimiento

Joël Egloff

(Lengua de Trapo)

Egloff rompe con los parámetros de la literatura postapocalíptica: no hay gran aventura, no hay lucha por la supervivencia, no hay trayecto ni batalla, sólo hay una rutina anodina, maloliente, en un paisaje consumido por los desechos y la basura. El protagonista trabaja en un rastro, cuida a su abuela, vive cerca de un aeropuerto y, entre descripciones de un mundo que parece surgir de un infinito cinturón industrial, hace gala de esa lucidez implacable que engendran el cinismo y la resignación. El primer capítulo está disponible en el blog del periódico español El Mundo

 

El cuento de la criada; Oryx y Crake; El año del diluvio

Margaret Atwood

(Ediciones B / Zeta)

El cuento de la criada es, sin duda, uno de los mejores libros de Atwood. Se trata de una sociedad distópica en lo que alguna vez fuera Estados Unidos, ahora asolado por la infertilidad y reconstruido sobre un puritanismo sexista y opresivo que hace quedar a los talibanes como bon-vivants libertinos. Oryx y Crake y El año del diluvio son las dos primeras entregas de la trilogía MaddAddam, probablemente el proyecto más ambicioso de la literatura postapocalíptica de altos vuelos. En El año del diluvio aparecen 14 himnos devocionales de la nueva religión que ha surgido a partir de la erradicación de la raza humana. Estos himnos se pueden adquirir en la página web oficial del libro.

 

Una breve historia de los que ya no están

Kevin Brockmeier

(Emecé)

La novela de Brockmeier es una narración ágil y sin pretensiones que transcurre en dos mundos: uno despoblado a consecuencia de un virus terrorista que se ha diseminado en la fórmula de Coca-Cola y —como era de esperarse— ha terminado con la raza humana. Laura Byrd, miembro de una expedición de científicos en la Antártida, parece ser la única sobreviviente. La otra parte de la historia ocurre en un limbo donde los muertos esperan para pasar a la siguiente etapa. Es una ciudad como cualquier otra, salvo que los pobladores llegan y desaparecen de improviso. El primer capítulo —quizá el mejor de la novela— fue publicado (en inglés) en septiembre de 2003 en The New Yorker.

 

La carretera        /  Hijos de los hombres

Cormac McCarthy /  P. D. James

(Mondadori)       /   (Zeta)

En ambas novelas, la tensión se construye sobre las consideraciones morales de los personajes más que sobre sus odiseas. Es esa indagación moral en medio del vívido realismo de la atmósfera lo que las hace estremecedoras, algo que Slavoj Žižek ha encomiado sobre la versión cinematográfica de Hijos de los hombres, pero que ya estaba presente en la novela. Asimismo, en La carretera, el estallido que da origen a la historia no produce zombies ni criaturas mutantes con las que pueda desarrollarse el tema de la civilización contra la barbarie —como un remake de Conrad o Kipling o Bernal Díaz del Castillo—, sino que la lucha por la supervivencia se libra entre hermanos, entre pares. No en vano, McCarthy es el reinventor del western en la literatura contemporánea.

 

The Walking Dead

Robert Kirkman y Tony Moore

(Image Comics)

Originalmente una colección de cómics más o menos dentro de la ortodoxia del subgénero de zombies, The Walking Dead ha dado origen a una exitosa serie de televisión y a un ramillete de productos culturales. Me ha llamado la atención, sobre todo, el videojuego lanzado para smartphones y tablets. No se trata de destreza digital ni de estrategia, sino de tomar decisiones morales y observar cómo influyen en el desarrollo de la trama. Al final, la experiencia es más cercana a leer una entrega del cómic o ver un capítulo de la serie que a jugar un videojuego; es, en pocas palabras, otra vuelta de tuerca en el desarrollo de nuevas plataformas para contar historias. Es posible ver avances de los episodios y comprar el juego en línea.

Para leer

:: Field Guide to the Apocalypse: Movie Survival Skills for the End of the World, de Meghann Marco. Entre otras cosas provee consejos para detener una invasión alienígena, salvar al mundo y realizar un ataque masivo y coordinado de animales.

Para ver

::Apocalipsis ahorita (en 8 minutos).

::¿Los mayas sabían algo que nosotros ignoramos? O “El fin del mundo puede ser aburrido”.

Cuestión de excesos

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En las últimas décadas la comunidad científica ha puesto el ojo en el medio ambiente: asuntos como el calentamiento global o el uso de fuentes renovables de energía son atendidos urgentemente para buscar soluciones eficientes y menos contaminantes, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales, porque la amenaza de un colapso parece ser cada vez más real.

Articulos relacionados: 

La idea del fin del mundo es tan antigua como el miedo. Pero en aquellos finales imaginados las causas eran incontrolables para la humanidad: erupciones volcánicas que incinerarían todo a su paso, océanos desbordados, pandemias lacerantes, asteroides o cometas que habrían de impactar a la Tierra. A partir de los años sesenta del siglo xx, los temores se transformaron con la publicación de Primavera silenciosa, de la zoóloga estadunidense Rachel Carson: la humanidad misma se convirtió en el villano potencial para llevar a nuestro mundo a su fin o —siendo más precisos— para contribuir significativamente a la extinción de nuestra especie sobre la faz de la Tierra, a causa de nuestro comportamiento negligente: la contaminación del aire, el agua y los suelos, la deforestación masiva, el despilfarro de energía y de alimentos, el crecimiento acelerado de la población…

El planeta dejó de parecernos un manantial infinito y se nos reveló como un enfermo más o menos moribundo.

Por eso en las últimas décadas la comunidad científica ha puesto el ojo en el medio ambiente: asuntos como el calentamiento global o el uso de fuentes renovables de energía son atendidos urgentemente para buscar soluciones eficientes y menos contaminantes, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales (aunque todavía sin éxito rotundo), porque la amenaza de un colapso parece ser cada vez más real. Ya hace unos años, el versátil científico estadunidense Jared Diamond sugirió las razones básicas por las que las sociedades del pasado se extinguieron —interesante manual de instrucciones para construir el futuro—, y el factor común de todas ellas es el manejo incorrecto de los recursos naturales.

Quizás la humanidad no represente una amenaza seria para la longevidad de este planeta que tanto nos ha soportado durante 4 mil 500 millones de años, pero sí podemos ser un riesgo para nosotros mismos. Octavio Paz lo advirtió: “Nuestro irreflexivo culto al progreso y los avances mismos de nuestra lucha por dominar la naturaleza se han convertido en una carrera suicida. En el momento en el que comenzamos a descifrar los secretos de las galaxias y de las partículas atómicas, los enigmas de la biología molecular y los del origen de la vida, hemos herido en su centro a la naturaleza. Por esto, cualesquiera que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones, la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural. Defender a la naturaleza es defender a los hombres”. m

 

Para leer

:: Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, de Jared Diamond (Debate, 2006).

:: Primavera silenciosa, de Rachel Carson (Crítica, 2010).

:: La economía azul, de Gunter Pauli (Tusquets, 2011).

En la web

::¿Cuánto de los recursos naturales necesitamos realmente para subsistir?

Herramienta electrónica para calcular la huella ecológica.

::Conferencia People and Planet, del científico británico David Attenborough.


Lo que dicen las religiones

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Más allá de la cercanía supuesta de la fecha fatal, es una cuestión de interpretación que, para muchos, puede derivar en una toma de postura. Así, mientras algunos dejan pasar el tema, otros recurren a las profecías o a las religiones para comprender lo que sobrevendrá. Y las distintas tradiciones religiosas tienen, todas, un discurso al respecto.

¿El fin del mundo está cerca? Como todo lo que existe, esto tiene enormes posibilidades de acabar. Pero no es sencillo predecir la fecha, mucho menos la forma.

Los pregoneros hablan de señales: crisis financiera, huracanes, sismos, desbordamiento de ríos, destrucción total, guerras, hambres. Y, aunque es posible, estos datos hablan, más que del fin del mundo, de otras dos cosas: el comportamiento de la naturaleza, por un lado, y por otro, la acción humana sobre la misma naturaleza y respecto a nosotros mismos.

Más allá de la cercanía supuesta de la fecha fatal, es una cuestión de interpretación que, para muchos, puede derivar en una toma de postura. Así, mientras algunos dejan pasar el tema, otros recurren a las profecías o a las religiones para comprender lo que sobrevendrá. Las distintas tradiciones religiosas tienen un discurso al respecto: unas lo utilizan como el centro de su predicación, en tanto que otras prefieren mandarlo al silencio de los muertos.

Una visión sintética sobre el fin del mundo según las distintas tradiciones religiosas puede ser un balde de agua fría para quienes piensan que pronto se acabará la vida en esta tierra, pues en algunos casos no necesariamente piensan en el aniquilamiento.

 

Al estilo judío


El fin del mundo en el judaísmo está supeditado a las relaciones entre los seres humanos. Dios establece una Alianza con el hombre que, cuando se rompe, se expresa en la desolación. Al ideal de vivir a imagen y semejanza de Dios, el judaísmo lo llamó tiempo mesiánico, como lo plantea Isaías: “He aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva [...] El lobo y el cordero pacerán juntos...”.

En sentido estricto, el fin del mundo no es problema para el judaísmo, pues la promesa de Dios permanece: es abrirse a nuevas posibilidades de vivir el encuentro en clave mesiánica.

 

Las tradiciones mexicanas


En la mentalidad indígena, el concepto fin del mundo remite al cierre de un ciclo y a la apertura de otro. Esta idea surge de la observación de la naturaleza. El tiempo es, entonces, cuestión de posibilidades, de siembra y de cosecha. El fin del mundo es acabamiento de posibilidades, o cierre de ciclos representado por la cosecha de lo trabajado. Pero esta idea no está asociada con el cambio de conciencia sino con la clara conciencia de lo que se es y se vive; por eso, para la tradición náhuatl, lo central en el tiempo es “formar el rostro sabio y el corazón fuerte como la roca”, es decir, la inteligencia y la voluntad.

 

El Islam: día del juicio


El Corán comienza señalando que Alá es el Soberano del Día del Juicio, y el dispensador de todos los bienes. De modo que el fin del mundo es uno de los bienes que el hombre necesita de Dios.

El Día del Juicio, según la Sura 99, será “cuando la Tierra se sacuda por el gran terremoto, y expulse su carga —haciendo surgir a los muertos de sus tumbas—, y el hombre diga: ‘¿Qué le sucede?’. Ese día, la Tierra dará testimonio —atestiguando el bien y el mal que se hubiere cometido sobre ella. Lo hará por orden de su Señor. Entonces, los hombres acudirán en grupos [al lugar del juicio] para comparecer ante su Señor y conocer el resultado de sus obras. Quien haya realizado una obra de bien, por pequeña que fuere, verá su recompensa. Y quien haya realizado una mala obra, por pequeña que fuere, verá su castigo”.

En la tradición musulmana, el fin del mundo es algo real, es el momento de la distinción radical por las obras; algo que conviene al hombre que vive fiel a Dios.

 

Desde el cristianismo


La tradición cristiana habla del fin del mundo de diversas maneras; sin embargo, nada indica sobre su desenlace. El Apocalipsis no es sino un texto que muestra la victoria de los creyentes en Jesús, en un entorno conflictivo. Es un texto de esperanza.

El fin de los tiempos es la expectativa ante la venida de Jesús que inaugurará cielos nuevos y una tierra nueva. Se trata de esperar y trabajar, de forma comprometida y solidaria, por la construcción de un estado de cosas y relaciones distinto, que el Nuevo Testamento llama Reino de Dios.

Las propuestas para la sustentabilidad de Guadalajara

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Desde la oposición al gasto público orientado al auto, hasta las propuestas concretas —como el Plan Maestro de Movilidad no Motorizada—, los ciudadanos hemos demostrado nuestro compromiso por la ciudad.

 

Desde 2002 varios grupos de la sociedad civil se han movilizado para proponer proyectos y alternativas a los problemas de transporte y movilidad urbana en Guadalajara: la Agenda de Movilidad Urbana Sustentable en 2002, convocada por especialistas a través de un foro organizado en el iteso; el documento “Convertirnos en una ciudad sana, accesible e incluyente. Acciones para promover la movilidad sustentable en la Zona Metropolitana de Guadalajara”, elaborado por el Colectivo Ecologista Jalisco, en 2007; la oposición ciudadana a la construcción del puente atirantado Matute Remus; el congreso “Hacia ciudades libres de autos” –Carfree Cities– en septiembre de 2011.

Durante este tiempo hemos transitado por muchas luchas, acciones, propuestas y protestas con una misma demanda: una metrópoli sustentable sana, accesible e incluyente.

Desde la oposición al gasto público orientado al auto, hasta las propuestas concretas —como el Plan Maestro de Movilidad no Motorizada—, los ciudadanos hemos demostrado nuestro compromiso por la ciudad. En muchas ocasiones hemos sido incómodos para autoridades que aún operan conforme un paradigma de ciudad que privilegia al auto particular por encima de otras formas más sustentables de desplazamiento.

Sin embargo, creemos también en la corresponsabilidad en la construcción de políticas públicas, de leyes y acciones que construyan alternativas ambientalmente responsables, socialmente justas, económicamente viables y políticamente consensuadas.

De acuerdo con esta premisa, los grupos que integramos la Plataforma Metropolitana para la Sustentabilidad presentamos públicamente la primera parte de lo que denominamos “Agenda Ciudadana para la Movilidad Sustentable”, integrada por seis estrategias clave para que la Zona Metropolitana de Guadalajara pase del discurso en favor del peatón, la bici y el transporte público, a proyectos, políticas y presupuestos reales que nos ayuden a lograrlo:

• Garantizar la accesibilidad universal como un derecho social y un principio de hacer ciudad.

• Fortalecer el esquema de barrios de escala humana y de trayectos cortos para la articulación de la metrópoli.

• Frenar el crecimiento disperso de la mancha urbana.

• Priorizar el gasto público y la inversión en medios de movilidad sustentables.

• Desincentivar el uso del automóvil y garantizar la gestión de la demanda de tráfico.

• Garantizar mecanismos participativos proactivos y la consulta pública efectiva en los proyectos de ciudad.

A partir de un detallado análisis sobre las implicaciones que nuestras propuestas tendrían sobre la agenda pública, las políticas y los presupuestos que los gobiernos estatal y municipales ejecutarían, los grupos ciudadanos que apoyamos esta Declaración tomamos dos decisiones importantes: organizarnos en torno a la Plataforma para agrupar temas vinculados con la planificación y la gestión de la ciudad y, por otra parte, trabajar en la investigación, la documentación y la elaboración de alternativas para la metrópoli.

El texto de la agenda está integrado por dos grandes partes: 1) Diagnóstico, problematización y cuantificación de los problemas de movilidad urbana en el Área Metropolitana de Guadalajara y 2) Agenda de propuestas con indicadores, tiempos, actividades y responsables de su instrumentación.

Esta Agenda, a su vez, contempla tres documentos: uno dirigido a las autoridades municipales, otro para desarrollar una agenda legislativa, y un tercero para el próximo gobierno de Jalisco, con la intención de incorporar la Agenda a los planes de desarrollo de los municipios y del gobierno estatal. Nuestro objetivo es muy sencillo: asumir la parte que nos toca como ciudadanos en la construcción de políticas públicas incluyentes y con una visión de la sustentabilidad en la ciudad. m

 

Para seguir leyendo

Aquí puedes consultar la “Declaración de Guadalajara por la movilidad sustentable”.


El mensajero: Georges Adéagbo

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/foto:www.sintlukas.be

Los especialistas se refieren a las instalaciones de Adéagbo bien como poemas, como oráculos o como “constelaciones”. Su obra es tan caótica como los archivos que guardamos en la memoria, como esos sueños que nos revelan mucho de nosotros mismos al despertar.

 

Inspiración plástica y concentración mística. El africano Georges Adéagbo (Benín, 1942) niega ser artista, él es “un mensajero” designado para descifrar y descubrir el destino, la sustancia, los tiempos y las fuerzas físicas y metafísicas que componen un lugar, cosa, persona, iconografía, geografía, espacio e, incluso, nación o civilización. Arqueólogo siempre en busca de secretos mediante la instalación y un poco de adivinación, la sorpresa y un espíritu sencillo para iluminar y resaltar esos vínculos entre cada número, color, historia o tema con un solo destino, Adéagbo investiga el ritmo de las cosas y revela desde ellas la naturaleza y la forma de su contorno.

De proceso contemplativo, Adéagbo llega a un lugar específico y elegido por él, para desplegar por el suelo algún libro abierto señalando una página o un texto, recortes de periódicos, algo escrito en su muy particular francés, objetos encontrados en el entorno sin importar tamaño o utilidad (desde una piedra hasta botellas, basura, ropa, colillas de cigarros, boletos del transporte público y cuanto llame su atención), esculturas africanas encargadas con estrictas especificaciones a artesanos de su ciudad, Cotonú, con fin de representar en toda su obra sus raíces, orígenes y perspectivas —quizá su única constante—. Luego lo ordena todo a partir de un extraño método numerológico que lo lleva a encontrar relaciones, por ejemplo, entre su fecha de nacimiento y la fecha de muerte de Abraham Lincon, o entre el cumpleaños de su madre y la suma de la fundación de la Bienal de Venecia, o bien a partir de los colores de lo encontrado, o según los temas planeados con tal de esclarecer un fenómeno. “Yo camino, pienso, veo, paso, regreso, recojo los objetos que me atraen, voy a casa, leo cosas, hago notas, aprendo”: así ha descrito su proceso creativo.

Georges Adéagbo estudió Leyes en Cotonú (no es la capital de Benín, pero sí su ciudad más importante), donde todavía reside y trabaja. En 1968 viajó a Francia para seguir estudiando, pero regresó en 1971 por asuntos familiares. Vive en la pobreza, más por decisión que por necesidad, y, alejado de su comunidad (negó su herencia y no se encargó del negocio de su padre), ha permanecido aislado. Varias veces ha sido internado en clínicas mentales. En 1993 comenzó su primera instalación en casa: una inmensidad de cosas encontradas para demostrar que “el hombre existe entre el destino y el libre albedrío”. Un curador francés la descubrió durante una caminata turística por la ciudad (por si se duda del destino), capturó su rara sabiduría en fotografías y regresó a París para volver a Adéagbo famoso. Lo demás es una historia de reconocimientos que para el artista tiene poco interés: en 1999, por medio de una instalación, realizó una versión del león de Venecia para la bienal de esa ciudad, y obtuvo el Premio de Honor. Después lo buscaron las galerías de París, Nueva York y Londres, y su trabajo era ya una leyenda en la Documenta 11, en 2002.

Los especialistas se refieren a las instalaciones de Adéagbo bien como poemas, como oráculos o como “constelaciones”. Su obra es tan caótica como los archivos que guardamos en la memoria, como esos sueños que nos revelan mucho de nosotros mismos al despertar. Él toma dictado de lo que dicen las cosas tiradas, expuestas, creadas alrededor de un algo para definirlo. Recoge los detalles y forma relaciones basadas en teorías y métodos surrealistas; por eso sus obras resultan toda una revelación visual y reflexiva: ¿cómo es que alguien dice tanto con objetos? ¿Cómo es que nuestros objetos dicen tanto de nosotros? Un postre visual y reflexivo: Adéagbo siempre dice algo, desarrolla una hipótesis específica y, aunque suene extraño, normalmente logra desarrollarla e incluso ¿comprobarla? mediante sus objetos, como un serio ensayo visual.

Para Canibalismo, en la Bienal de São Paulo en 1998, descubrió mucho sobre las raíces negras que relacionan a dos continentes alejados. En Venecia distribuyó su pieza por toda la ciudad para explicar la influencia de África en una de las ciudades más bellas del mundo a partir de la imagen del león. “No recabo todo lo que encuentro, sólo recolecto lo que es parte de la historia de mi vida y de la historia del sitio con el que estoy trabajando”, escribió el africano que asegura que las leyes universales de la naturaleza gobiernan la vida de quien sea, donde sea. De ese misterio, de esa revelación escondida, él es sólo el mensajero, más que el creador. Quizá no haya labor más noble para un artista. m

Quince razones para que no se acabe el mundo

Nokia se instala en el ITESO

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Además del desarrollo de apps, se impulsarán proyectos de investigación en temas como salud, educación, medios de subsistencia y medio ambiente/foto:Luis Ponciano

El objetivo del Laboratorio de Aplicaciones Móviles, que se ubica en el tercer piso del Parque Tecnológico del ITESO, es convertirse en un espacio de referencia para los desarrolladores de aplicaciones móviles en el que se ofrezcan servicios de capacitación, incubación de negocios, asesoría en la prueba y certificaciones de aplicaciones, así como todo el soporte de red necesario.

 

Todo está listo para que los emprendedores, programadores y desarrolladores de Jalisco y de todo el país lleguen al Parque Tecnológico del ITESO, donde tendrán a la mano las herramientas, la capacitación, la infraestructura y el soporte necesarios para adentrarse en el mundo de las aplicaciones (apps)móviles. Todo esto gracias a la inauguración, el pasado 18 de octubre, del primer Laboratorio de Aplicaciones Móviles en América Latina, producto de la colaboración de la empresa multinacional finlandesa Nokia, el gobierno del estado de Jalisco y el ITESO.

La inauguración fue encabezada por el vicepresidente de Nokia para América Latina Norte, Francisco Lorenzo; el Rector del ITESO, Juan Luis Orozco, SJ; la directora de Economía Digital de la Secretaría de Economía (se), Elizabeth Argüello; el director del Consejo Estatal de Promoción Económica, Jorge Urdapilleta Núñez; Roberto Campainha, del Instituto Nokia de Tecnología (INDT), y Julio César Vega, representante de la Asociación Mexicana de Internet.

El objetivo del Laboratorio de Aplicaciones Móviles, que se ubica en el tercer piso del Parque Tecnológico del ITESO, es convertirse en un espacio de referencia para los desarrolladores de aplicaciones móviles en el que se ofrezcan servicios de capacitación, incubación de negocios, asesoría en la prueba y certificaciones de aplicaciones, así como todo el soporte de red necesario para el desarrollo de soluciones móviles en las plataformas Nokia y Windows Phone. Además, se impulsarán proyectos de investigación en temas como salud, educación, medios de subsistencia y medio ambiente. Para ello, informó el Rector del ITESO, se ofrecerán 100 becas de capacitación para programadores y desarrolladores (público en general, estudiantes y académicos), y diez más para que emprendedores puedan realizar su plan de negocios.

El Laboratorio de Aplicaciones Móviles es el prototipo para que Nokia y su filial en Brasil, INDT —quien coordina la capacitación y la asesoría—, repliquen la experiencia en países como Colombia y Chile, lo que, a decir de Francisco Lorenzo, podría concretarse en 2013. “No puedo pensar en un mejor lugar que una universidad para desarrollar tecnologías móviles, además ubicada en un estado como Jalisco, que es punta de lanza para efectos de software y tecnología […] Tenemos confianza de que este Laboratorio de Aplicaciones Móviles, la primera incubadora en México para emprendedores de aplicaciones móviles, no sólo será un impulso importante para la economía de este sector, sino que también intensificará la demanda y la masificación de teléfonos móviles en México que tienen capacidad de navegación en internet, y el proceso de reducir la brecha digital”, indicó el represente de Nokia.

Para ejemplificar la importancia que tendrá el laboratorio en el contexto mundial, Lorenzo destacó el boom de los teléfonos celulares inteligentes y el crecimiento “exponencial” que ha tenido el sector de las aplicaciones móviles. Entre 2007 y 2011, informó, se han generado más de 466 mil empleos relacionados con temas de aplicaciones móviles, y solamente en 2011 esta economía produjo ingresos por más de 20 mil millones de dólares. Aclaró, además, que la elección de Jalisco para la instalación del laboratorio “no es una coincidencia”, al destacar la posición líder de este estado en temas relacionados con la tecnología y la innovación, la inversión que se genera, y el hecho de que es “casa” de destacadas compañías en el sector y que fue elegida como sede de la Ciudad Creativa Digital.

En su mensaje, el Rector destacó el crecimiento y la importancia que ha tenido la tecnología móvil en el mundo y la trascendencia del laboratorio en el logro de mayor desarrollo social y en la reducción de la brecha digital existente, en especial gracias a los proyecto de investigación que se desarrollarán.

“Esta iniciativa de Nokia en asociación con una Universidad es la primera en América Latina, y los aprendizajes aquí generados servirán de modelo para las que continúen en México y otros países. Este proyecto de alcance internacional es una realidad gracias a los recursos económicos, conocimiento y esfuerzos aportados por Nokia de México, indt —con sede en Brasil—, la Secretaría de Promoción Económica del estado de Jalisco y el propio ITESO, y contribuirá, sin duda, al mejoramiento social a través del desarrollo tecnológico y de la innovación”, abundó el Rector de esta universidad.

Para la puesta en marcha y operación del proyecto, Nokia/INDT aportará 2 millones 312 mil pesos, mientras que el ITESO entregará 1 millón 500 mil pesos, procedentes de la Secretaría de Promoción Económica, más otros 303 mil pesos destinados a gastos operativos. m

 

El sector en números

40.6 millones de internautas en México, al cierre de 2011.

46 mil millones de pesos en comercio electrónico en México; la quinta parte de lo que se hace en Brasil.

15 millones de mexicanos realizan comercio electrónico.

97.6 millones de líneas de teléfono celular en el país, de los cuales 12.5 millones son de teléfonos inteligentes.

150 empresas en Jalisco están dedicadas al desarrollo de software.

4,500 programadores empleados en esas empresas o laborando de manera independiente.

466 mil empleos relacionados con temas de aplicaciones móviles en el mundo se generaron entre 2007 y 2011.

20 mil millones de dólares en la escala mundial fueron los ingresos generados durante 2011 por el sector de las aplicaciones móviles.

115 mil estudiantes se gradúan cada año en México de carreras afines a tecnologías e ingeniería.

 

Fuente: Asociación Mexicana de Internet y Nokia.

Internet a la velocidad de la luz

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Harald Haas, profesor de la Universidad de Edimburgo, trabaja en lo que ha tenido a bien llamar tecnología Li-Fi (Light Fidelity), una nueva manera de transmisión de datos que podría sustituir, o por lo menos complementar, a la cada vez más extendida Wi-Fi.

 

Está usted en el aeropuerto. Al tiempo que aguarda su turno para abordar, también espera un correo electrónico importante que definirá el rumbo de su empresa. Está usted en el aeropuerto porque debe realizar un viaje muy largo, y la espera es angustiosa porque debe dar respuesta a ese correo inmediatamente, y sabe que, una vez que suba al avión, deberá desactivar las antenas de su dispositivo móvil para que no interfieran con las de la aeronave… Eso, por lo menos, hasta ahora.

Harald Haas, profesor de la Universidad de Edimburgo, trabaja en lo que ha tenido a bien llamar tecnología Li-Fi (Light Fidelity), una nueva manera de transmisión de datos que podría sustituir, o por lo menos complementar, a la cada vez más extendida Wi-Fi. Para explicar cómo funciona, Haas parte de la premisa de que “las comunicaciones inalámbricas se han vuelto un servicio público, como la electricidad o el agua”. Sin embargo, añade, hay cuatro problemas en la manera en que se transmiten los datos en la actualidad: “Transmitimos datos inalámbricos mediante ondas electromagnéticas, ondas de radio, pero éstas son limitadas, caras y sólo tenemos cierto espectro disponible; las torres de transmisión celular consumen demasiada energía, que se usa principalmente para enfriar los aparatos; al usar las ondas de radio, es necesario apagar los celulares en vuelos, en hospitales, lo que merma la disponibilidad; y hay un problema de seguridad: las ondas radiales pueden ser interceptadas”.

¿Cómo resolver esto? Según Haas, reemplazando los cerca de 14 mil millones de focos incandescentes que hay en el mundo por luces LED. El académico explica que la luz forma parte del espectro electromagnético y, por ende, puede transmitir datos sin necesidad de usar las ondas de radio, además de que tiene mayor capacidad de transmisión. Para ello, añade, basta con incluir un pequeño microchip en las lámparas LED y un dispositivo receptor en los dispositivos móviles. De este modo, habría 14 mil millones de unidades para transmitir datos, que resolverían los problemas de capacidad, energía, disponibilidad y seguridad —“la luz no puede atravesar una pared, entonces nadie puede interceptar esos datos”, afirma Haas.

Las aplicaciones son muchas: puede usarse para transmitir datos debajo del agua (lo que para Wi-Fi es imposible), en plantas petroquímicas, en hospitales, en aviones, en las calles. “Cada lámpara puede ser un punto de acceso gratuito”, dice Harold Haas, para quien la tecnología Li-Fi puede propiciar un “futuro limpio, ecológico e incluso más brillante”. Por lo pronto, ya tiene listo el prototipo. m

 

Philip K. Dick: El arte de la paranoia

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/foto:AFP

En el caso de Philip K. Dick, autor de la novela El hombre en el castillo, la paranoia llegó a ser materia prima de una forma suprema del arte literario.

 

Es historia sabida: luego de ganar la guerra en 1947, los nazis y los japoneses se dividieron el mundo. De lo que fue Estados Unidos, la costa oeste quedó para los segundos; la este para el Reich alemán, y al centro una franja de indefinición dejada a su suerte. En Europa prosperó, como estaba previsto, el proceso supremacista puesto en marcha por Hitler y los científicos del exterminio, y las poblaciones eslavas fueron arrinconadas en el corazón de Asia; ya que Ucrania funcionó óptimamente como el granero del mundo, lo siguiente fue desecar el Mediterráneo y convertirlo en campos de labranza, gracias al uso agrícola de la energía atómica, que también sirvió para propulsar la conquista del espacio: alcanzada la Luna, a mediados de los años cincuenta, lo lógico fue que una nave alemana se posara en la superficie de Marte con el fin de colonizar. Una reedición de la “solución final” se puso en marcha en África y consiguió sus objetivos en menos de quince años. El emperador japonés nunca renunció a su divinidad, el primer Führer pasó a retiro poco antes de convalecer en un sanatorio y morir tranquilamente —si bien aquejado por una imprecisa senilidad derivada de una sífilis—, y aunque sus sucesores demostraron ser tan incompetentes como mezquinos (especialmente Goebbels y Goering, disputándose el poder a ladridos tras la muerte del Reichskanzler Bormann), ya después de 1960 nada había que amenazara el nuevo orden, ni siquiera las tensiones crecientes (la “guerra fría”) entre Alemania y Japón.

Hacia 1962 comenzó a circular clandestinamente un libro que pronto ganó notoriedad, quizá por lo descabellado de su propósito. Su título: La langosta se ha posado. Firmado por Howard Abendsen, un misterioso autor de ficción que vivía prácticamente atrincherado en Wyoming, uno de los pedazos que quedaron de lo que fue Estados Unidos, ese libro contaba que la guerra en realidad concluyó antes, cuando los estadunidenses derrotaron a los japoneses —antes de que éstos llegaran a atacar Pearl Harbor—; que los italianos se unieron a los Aliados cerca del final y que Berlín capituló ante los británicos, que previamente habían liberado Stalingrado del asedio alemán. Una fantasía, en todo caso: tan ridícula como pensar que hubieran sido los rusos los primeros en llegar a Berlín —¡por no hablar de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki!

¿Algo está fuera de lugar en este resumen de la historia reciente? Eso parece, y que lo afirmemos se debe al acuerdo inquebrantable que sostenemos con una versión de la realidad que acaso no tenga más sustento que el consenso: todos sabemos que no fue así. Ni tampoco del modo en que lo imaginó Abendsen (a fin de cuentas un escritor imaginario): nazis y japoneses perdieron, los Aliados ganaron, la bandera soviética ondeó triunfal sobre las ruinas del Reich, etcétera. ¿Estamos seguros? Dudarlo puede ser un exceso de paranoia. Ahora bien: en el caso de Philip K. Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, California, 1982), autor de la novela El hombre en el castillo (y creador, por tanto, de Abendsen, el novelista que supone ahí, en un libro dentro de otro libro, un mundo improbable pero muy parecido a lo que admitimos como realidad), la paranoia llegó a ser materia prima de una forma suprema del arte literario. “Los dos temas que me despiertan fascinación”, escribió para una conferencia que dictaría (y canceló) poco antes de su muerte, “son ‘¿Qué es la realidad? y ‘¿Qué constituye al auténtico ser humano?’”. Nada menos.

En pos de responderse esas preguntas, desde joven Dick se dedicó exclusivamente a escribir, enfrentado siempre a la adversidad económica al tiempo que su personalidad se deslizaba por un interminable tobogán de delirio: a raíz de una revelación, aseguraba que era un habitante de Judea, en el Imperio Romano del año 50 d. C., llegado quién sabe cómo al siglo XX (y que lo acosaban la KGB, el FBI y los extraterrestres). Publicó más de 100 cuentos y más de 30 novelas, una de las cuales dio pie a la película que más contribuyó a su celebridad: Blade Runner (basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?). Y El hombre en el castillo es considerada la pieza central de una obra que suele ubicarse en los estantes de la ciencia ficción, pero que desafía las clasificaciones al ocurrir en territorios absolutamente inusitados para la imaginación literaria. “La realidad es lo que no se esfuma cuando dejas de creer en ello”, llegó al fin a responderse Dick en 1972. Y también se dijo: “Si me fuerzo a ser racional y razonable, y todas esas cosas buenas, debo admitir que la existencia de Disneylandia (que yo sé que es real) prueba que no vivimos en Judea, en el año 50 d. C.”. Tal vez eso mismo sirva para confiar en que no vivimos en un mundo donde triunfó el nazismo. m

 

Algunos libros de Philip K. Dick

:: Valis (Minotauro, 2007)

::El hombre en el castillo (Minotauro, 2008)

:: Cuentos completos (Minotauro, 2011, cinco volúmenes)

:: Ubik (Minotauro, 2011)


Palenque: entre el glamour turístico y la marginación rural

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Mayo, representante del Movimiento Progresista, ganó la alcaldía de Palenque, Chiapas/foto:Luis Ponciano

El municipio, sede de una de las zonas arqueológicas más famosas del planeta, será gobernado los próximos tres años por Marcos Mayo, egresado de Derecho del ITESO y quien afirma que uno de sus retos es lograr conciliar los intereses de los campesinos y de los empresarios.

 

Marcos Mayo se suele levantar todos los días a las cinco de la mañana.

Es relativamente fácil intuirlo después de hablar unos minutos con él y escuchar cuando describe los numerosos proyectos en los que ha estado involucrado durante la última década. Se necesita estar bien despierto muchas horas. El último de estos proyectos lo metió de lleno a la política, concretamente a competir este año por la presidencia municipal de su natal Palenque, en Chiapas, como parte del Movimiento Progresista. Y la ganó.

Indígena chol, soltero, de 34 años y sonrisa fácil —excepto cuando habla de la larga lista de problemas que arrastra Palenque, el municipio donde nació—, Mayo es egresado de Derecho del ITESO (2001-2005) gracias a una beca que le otorgó la Compañía de Jesús. A finales de agosto estuvo de visita en su alma mater, aprovechando un viaje a Guadalajara para participar en un seminario sobre políticas públicas. Caminó por los pasillos del campus, saludó a viejos conocidos y se reunió con Juan Luis Orozco, SJ, Rector de la Universidad, a quien le planteó la posibilidad de establecer un convenio de colaboración Palenque-ITESO. “Queremos mejorar la imagen urbana del municipio y ver si nos pueden apoyar. Palenque no tiene nada, es un pueblo fantasma. El turista ni siquiera entra, se queda en el hotel”, compartió Mayo, quien es consciente de la enorme riqueza del lugar donde nació, pero también del indigno rezago que experimentan sus habitantes.

Palenque es México en estado puro. Su zona arqueológica es Patrimonio de la Humanidad y recibe anualmente a casi un millón de visitantes procedentes de todo el mundo. Alrededor de esa derrama económica, la miseria, la marginación, la falta de escuelas y hospitales debidamente equipados, las violentas disputas caciquiles y la desconfianza mutua entre el empresariado mestizo y las comunidades indígenas dan paso a la indeseable existencia de dos Palenques: “El de los campesinos y el de los empresarios. Llego a un escenario muy complejo e intento incluir a los empresarios para que colaboren en el gobierno. Es una batalla difícil”, refiere Mayo, quien añade que la capacidad para lograr esta mediación viene de su formación académica, tanto en el ITESO como en la Ibero León, donde estudió la maestría en Derecho. “Nuestro trabajo siempre va pensando en la persona humana, no estamos pensando en un proyecto personal”.

Mayo piensa a 30 años: visualiza una universidad en Palenque, bibliotecas profesionales, más centros culturales y espacios recreativos, la tecnificación, el mejoramiento genético de la ganadería, la llegada de inversiones responsables en el campo y en el sector turístico. “Tres años son poco: debemos planear a largo plazo, tener continuidad, que el ciudadano pueda refrendar al alcalde”. m

Notario

Un testigo del inicio de Ingeniería Química

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El ingeniero Murguía fue de los primeros profesores de la Universidad./foto:Álex Riveros

Hace 55 años nació el ITESO. Y acompañando esos primeros pasos estuvo don José Luis Murguía González, quien formó parte del equipo que, encabezado por el padre Pérez Becerra, vio nacer la carrera de Ingeniería Química

 

En la vida hay experiencias que, sin importar si son largas o cortas, dejan marcas que duran para siempre. Eso se puede decir de la relación de don José Luis Murguía (Guadalajara, 1923) con el ITESO: aunque fue de apenas unos años, la huella que dejó en ambos ha resistido el paso del tiempo. Y no es para menos: él fue testigo de los primeros pasos de esta universidad, que acaba de cumplir 55 años, pues formó parte de la primera plantilla de profesores de la carrera de Ingeniería Química.

La relación entre el ingeniero Murguía y el ITESO comenzó incluso antes de que éste se fundara, pues realizó sus estudios en el entonces Instituto San José, hoy conocido como Instituto de Ciencias. Desde entonces, cuenta, se sintió ligado a los jesuitas. Por eso aceptó la invitación del padre Ignacio Pérez Becerra para, al tiempo que estudiaba la carrera, dar clases en la naciente Universidad Autónoma de Guadalajara. Ahí ejerció la docencia gratis durante quince años —“para mí era importante porque me permitía prepararme y seguir actualizándome”, dice—, hasta que le llegó la invitación del padre Pérez Becerra para sumarse a un nuevo proyecto.

Y llegó al ITESO cuando sus oficinas estaban en la calle de Liceo. El inicio, recuerda, no fue fácil. Pero eran más las ganas de enseñar y se convirtió en maestro de Matemáticas, Cálculo y Química Orgánica. En su estudio, donde están los retratos de sus doce hijos —todos egresados del ITESO—, todavía reposa en el librero el volumen de Fieser y Fieser, que usaba en el aula. “Lo que a uno le gusta es lo que se enseña mejor”, afirma quien gustaba de dar clases de regularización en matemáticas a sus compañeros más atrasados.

A pesar de que disfrutaba mucho dar clases, llegó el momento de elegir. Y decidió ejercer. “Las clases me hacían descuidar mi vida profesional, que era la que me daba de comer, porque también en el
iteso daba clases sin cobrar”. Así, luego de cerca de 20 años en las aulas, dejó la docencia y dio continuidad a una trayectoria que había comenzado años atrás en la empresa Nacional Textil Manufacturera, con sede en El Salto, y que terminó en 2002, cuando cerraron Crazy Horse, una maquiladora que dirigía junto con uno de sus hijos.

Una de las cosas que más lo marcaron de su estancia con los jesuitas es que “todos los maestros buscaban el talento de cada uno, ver la parte humana de las cosas. Lo más importante era la formación como personas”. A la vuelta de los años, don José Luis Murguía dice sentir orgullo al ver que las dos universidades que ayudó a echar a andar “han crecido mucho y han formado tanta gente de bien”. m

Trabajar sin patrones: el futuro en nuestras propias manos

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La cooperativa Cuzcachapa se constituyó como desde 1966 en Chalchuapa, El Salvador. Es una sociedad de responsabilidad limitada dedicada a la producción de café formada originalmente por 28 socios, que en la actualidad cuenta con más de 1,200 socios, en su mayor parte pequeños productores. Actualmente es una de las principales productoras de café gourmet que se exporta a Estados Unidos y Japón. Esta serie fotográfica, de Dennis Tang, retrata distintos aspectos de su trabajo de producción./foto:Dennis Tang

Con valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la horizontalidad, las cooperativas están emergiendo en el mundo como alternativa viable ante una marcada decadencia capitalista. Hoy están asociados a este modelo más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.

 

Imagine empresas formadas por personas que se han agrupado por afinidad para producir determinados productos, ofrecer servicios o simplemente para consumir, unidas de manera horizontal conforme a valores como la solidaridad y la autogestión; donde todos ganan lo mismo ­­—o, cuando menos, la diferencia entre sus ingresos es mínima—; las decisiones son tomadas de forma democrática; todos son socios y cada uno valora su trabajo, no sólo por un fuerte sentido de pertenencia sino también porque saben de su impacto en el desarrollo de su comunidad. Ésta no es una visión utópica. Así es como hoy están asociados más de 800 millones de habitantes de nuestro planeta, según datos de la Alianza Cooperativa Internacional.

Aunque existen desde hace siglos, las cooperativas han comenzado a cobrar una importancia singular hoy en día, cuando el capitalismo vive una de sus crisis más graves: en Estados Unidos —el país más rico del planeta—, 1% de la población acumula la sexta parte del Producto Interno Bruto (PIB), según revela un estudio de la Universidad de Berkeley y de la Paris School of Economics; en México, hasta 2008, el 10% más rico de la población acumulaba 41.3% del ingreso, mientras que el decil más pobre apenas obtuvo 1.2%, según una investigación del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.

En este contexto, el cooperativismo se está erigiendo como una alternativa de trabajo y de vida para muchas personas. Aunque muchas cooperativas no viven al margen del mercado capitalista sino que interactúan con él, sí constituyen experiencias de organización interna diferentes a las de las sociedades anónimas.

Guillermo Díaz, académico del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS) del ITESO, asegura que no sólo las cooperativas están cobrando relevancia en el mundo, sino también las llamadas “economías solidarias” —“dentro de las cuales el cooperativismo es sólo una expresión”—, junto con otras expresiones de organización solidaria como las mutualistas o el trueque.

Existen varios tipos de cooperativas, de producción de bienes y servicios, de consumo, mutuales de servicios a socios, así como de apoyos en caso de enfermedad o muerte de un socio, y las de ahorro, como las cajas populares. Aunque Díaz dice, con el entusiasmo de quien ha dedicado mucho tiempo a estudiar estas formas de organización económica, que en el caso de México se incluyen otras formas de cooperativismo, como las organizaciones campesinas indígenas, algunos ejidos colectivizados y organizaciones de segundo nivel como las uniones de ejidos.

Victoria obrera, éxito cooperativo

“En nuestro caso, convertirnos en cooperativa fue una necesidad, más que una convicción. Era eso o morir”, confiesa Jesús Torres Nuño, presidente del Consejo de Administración de la cooperativa Trabajadores Democráticos de Occidente (Tradoc), fundada en 2005 cuando los trabajadores de la planta de Euzkadi ganaron una huelga de más de tres años a la trasnacional alemana Continental —la cuarta empresa productora de llantas en el mundo— y recibieron como pago la fábrica.

Los trabajadores sindicalizados decidieron en asamblea que su organización se convertiría en cooperativa para poder reactivar la planta, ahora operada y administrada por ellos mismos.

“La verdad, nadie conocía el tema de la cooperativa, pero entendíamos que no podíamos por ningún concepto asumir bienes o activos de los empresa conforme la figura de sindicato”, recuerda Torres Nuño. “Buscábamos la forma de organización a futuro y decidimos que una cooperativa podía heredar los principios y valores del sindicato, como la democracia y la solidaridad, y asumir los activos de la empresa, que son superiores en este momento a 100 millones de dólares”. Hoy la compañía se llama Corporación de Occidente.

Torres Nuño relata que Tradoc buscó establecer un modelo “lo más igualitario posible sin caer en algo que fue venenoso en los países burocratizados, como Cuba”. Es decir, un modelo que no compensa mejor a los socios que trabajan más o que tienen mayor responsabilidad. “Entendíamos que debíamos competir contra los verdaderos tiburones de la industria”, comenta.

Los socios no reciben salarios sino “adelantos de rendimiento”, cuya distribución se rige por un tabulador. “Es muy importante la equidad en el trabajo: los que tienen mayor grado de responsabilidad o mayor carga de trabajo ganan un poco más, pero es a todos los niveles”, asegura Torres Nuño. En promedio, los adelantos de rendimiento más altos rondan los 20 mil pesos, y los más bajos, alrededor de 15 mil. A diferencia de las grandes sociedades anónimas, en Tradoc los directores “no ganan cientos de miles de pesos al mes”.

Algunos años después de su creación, la cooperativa tomó otra decisión particular. En 2008 firmó una alianza con la estadunidense Cooper Tire, que pasó a ser accionista de la empresa, aunque la mayor parte de las acciones aún pertenecen a la cooperativa. Torres Nuño relata que para llegar a ese acuerdo “hubo una fuerte discusión en la cooperativa. Había compañeros que disintieron con nosotros”. Sin embargo, el grueso de los socios entendió la necesidad de alcanzar el convenio con la trasnacional para enfrentar la competencia internacional. “Los resultados son impresionantes. En cuatro años de alianza se revirtieron los estados de pérdida de la empresa […] se han hecho inversiones importantes, se reconvirtió la fábrica, casi 60 por ciento ahora son máquinas de alta tecnología y ahora competimos contra los grandes llanteros”. De los casi 20 millones de llantas que produjo la industria mexicana en 2011, cerca de cuatro millones salieron de la planta de El Salto. Otro dato: en 2005 había 580 cooperativistas en Tradoc; actualmente son mil 20.

Y en el marco del acuerdo con Cooper, Tradoc ha mantenido su autonomía: “La alianza funciona por el principio del respeto como socios. Como gringos dicen: ‘business are business’; ellos se llevan sus llantas baratas y han respetado la vida interna de la cooperativa”.

Los cooperativistas han mantenido vivo el valor de la solidaridad apoyando diferentes luchas obreras. Cada semana destinan una parte de sus adelantos de rendimiento para apoyar la lucha minera en Cananea, a los trabajadores despedidos de una vidriera en San Luis Potosí, a los asalariados del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) o al Sindicato de Trabajadores Unidos de Honda de México. Además, lanzaron recientemente la Gaceta Obrera, un periódico de la clase trabajadora donde los asalariados expresan sus opiniones sobre diferentes temas laborales.

 

Las bebidas cooperativistas

Un ejemplo de solidaridad se puede encontrar en la relación entre Tradoc y la Cooperativa Pascual (que elabora los refrescos Boing), pues los trabajadores de la firma refresquera vivieron un conflicto laboral a comienzos de los años ochenta y recibieron apoyos de los llanteros; después, Pascual ayudó a los obreros de Euzkadi en su huelga.

Salvador Torres, presidente del Consejo de Administración de la empresa refresquera, relata su experiencia: “Pascual, como cooperativa, tiene 25 años de haberse conformado, después de un proceso de huelga en que el capitalista negaba prestaciones y derechos fundamentales a los trabajadores”. Estos obreros también ganaron su batalla legal y se remataron los bienes de la empresa a favor de los trabajadores. “En 1985 se comienza a trabajar como sociedad cooperativa, con mil 500 socios. Hoy cubrimos el mercado nacional, tenemos alza en la producción y alrededor de 5 mil trabajadores”, relata Torres.

“En Pascual, las decisiones son colectivas, por asamblea, sobre todo cuando se trata de formar o nombrar a los representantes de la cooperativa”. Además, hay un rol con cambios constantes para que los trabajadores puedan acceder a puestos de administración y de dirección de la empresa.

Para Salvador Torres, el éxito que ha tenido Pascual también se observa en su crecimiento tecnológico. “Tenemos dos plantas modernas de producción en Hidalgo y en Querétaro, donde se concentra toda la fruta que se compra. Somos clientes consumidores de frutas de todo el país”.

 

Horizontalidad editorial

Las experiencias exitosas no se limitan al ramo industrial; también llegan a proyectos más pequeños y a sectores tan diversos como el editorial. A finales de los noventa, Vivian Abenshushan y Luigi Amara, un matrimonio con experiencia en la edición de revistas, vio con desencanto cómo “el proceso de globalización y acumulación de capital se había trasladado al mundo de los libros”. Los grandes grupos editoriales absorbían a los negocios independientes. Así, no sólo se desató una homogeneización de los negocios sino también de propuestas editoriales basadas en el mero lucro: homogeneidad de géneros y la instauración en las librerías de reglas comerciales “como de supermercado”. Si después de dos meses un libro no logra las ventas esperadas por la cadena comercial, se retira de los estantes o es devuelto a la editorial. “Como un salchichón”, dice con rabia Vivian. Así nació la idea de lo que hoy se conoce como Tumbona Ediciones.

Segura de sus palabras, Abenshushan recuerda que ella y su esposo visitaron Argentina en los tiempos posteriores a la crisis económica de 2001 y observaron el florecimiento de editoriales independientes, que surgieron precisamente a partir de la debacle del modelo neoliberal en ese país. Tiempo después, en 2005, fundaron Tumbona Ediciones como una editorial cooperativa.

“Queríamos explorar la horizontalidad, es decir, compartir decisiones y responsabilidades
democráticamente sin una jerarquía vertical”, explica Abenshushan. La idea era que los autores se fueran incorporando al proyecto como cooperativistas, porque no se requerían grandes inversiones para lanzar la editorial —apenas 10 mil pesos— y “porque nos habían dicho que como cooperativa habría beneficios fiscales y estímulos, que no han sido muy evidentes”.

El trabajo en la editorial está organizado de manera flexible. Hoy son seis socios que trabajan desde su casa, se reúnen una vez a la semana para tomar decisiones y repartir responsabilidades. “Los libros que llegan se discuten entre todos. Es decir, uno o dos editores lo leen y luego se hace un planteamiento en una reunión”, relata. En los primeros años no hubo reparto de ingresos económicos entre los socios, pero ya hacen un pago de “sueldos simbólicos”.

Tumbona es una editorial que no ha querido crecer, porque entonces la lógica de producción cambiaría. “Lo intentamos durante un año y la dinámica de la producción a gran escala, más industrial, le quitaba parte de su sentido y teníamos que trabajar más”, relata. “Nos gusta esta pequeña economía manejable. Por eso se llama Tumbona Ediciones, el eslogan es el derecho universal a la pereza, tomado de un libro de Paul Lafargue, el yerno de Marx”.

La cooperativa ha publicado 60 títulos.

 

Las experiencias en el mundo

Mientras en México las cooperativas aún se abren camino, en la escala global sobran los casos de éxito. Guillermo Díaz cita a Mondragón, una cooperativa que surgió en 1956 como iniciativa industrial en la ciudad del mismo nombre de Guipúzcoa, en el País Vasco. “Dentro de España funciona como cooperativa y fuera se presenta como un grupo más privado que social. Es el noveno grupo español. Está compitiendo en ventas e ingresos con los grandes grupos de España, como los del sector de energías”.

Corporación Mondragón actúa en cuatro ámbitos: financiero, industrial, distribución y conocimiento. En 2011 estaba conformado por más de un centenar de cooperativas de trabajo y producción, contaba con 83 mil 569 empleados, obtuvo ingresos totales por 14 mil 832 millones de euros y el valor de sus activos llegó a 32 mil 454 millones de euros —El Corte Inglés facturó 15 mil 778 millones de euros ese mismo año.

La corporación tiene un fuerte arraigo en la parte educativa. De hecho, surgió a partir de la inspiración de un sacerdote, Juan María Arizmendiarreta, quien en 1946 fundó en Mondragón una escuela profesional, y cinco de sus egresados conformaron en 1956 la primera cooperativa del grupo, dedicada a la fabricación de cocinas y estufas. Más adelante fundaron más cooperativas de producción, de crédito y un banco de cooperación. De esta manera, han conformado una red de apoyo mutuo, donde las ramas financieras apoyan a los proyectos industriales y de distribución; en el medio operan sus proyectos de formación y capacitación, dotando a los demás sectores del personal necesario para sostener las operaciones de la corporación.

Además de centros de enseñanza de nivel secundario, Mondragón cuenta con varios recintos de educación técnica, una escuela de negocios y la Universidad Mondragón, con cerca de nueve mil alumnos.

En Argentina, después de la crisis de 2001 cerraron muchas empresas, lo que incrementó las tasas de desempleo y desencadenó uno de los mayores movimientos de protesta popular de los últimos años en el mundo. En ese marco, cientos de trabajadores desocupados decidieron asumir el destino en sus propias manos, recuperando fábricas y empresas cerradas para volver a ponerlas a operar conforme la figura de cooperativas, englobadas en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. (En la edición de 426 de MAGIS, publicamos un foto-reportaje sobre una de estas experiencias.)

Hasta ahora suman cerca de 200 las empresas reabiertas por los trabajadores, que se rigen por los principios de la autogestión, apoyo mutuo y horizontalidad en la toma de decisiones. Además de demostrar el poder de los empleados para levantar por sí mismos fábricas quebradas por los capitalistas, este movimiento está evidenciando el poder que tiene la solidaridad con las comunidades, ya que los trabajadores han contado con el apoyo de asociaciones barriales, de piqueteros y otras organizaciones sociales.

 

¿Transición, sustitución o reforma?

Pese al éxito de las cooperativas frente a la crisis que vive el capitalismo, los especialistas no ven con claridad que este modelo pueda constituir una alternativa definitiva. Jesús Torres Nuño, de Tradoc, dice: “Las cooperativas son una oportunidad para los trabajadores ante los cierres de empresas, pero mi opinión es que el cooperativismo no es la panacea. Por ejemplo, Hugo Chávez dice que Venezuela es el país con más cooperativas, pero no es este modelo de cooperativismo de Estado lo que representa la alternativa”.

Guillermo Díaz observa que en torno al cooperativismo hay una diversidad de tendencias: “Ciertos sectores ven que deben ser antisistémicos y una alternativa radical sustitutiva de la economía capitalista. Otras tendencias ven que son de transición, se les considera como formas no capitalistas, mas no anticapitalistas porque sí son capaces de establecer algún nexo con el mercado. La tercera tendencia es la que dice que el capitalismo debe tener un rostro más humano”.

Díaz no considera a Tradoc y a Pascual como experiencias de economías de transición. “Las cooperativas están llamadas a una sustitución muy radical y al mismo tiempo muy compleja y muy bella por su propia utopía, porque con ellas rompes con la esfera estrictamente de la economía para pasar a esferas más amplias como la social, la ecológica, de género o territorial”.

En este momento hay en el mundo cerca de 800 millones de socios cooperativos y unos 100 millones de trabajadores relacionándose en formas alternativas de producción, distribución, ahorro o consumo.

Ellos hacen realidad esa “bella utopía”. m

De la letra impresa al byte: ¿Internet está reprogramando nuestro cerebro?

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El arribo de las nuevas tecnologías vino a modificar las maneras de consumir información./foto:Flickr / TheNextWeb

Una queja recurrente se escucha en empresas, colegios y universidades: los jóvenes nacidos en la era de internet son incapaces de leer un simple texto y comprenderlo. Este reportaje indaga en los efectos de las nuevas tecnologías sobre nuestro hábitos de aprendizaje y en los retos educativos que nos presentan un horizonte de información ilimitada.

 

“Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google”, escribió Camilo Jiménez (Medellín, 1969), editor, periodista y, ahora, ex profesor universitario. Con estas palabras, publicadas el 7 de diciembre de 2011, su blog El Ojo en la Paja anunciaba su decisión: “¿Por qué dejo mi cátedra en la Universidad?”.

Cuenta que eran 30 estudiantes de Comunicación Social de tercer a octavo semestres. Ninguno pudo escribir un párrafo sin errores. Ortografía, concordancia, sintaxis: utopías. Simplemente no pudieron. “No debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad”: es el lamento de un profesor que se recrimina y, fatigado, depone las armas. Renuncia.

En 2002, cuando Camilo comenzó a impartir clases, todavía era posible que un alumno hiciera una síntesis. A regañadientes, pero salía. Diez meses después de publicar su post, lo entrevisté en la ciudad de México, en donde funge como relator del Segundo Encuentro de Nuevos Cronistas de Indias, organizado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), entre el 10 y el 12 de octubre de 2012.

No ha vuelto a dar clases.

“Luego de mi carta de renuncia, recibí más de 600 cartas y comunicaciones de todo tipo, de todos los países de América Latina, casi sin excepción, y no exagero si digo que 90 por ciento expresaba la misma desazón. Profesores de periodismo, ciencias humanas, incluso de educación básica y media y de posgrado. Padres de familia, amas de casa…”.

Su perspectiva no es optimista. En un foro del Encuentro de la FNPI que reúne a algunos de los más grandes cronistas y periodistas de la lengua española, contó a 20 jóvenes sentados en la primera fila: catorce estaban chateando en su smartphone. Sólo dos tomaban nota con el aparato. Sólo dos, recalca.

En su retirada, hace casi un año, Camilo intuyó: “Algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los veinte años o menos”.

No se equivocó. Sí, algo está pasando. Nuestro mapa mental se reconfigura. Es una sensación que todos, en alguna medida, hemos tenido. Es como si sufriéramos una reprogramación de nuestros hábitos mentales. Y nuestras formas de pensar, razonar y recordar comienzan a transformarse.

El propio Camilo lo reconoce: “Me cuesta más concentrarme. Me tengo que obligar, en ocasiones, a no mirar mi Twitter o mi correo. Antes, hace 15 años, podía pasar cuatro, cinco, seis horas frente a un libro sin inmutarme. Ahora estoy más impaciente cuando paso una hora o dos con mi laptop cerrada o con mi teléfono lejos”.

 

Pregúntale al Dr. Google

Primero definamos qué es internet. Es una máquina poderosa y eficaz para recolectar, transmitir y manipular información. El lector se preguntará: ¿un libro no cumple un propósito similar? Sin duda. Pero el rasgo distintivo de internet es que facilita esos procedimientos en instantes y en volúmenes de datos jamás imaginados.

Google se ha concentrado en convertir la internet en una veloz e implacable herramienta a partir de su ambiciosa misión como compañía: “Organizar la información mundial y hacerla accesible y útil a todo mundo”. Por medio de un complejo sistema de algoritmos, que sus ingenieros y programadores están verificando y mejorando a cada momento, Google representa el esfuerzo sine qua non de la internet totalizadora e inmediata que coloca cualquier dato a sólo un clic de distancia.

“El interés económico de Google es asegurarse de que demos clic tantas veces como sea posible. La última cosa que la compañía desea estimular es la lectura sin prisas, o metódica, el pensamiento concentrado. Google representa, casi literalmente, el negocio de la distracción”, señala Nicholas Carr en su libro The Shallows: What the Internet is Doing to our Brains (Norton, 2010).

Debido a que Google es el sistema de búsqueda más popular, usado por ocho de cada diez internautas, su papel como “organizador” de la web influye directamente en nuestros hábitos. Por medio de sus sistemas de rastreo y escaneo estimula la lectura fragmentaria y veloz. Y eso tiene implicaciones.

“Existe un cambio tecnológico en los artefactos que producen la escritura o que nos ofrecen información para la lectura, el cambio fundamental es que el proceso de producción de información o ideas es mayor”, señala el doctor Luis Alejandro León Dávila, investigador de la Universidad de Guadalajara especializado en tecnologías para el aprendizaje.

La penetración global de internet es creciente. En el año 2000, sólo 6.7 por ciento de la población mundial tenía acceso a la web. Para 2010, la cifra subió a 30 por ciento, según datos del Banco Mundial. En países como Estados Unidos, ocho de cada diez habitantes tienen acceso a esta red.

En México hay 40.6 millones de internautas, según datos de la Asociación Mexicana de Internet (Amipici). En 2016 se estima que la cifra de internautas en nuestro país aumente a 64.5 millones o 53.8 % de la población.

Sólo para darnos una idea del poder de internet como herramienta de comunicación en el siglo XXI, basta leer las estadísticas que despliega YouTube (propiedad de Google) en su página web: “En un mes se sube más contenido de video a YouTube del que han producido las tres principales cadenas de televisión de Estados Unidos durante 60 años”.

 

100 mil millones de neuronas en transformación

Marshall McLuhan aseguraba que los efectos de la tecnología no ocurren en el ámbito de las ideas o los conceptos sino en los “patrones de nuestra percepción” de la realidad.

Nicholas Carr cuenta esta anécdota de Friedrich Nietzsche: en 1881, debido a sus achaques de salud y males crónicos, el filósofo comenzó a tener problemas de visión. Concentrar su mirada en una página le provocaba mareos y vómito. Entonces ordenó una máquina de escribir, herramienta que comenzaba a popularizarse. Esto le permitió escribir con los ojos cerrados sin sentir molestias. Sus problemas de salud disminuyeron y pudo resumir sus escritos. Pero también hubo otro cambio que le hizo notar su amigo Heinrich Köselitz: el estilo del filósofo se modificó. Su prosa se sintetizó, se hizo más telegráfica. En una conversación epistolar sobre el tema, Nietzsche concluyó: “Las herramientas que usamos para escribir influyen también en la composición de nuestros pensamientos”.

Un nuevo medio de comunicación, como internet, modifica nuestra concepción de la realidad y, finalmente, nuestra forma de ser, asegura Carr: “Nuestra forma de pensar, percibir y actuar, ahora lo sabemos, no está determinada enteramente por nuestros genes. Pero tampoco está determinada únicamente por nuestras experiencias durante la infancia. Nuestra forma de pensar cambia según la manera en que vivimos y las herramientas que usamos”.

Experimentos con primates al entregarles herramientas simples han demostrado el profundo cambio en su cerebro cuando éste entra en contacto con alguna nueva tecnología y la emplea.

En nuestro cerebro hay alrededor de 100 mil millones de neuronas. Neurobiólogos han deducido que si bien la composición del cerebro ya no cambia sustancialmente después de los veinte años, los circuitos y células neuronales sí tienden a modificar su tamaño según su uso, incluso a reducirlo si no hay actividad, como sugirió el neurocientífico J. Z. Young en su libro Doubt and Certanty in Science: A Biologist’s Reflections on the Brain (1951). Es decir, el cerebro en su forma o composición no se modifica. Lo que cambia son las interrelaciones neuronales. Es lo que se conoce como la “plasticidad” del cerebro o su capacidad para reprogramarse según nuestros nuevos patrones de comportamiento, nuestras experiencias y los estímulos del exterior.

Nuestros hábitos de pensamiento modifican la anatomía de nuestro cerebro: llegamos a ser, literalmente, lo que pensamos.

Del lector metódico al escaneador web

Internet está colmado de textos, pero la lectura es una de las actividades menos comunes en la red.

Frente a la pantalla escaneamos, ojeamos, buscamos puntos clave. Ya no somos el lector metódico que leía palabra por palabra de un artículo impreso (aunque aún los hay, desde luego). Estudios de Jackob Nielsen, experto en “usabilidad” y comportamiento del internauta, revelan que en la web un párrafo corto tiene el doble de posibilidades de ser leído que un párrafo largo. La velocidad del lector para huir es implacable: le dedica menos de un segundo al titular de una noticia.

La internet, como medio de comunicación, posee características propias que modifican por completo su lógica en relación con los medios tradicionales como el libro o el periódico. Su potencial comunicativo se relaciona con otros elementos: email, hipervínculos, chats, foros, fotografías, video, audio, mensajería instantánea. Su atributo es la actualización constante y el tiempo real: “¿Qué está pasando?” y “¿Qué estás pensando?”, preguntan Facebook y Twitter. El espacio y el tiempo ya no son un obstáculo. La convergencia de la informática, las telecomunicaciones y la cibernética han creado una gramática basada en un nuevo lenguaje: telegráfico, simplificado, instantáneo.

En un análisis basado en un sistema de Eye-track, Nielsen descubrió que el lector online dedica menos de un segundo para leer el titular de un periódico digital. Y aún más: sólo lee las dos primeras palabras para decidir si el texto merece su atención.

No leemos en internet por una sencilla razón: la lectura en una pantalla es hasta 25 por ciento más lenta que en papel. Y mucho más cansada. Si en papel un lector promedio lee alrededor de 250 palabras por minuto, en internet el rango se reduce a 200.

El lector digital es un hábil escaneador, lo que le permite evaluar el título, el diseño, los encabezados, texto e imágenes de un portal en sólo 15 segundos. Tiempo suficiente para decidir si interactúa o lo abandona. No hay tiempo para rodeos: el lector metódico del impreso, que leía palabra por palabra, casi no existe en la web. El lector online no busca ingenio ni documentos profusos: quiere datos, hechos, información directa e instantánea. No tiene tiempo para las metáforas y el rebuscamiento. Exige utilidad inmediata.

 

¿Estás conectado? Del pensamiento lineal al no lineal

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento”, escribió el filósofo Ludwig Wittgenstein. Somos lo que pensamos. Lo que recordamos. Lo que expresamos y cómo lo expresamos. Somos lenguaje. Por eso las tecnologías intelectuales que modifican o alteran nuestra forma de comunicarnos —la manera como hablamos, leemos y escribimos— tienen un papel central en la construcción de nuestra identidad. La lengua es el vehículo del pensamiento consciente y cualquier tecnología que la altere o la reestructure influye en nuestro proceso cognitivo. “La historia del lenguaje es la historia de nuestra mente”, sostiene Carr.

Internet es una tecnología revolucionaria, como lo fue el libro. Pasamos cada vez más tiempo en línea. Hasta cuatro, cinco horas al día. Y eso está modificando nuestra capacidad de concentración. Entre más usamos internet, más difícil nos resulta concentrarnos en textos largos.

“Cambia el yo, en este caso el yo como aprendiz. La identidad se transforma porque el hecho de utilizar tecnología implica que la identidad se extiende y por tanto se modifica en la red, no por la red sino por decisión propia. Uno construye su identidad”, refiere el doctor León Dávila.

En vez de leer 300 páginas de un libro, ahora leemos cientos de extractos de manera fragmentada, irregular, a lo largo del día. Hacemos más conexiones entre un documento y otro. Tenemos pc y dispositivos móviles. Y, sobre todo: hay una influencia directa e intercambio con otras personas online.

“Cuando la gente dice: los jóvenes menores de 30 años no leen periódicos, dicen algo falso. Ellos leen mucho más que los adultos de todos los países, pero leen por internet, lo cual quiere decir que no leen un periódico, no tienen que tragarse todo lo que salió en un periódico. Toman un trozo de aquí, lo combinan con un programa de televisión acá y una imagen de allá, y la idea es que cada uno se construye su propio mensaje y escoge el universo de comunicación en el que se inserta”, explica Manuel Castells en su artículo “El poder en la era de las redes sociales”.

Algunos tecnólogos consideran que entre más conexiones se hagan a documentos, hipertextos y gente, nuestro pensamiento y nuestra escritura más se enriquecen. Hay quienes no lo creen así. Es un debate abierto.

Sócrates fue uno de los primeros en expresar recelo ante los cambios que representaba la nueva tecnología del libro. Platón, en su diálogo Fedro o de la belleza, refiere que para su maestro, entre más dependemos de la escritura para almacenar ideas y pensamientos, menos cultivamos el arte de la memoria. Es un miedo innato: que cualquier avance tecnológico nos hará perder una parte preciosa de nuestra naturaleza.

Un libro estimula la parte de nuestro cerebro relacionada con el lenguaje, mientras que internet  ayuda a desarrollar las habilidades para tomar decisiones, rastrear información y solucionar problemas.

En todo caso, estamos ante una transición en nuestra historia intelectual y cultural: se confrontan dos modelos de pensamiento. El viejo pensamiento lineal y el nuevo pensamiento no lineal. El primero implica concentración, atención a una cosa a la vez, principio y final. El pensamiento no lineal que representa internet tiene avidez por absorber y compartir información atomizada, inconexa e inmediata: entre mayor rapidez (y más), mejor. Infinitud e instantaneidad. Ahora y todo.

El pensamiento lineal es el pensamiento gutenberiano. Es el libro, la mente literaria y reflexiva. La que guió y dio cauce al Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Industrial, pero que probablemente encuentra su punto más crítico y su disolución con internet.

“Los jóvenes se vuelven productores de contenidos rápidamente, el microblogging es una forma de estar contando y recortando la realidad, es decir, de estar editando una propuesta de realidad. Para ellos no existe la noción lineal tan sacralizada. Sin duda que hay una revolución de las instancias que producen formas de comunicar realidades”, señala el doctor León Dávila.

La pregunta que neurocientíficos, tecnólogos y estudiosos de la mente tratan de contestar es: ¿Leer cientos de fragmentos es una manera más eficiente de expandir y dinamizar nuestro pensamiento?

Camilo Jiménez lo responde así en su carta de renuncia: “Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Sólo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook”.

El doctor León Dávila matiza: aunque “tenemos más retos para concentrarnos”, los procesos cognoscitivos “tienen mayor estimulación y eventualmente pueden lograr procesos muy significativos”. Y ejemplifica: “uno puede conocer la vida de Ana Bolena y, en ese mismo hipertexto, pasar a la de Enrique viii, a las intrigas de Wolsey o visualizar la abadía de Westminster y georreferenciarla. Esto desde luego es más significativo que un texto lineal”.

Se trata de distintos estilos cognitivos, como apunta Esperanza Navarro Martínez, especialista en nuevas tecnologías y trastornos de aprendizaje en lectura y escritura. En un libro de 200 páginas sigues un camino trazado: las páginas numeradas te guían. Con Google uno tiene el control y decide hasta dónde quiere llegar.

 

Otra forma de enseñar y aprender

En la educación tradicional, el docente es el centro del aprendizaje, pero las nuevas tecnologías de la información y la comunicación hacen mucho más patente la necesidad de cambiar a modelos educativos centrados en el alumno, en los que el tutor se convierte en una especie de acompañante.

Kids pc es una empresa mexicana dedicada al desarrollo de software educativo. Su objetivo es elaborar materiales tecnológicos que hagan posibles nuevas estrategias didácticas para enriquecer los procesos de enseñanza-aprendizaje. Su equipo es amplio. Hay diseñadores, pedagogos, programadores y especialistas en sistemas. Desde su creación, hace 17 años, sus fundadores vieron en la tecnología un elemento potenciador del proceso de aprendizaje.

“Un software puede ser maravilloso, pero sin una intención educativa detrás no sirve de nada”, puntualiza María Antonieta Villanueva, coordinadora del Departamento Académico de Kids pc, empresa certificada en la norma oficial mexicana para desarrollo y mantenimiento de software.

En México hay pocas empresas que se dediquen, con una visión interdisciplinaria y pedagógica, a elaborar productos educativos multimedia: “Muchas no sobrevivieron. De hecho, nosotros nos estamos reinventando con el internet. Hay otras que han cambiado sus giros porque no es sencillo producir software educativo”, manifiesta.

Un error común es pensar que lo más atractivo visualmente es lo mejor. Pero muchas veces detrás de productos vistosos hay una pobre conceptualización y didáctica. “Creo que ahorita hay un boom muy fuerte porque las escuelas están dándose cuenta de toda la riqueza y las ventajas que pueden obtener al emplear la computadora con software educativo”, acota María Antonieta.

Ella percibe un punto de inflexión: las computadoras se abaratan, el acceso a internet se incrementa y los dispositivos móviles, como las tabletas, se hacen cada vez más populares. También nota más interés por parte de algunos profesores por explorar las nuevas tecnologías; saben que sus alumnos son nativos digitales y desean redescubrir su papel. De ellos depende el aprovechamiento al máximo de los materiales educativos; por ejemplo, una estrategia equivocada de la educación tradicional entre nativos digitales es dejarles de tarea la investigación de un tema, porque lo resuelven con mucha facilidad: copian y pegan. “Tenemos que reelaborar y pensar cuáles son las tareas que vamos a dejar a nuestros alumnos para que investiguen, hagan ejercicios de validación de fuentes y además organicen la información para que les sirva a ellos”, afirma María Antonieta.

Los alumnos ya no aprenden igual: los lapsos de atención son más cortos y además buscan la utilidad inmediata del conocimiento. ¿Para qué me sirve aprender esto? Por tanto, las competencias que ahora deben desarrollar son distintas: capacidad para navegar y rastrear información en el océano de datos que es la red, habilidades para verificar y distinguir fuentes fiables, establecer relaciones y organizar contenidos.

Es necesario abandonar el paradigma estructuralista y mecanicista. Hay dos competencias fundamentales que debemos desarrollar en el uso de internet: aprender a aprender y a rastrear información fiable. “Quien tiene un adecuado nivel de meta-aprendizaje puede desarrollar maravillas en sus escritos. Pero quien no las tiene, como la mayoría de las personas, lo que aprende es a copiar y pegar, sin hacer un verdadero análisis de la información”, señala la maestra Esperanza Navarro, especialista en trastornos de aprendizaje en lectura y escritura. “En la búsqueda está la profundidad”.

El profesor debe ser punto de partida en este nuevo proceso de aprendizaje: “Es un guía, un experto en contenido y quizás un pedagogo. Es también un comunicador. Pero no es todo a la vez, debe dar el tiempo para cada cosa. Es un guía piloteando un curso, es un experto en contenido cuando lo diseña, es un pedagogo cuando piensa y diseña las actividades o la evaluación y es un comunicador cuando arranca la motivación y permite que fluya el intercambio de ideas en un curso que utiliza las tic”, apunta el doctor León Dávila.

La lección es sencilla: en la Era de la Información, decir “no lo sé” es imperdonable, porque “todo” está en línea. Sólo es necesario desarrollar las competencias para encontrarlo y distinguir la paja de las perlas.

¿Eso están aprendiendo los nativos digitales? m

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